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¿Boxeo o barbarie?



La lamentable muerte hace pocos días del Boxeador santandereano de 25 años, Luis quiñones, es la segunda en los últimos años en Barranquilla, luego de la del venezolano Yeison Cohen quien también falleciera como consecuencia de los golpes recibidos en el cuadrilátero, lo que nos debe llevar a reflexionar sobre qué tan conveniente es este denominado “deporte”.


Quiñones se había residenciado aquí a sus 19 años, las 10 peleas profesionales que había realizado las había ganado, 6 por la vía del KO, y solo perdió ésta última por el título nacional Walter, que fue la definitiva, luchando como un “Guerrero”, el apodo boxístico que estrenaba en su fatídico combate.



Creemos tajantemente que el boxeo es una herencia salvaje, pero moderna, del Circo Romano. De la Barbarie. En donde los asistentes se agolpan para ver una pelea voluntaria entre 2 hombres que se centran en una dura confrontación en la cual se golpean inmisericordemente hasta que uno de los dos cae a la lona, una o varias veces, vencido o pierde por decisión de los jueces ante el mayor número de golpes del ganador, cuando no hay empate.


Lo que llama la atención es que los espectadores – y es a lo que van y aprecian – experimentan una especie de morbo o excitación al ver la cantidad de golpes dañinos que recibe cada uno de los contrincantes, disfrutan con la superioridad notoria del uno sobre el otro, les encanta ver cuando brota sangre de alguno de los pugilistas y, finalmente, gozan con la arremetida brutal de uno de ellos y la estrepitosa caída del perdedor. Aparte de que se promociona el espectáculo, se transa mucho dinero y se hacen cuantiosas apuestas.


No es coherente que, como sociedad, se intenten prohibir las corridas de Toro o las peleas de Gallo por aquello del “maltrato animal” y se autorice legalmente este tipo de eventos brutales y peligrosos entre humanos. Que en un país tan violento como el nuestro nos “demos el lujo” de ver masacrar hasta morir a un ser humano, pero esta vez en un gran espectáculo, autorizado legalmente, que paga impuestos al erario público, que hace publicidad a través de los medios de comunicación para atraer más personas que asisten voluntariamente para satisfacer sus instintos primarios, es un vestigio inequívoco de la Barbarie.


De hecho, al boxeo se le llama el deporte de las “narices chatas” para significar que de arrancada se afecta el tabique nasal y se fracturan los huesos de la nariz lo cual dificulta la respiración que lleva el vital oxígeno a nuestros órganos. Así mismo, por lo menos el 60% de quienes lo empiezan a practicar padecen lo que se conoce como “fractura del boxeador” que se da sobre el cuarto y quinto hueso metacarpiano de sus manos, además de luxaciones mandibulares, peligrosos hematomas, cortes en los labios y las cejas, contusiones, hemorragias, roturas de huesos, lesiones neurológicas, perdidas de la visión, faltas de memoria, dolores de cabeza frecuentes, deformaciones, temblores en las extremidades, depresión, etc.


Sol recordemos como, quien ha sido considerado el más grande boxeador de todos los tiempos: Muhammad Alí, terminó sufriendo del Mal de Parkinson, que padeció durante 32 años hasta su muerte, y que había comenzado 2 años después de su triste retiro.



Mas acá, esta semana murió, a sus 86 años, el legendario Éder Jofre – para muchos el mejor peso Gallo de la historia, que “nunca besó la lona” y que le ganó a nuestro Bernardo Caraballo – por una Encefalopatía Traumática Crónica: “una degeneración cerebral provocada por múltiples traumatismos craneales reiterados”.


@vherreram

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