La empanada es una fritura típica de la gastronomía colombiana, pero indudablemente donde más se harta empanada es en Barranquilla. En la cultura gastronómica, empanadas y arroz de “payaso” (remplazó al de lisa) identifican a Barranquilla.
Acostumbrados a ver y consumir por inercia empanadas en las fritangas de las esquinas de los barrios, a alguien o a “alguienes” los traicionó el subconsciente y a partir de ese momento trascendental, de esa obsesión por el “empanadismo” no faltarán las "empanadas" en las obras civiles de planeación urbana. ¡Vaya, vaya! Eso se llama ruptura epistemológica a lo criollo. Se equivocaron a propósito o por estupidez natural, pero no se puede negar el intento epistemológico a lo criollo. Epistemología es epistemología, aquí y en la Patagonia.
A todos nos afecta la obsesión por las empanadas. Yo he visto personas con “cara de empanada”. Aunque últimamente he visto a otros con “cara de huevo”, incluyéndome a mí cuando me observo en el espejo. Pareciera un contrasentido que ahora cuando los huevos están más caros las familias los consuman más, pero no. Lo que ocurre es que al subir por las nubes el precio de las carnes, la gente no tuvo más remedio que "mamar" huevo. Es el manjar de la clase media. Están tan caros los huevos que aquella expresión: "vale huevo" usada como insulto quedó obsoleta.
Al señor Guillermo Hoeninsberg, exalcalde de Barranquilla le dieron unas “empanadas”. A propósito, la mayoría de alcaldes elegidos por voto popular tienen apellidos raros y extranjeros: los Certain, George, Caiaffa, Hoeninsberg y Char. Extrañamente, el señor Hoeninsberg, militante, primero, de la Juventud Comunista, JUCO, Atlántico y, luego del Partido Comunista de Colombia, hizo alianzas con los “paracos”. "Guillo", como le decían cariñosamente sus aduladores fue asesor de varios sindicatos cuando tenía el "barro duro".
Ese muchacho que vivía en un apartamento de los bloques del barrio Ciudadela 20 de Julio, al sur de la ciudad y que luego comprara un lujoso apartamento en un sector exclusivo, al norte de la ciudad, se "comió" las "empanadas". Se las tragó. Bueno, seguramente ya "Guillo" había salido del "barro" y podía darse lujos gastronómicos, entonces lo que ocurrió fue que le hicieron tragar las "empanadas". No solo “Guillo” tragó” empanadas”, también tragaron muchos “pelícanos” de su absoluta confianza que lo rodearon a él y aplaudieron al unísono la comelona de “empanadas”. Los “pelícanos” no saciaban el hambre a pesar de tener el buche lleno, razón suficiente para hacer un movimiento estratégico que los condujo a construir un fortín “pelicanero”.
"Guillo" había firmado un "pacto de sangre" con el jefe paramilitar “Jorge 40”, cuando éste le entregó a través de Edgar Ignacio Fierro, alias "Don Antonio", comandante del Frente “José Pablo Díaz”, 2.500 millones de pesos en calidad de préstamo para financiar su campaña a la alcaldía de Barranquilla. El dinero se lo entregaron en la casa de José Pérez quien posteriormente fue nombrado por "Guillo" como titular de la Secretaría Distrital de Infraestructura. La reunión se llevó a cabo por sugerencia de Eduardo Lozada Manotas, el recaudador privado del impuesto predial.
En el computador incautado a “Don Antonio” hay rastros de que “Jorge 40” tenía interés en obras de infraestructura urbana como el Transmetro y la reconstrucción de la calle 34 (Paseo de Bolívar), entre otras.
Eran tiempos durante los cuales los "para" andaban de "pipí cogido" con el, entonces, presidente Uribe. A instancias de Uribe se adelantaron todas las obras de infraestructura de varios Sistemas Integrados de Transporte Masivo en varias ciudades del país.
Inició el proyecto Humberto Caiaffa Rivas, alcalde de Barranquilla en el período 2001-2003, gracias al respaldo de la coalición de varios grupos y movimientos políticos, tales como: los liberales Name Terán y Jaime Vargas que se resistían a perder la hegemonía político clientelista obtenida en la décadas del 60 y 70. Vargas se diluyó, pero Name T., prolongó su hegemonía clientelista hasta los primeros años de la década del 2000, cuando apoyó a Bernardo Hoyos en su reelección (1997) y a “Guillo” en 2004. Caiaffa o “Caifas”, como le apodaban sus detractores, también tuvo el respaldo de la nueva fuerza política conservadora con Efraín Cepeda a la cabeza, junto a Mario Varón y los Acosta Bendek y Acosta Ossío. Siguiendo instrucciones del Gobierno Nacional, para aprovechar un crédito blando del Banco Mundial, Caiaffa inició el proyecto: Sistema Integrado de Transporte Masivo del Distrito especial, industrial y portuario de Barranquilla y su Área Metropolitana, Transmetro.
En 2004, a "Guillo" le correspondió la tarea de hacer factible financieramente el proyecto que estaba embolatado debido a que el Distrito estaba en Ley 550 y afrontaba deudas hasta el cuello por vigencias futuras. A la administración Distrital de Barranquilla le correspondía garantizar el aporte del 30% de la obra, mientras el Banco Mundial financiaba el otro 70%. Barranquilla se debatía moribunda, igual que hoy, por una profunda crisis financiera que la llevó a acogerse a la Ley 550 de 1999, por las reestructuraciones administrativas y por la decisión onerosa de entregar en concesión importantes recaudos distritales como el impuesto predial otorgado a la empresa Métodos y Sistemas, de Eduardo Lozada.
Supuestamente compraron 212 predios requeridos para el proyecto en la vía troncal Murillo, 148 deberán adquirirse sólo parcialmente y los 64 restantes tendrán que comprarse en su totalidad, según un estudio de la empresa Edubar.
Era mejor construir un paso elevado o paso sobre nivel a lo largo de la calle 45, que empalmara con otro sobre la carrera 46 sobre los separadores (boulevard) de las calzadas de cada una de estas vías y, sobre el puente debía rodar un monorriel o el transmetro con estaciones a la altura del puente elevado y escaleras para que subieran los usuarios. No había necesidad de comprar predios, excepto los espacios, si eran privados, donde quedarían las terminales. Pero “Guillo”, acostumbrado a lo rastrero, sentía pavor por las alturas. Así, pues que el “gusano metálico” como todos los gusanos tenía que arrastrarse.
Con el paso sobre nivel construido el “gusano metálico” no hubiese tenido dificultades para sobrepasar los arroyos caudalosos de la carrera 21 y calle 48, en la intersección con la carrera 46 principalmente, y otros menos voluminosos. Además, la calle Murillo y la carrera 46 no se hubiesen convertido en cuellos de botella para la movilidad y no se hubiese cortado el paso a varias carreras y calles en intersecciones con Murillo y la carrera 46.
La intervención de la calle Murillo, por obras del Transmetro quedó tan torcida como sus ejecutores, sus arquitectos, constructores y urbanistas. Quedó como bazuco mal envuelto. Como anaconda después de tragarse 30 micos, uno tras otro. Como "empanada": ancha en unos tramos, angosta en otros; combinación de curvas, rectas y barrigas. Entre tanto, la carrera 46 quedó mucho más estrecha, como lombriz con un año de hambre. Pero, además vino la ruina para varios comerciantes.
Finalmente, el Transmetro cuyo costo inicial fue valorado en 300 mil millones de pesos, fue inaugurado el 7 de abril de 2010, pero el valor se había subido como la espuma de las “frías” bien heladas a 800 mil millones. Posteriormente la falta de planeación demostrará que el sistema no era viable o auto sostenible económicamente.
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