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Puentes de la quebradera, de ladrones y chapuceros



Un puente es un medio para alcanzar uno o varios objetivos útiles que satisfacen necesidades, por lo tanto es un medio de vida. Es útil por estar disponible, porque sirve para un fin.


Si necesito a cruzar un rio caudaloso para comunicarme con otras comunidades e intercambiar alimentos entonces construyo un puente. Los puentes nos unen. Son vías de comunicación, de comercio e intercambio cultural.



En 1974 construyeron el puente sobre el rio Magdalena, de baja altura pero de “gran” nombre a la hora del bautizo: “Laureano Gómez”, en honor a uno de los autores del Frente Nacional, del bipartidismo, de la democracia restringida. También tiene el remoquete de Puente “Pumarejo”. Da igual, ninguno de los dos tiene mucha altura. De pobres características técnicas, especialmente por su gálibo (baja altura) que impedía el desarrollo de la navegación fluvial por el río Magdalena.


Se constituyó en vía, pero obstaculizó otra. Unió y desunió. La ausencia de una correcta planificación y especificaciones técnicas (es mejor decir: “enanismo mental”) impidió que se levantara un puente con la altura requerida de tal forma que no fuera obstáculo para el paso de naves por el rio. Se truncó la comunicación de Barranquilla con los pueblos ribereños de la costa y del interior. Algunos dijeron que era “enanismo” a propósito. Es decir el objetivo era que Barranquilla fracasara como puerto fluvial para impedir su desarrollo.


Hubo necesidad de construir otro, al costo de 614.935 millones de pesos, inaugurado el 20 de diciembre de 2019. Ahora, para que le duela a la cobarde envidia, tenemos dos: uno alto y otro enano.


Para ser una ciudad relativamente importante, este centro urbano necesitaba mejores puentes y vías de comunicación, pero ocurre todo lo contrario es la ciudad con los puentes más feos y medio útiles. Los puentes quebrados. Me recuerda la canción infantil. ¿Con qué los curaremos? Los puentes quebrados "rompieron la cabeza" de los diseñadores. Quiebran el erario, quiebran la economía del país campeón mundial de los "puentes" festivos.


Qué tipo de "hechicería" usaron los demagogos politiqueros para convencer a todos de fraguar sus porquerías. En tiempos de la Barranquilla pujante hubo algunos "magos" maravillosos que por arte de prestidigitación hacían aparecer cosas buenas, pero llegaron los politiqueros y desaparecieron a los magos. ¿Qué tipo de arquitectos e ingenieros civiles se "rompieron el coco" para diseñar y levantar esas obras negras, anti estéticas, de mal diseño. Ingeniería viene de genio, no obstante, en Barranquilla algunos homo faber no evolucionaron. Fueron construidos varios puentes de los "agachados" que no cumplían con especificaciones técnicas como el gálibo (altura). Los puentes en la intersección de las carreras 45, 46 y 50 con calle 48 solucionaron aparentemente el paso vehicular por encima del caudaloso arroyo de la calle 48, pero en tiempos de verano obstruían el paso vehicular de camiones de carga. Por debajo de esos puentes pasaban con dificultad automóviles y carro muleros. Otros, de carrocería más alta, tipo campero como: Nissan Patrol, Land Rober y Toyota, pasaban gracias a la experticia de los conductores para maniobrar sin averiar el techo de sus cacharritos.


En las selvas de cemento, los urbícolas, siempre necesitaremos los puentes vehiculares, por lo tanto el quid de la cuestión no es que falten, tampoco que sobren. El problema radica en que no se concreta lo concreto en términos de planificación y diseño técnico. El cuestionamiento se hace porque falta el concreto cuando se roban el dinero presupuestado o, sobra porque no se concretan las obras de manera planificada y con los requerimientos técnicos. Y entonces se procede a demoler, tumbar el concreto que estorba y sobra por inútil diseño, o falta por inconclusa obra. Y de tumbe en tumbe, Barranquilla transita del timbo al tambo. Así no hay oro ni tesoro público que alcance.



Puentes medio útiles


En la década de los 70 del siglo pasado construyeron el puentecito feo de Murillo (calle 45) entre la carreras 23 y 22B, en la intercepción de la Vía de la Cordialidad para solucionar el flujo vehicular por las dos importantes arterias de movilización. Se "quebraron el cerebro". El puente Bolívar debió llevar por nombre puente Mocho. El diseño de construcción debió extenderse, por lo menos, hasta la carrera 20, para sobre pasar el caudaloso arroyo de la 21. Llegaron las obras del Transmetro, y tumbaron al mocho. Bueno, también tumban a los bulliciosos “mudos”. No a todos, soy testigo ocular del mudo que pudo hablar cuando sus compinches intentaban robarle la parte del botín que le correspondía, tras el robo a un banco. Por lo espectacular, Hollywood copiaría el hecho para producir la cinta cinematográfica: “El robo perfecto”. Por mochar mucho y tumbar mucho (robar) construyeron otro mocho que no sirve de mucho cuando llueve mucho, pues, los buses articulados tienen que esperar mucho tiempo mientras baja el caudal del arroyo.


Construyeron el puentecito feo de la carrera 38 en la intercepción de las calles 65 y 66. También el maluco puentecito La María, en la Vía 40, que fue demolido por obras del Transmetro.


En 1978 construyeron el horrible puentecito de la desidia en la intersección de la carrera 50 con calle 48 barrio Abajo. Fue demolido por la construcción del Par Vial. Los homo faber encargados de la obra omitieron un detalle elemental. La carrera 50 solo disponía, en ese entonces, de dos carriles y ambos conducen en sentido norte-sur. El resultado fue “un completo despilfarro de recursos”. Los vehículos que se desplazaban por el puente, estaban “perdidos en el espacio” momentáneamente, cuando se encontraban con los cuatro carriles de la estructura y, en algunos casos, no sabían por dónde desplazarse al divisar el bulevar que separa las dos calzadas de la estructura. Entre tanto tumbe y tumbe, también está el puente de la carrera 46 con la avenida Circunvalar, en dirección a Puerto Colombia el cual presenta una “batea” en su inicio.


El puente de la Circunvalar con carrera 38 otro “puente de los agachados”. No tiene el gálibo, ese fue el primer error que se corrigió con algunos trabajos. Pero el diseño de la parte de abajo, en la glorieta como tal, tampoco cumple. Fue entregado al Distrito en 2012 por una suma total de 15.531 millones de pesos. Está ubicado en un área fundamental, pues conecta a la ciudad con el corregimiento de Juan Mina, el emporio de la lujuria clandestina. Top secret.



El puente del barrio 7 de Abril sobre la Circunvalar otro puente mocho. Ese puente tenía que haber sido más extenso porque iban a comprar terrenos, pero nuevamente por el moche-moche (robo) y el tumbe-tumbe (robo), robo al cuadrado, lo dejaron así pequeño. Tiene errores de diseño como el separador para peatones el cual quedó muy reducido” o la “oreja “que va en sentido norte-sur, para desviar hacia la derecha, se tiene que hacer un retorno raro, encontrándose con el tráfico que va bajando del puente.


Pueblo de mestizos fáciles de domesticar. No han podido sacarse el esclavo negro que habita en sus mentes, a pesar de vivir en este “sitio de libres”. Viven como extranjeros en su propia tierra. Se derriten ante el advenedizo blanco, rinden culto a la personalidad, con más fervor si el blanco es rubio, ojos azules, tiene apellidos raros y balbucean el español con la lengua enroscada. Como si el blanco fuera sinónimo de superioridad.

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