Los mayores nos enseñaron que: “No hay peor mal, que el bien que no se sabe hacer” para significar que a veces tenemos las mejores intenciones de realizar una labor que traiga una mejora sustancial a las actuales circunstancias pero que al ejecutarlo de una manera incorrecta produce un resultado desfavorable. Al parecer, eso está ocurriendo al gobierno de Gustavo Petro que, sin embargo, apenas lleva algo más de 2 meses.
Es innegable la buena intención del gobierno en lograr el equilibrio social en uno de los países más desiguales del mundo cambiando el modelo económico y haciendo que los más pudientes sacrifiquen parte de sus ingresos o sus riquezas para poder suplir las necesidades de la mayor parte de la población.
En ese propósito está pisando unos “callos” muy poderosos que se han venido formando durante muchas décadas a través de privilegios, tráfico de influencias, exenciones impositivas, manejo de las prestaciones de los trabajadores, intereses desmedidos, contrabando, narcotráfico, producción de alimentos nocivos, informalidad, cartelización, minería ilegal, paramilitarismo, delincuencia organizada, desplazamiento forzado, lavado de activos, politiquería y corrupción administrativa, entre muchos otros.
Al mando ha estado una élite política que trata de perpetuarse. En su reciente libro “La Revancha de los Poderosos” el reconocido politólogo Moisés Naim los describe: “…Los Autócratas 3P son dirigentes políticos que llegan al poder mediante unas elecciones razonablemente democráticas y luego se proponen desmantelar los contrapesos a su poder ejecutivo mediante el populismo, la polarización y la posverdad. Al mismo tiempo que consolidan su poder, ocultan su plan autocrático detrás de un muro de secretismo, confusión burocrática, subterfugios seudolegales, manipulación de la opinión pública y represión de los críticos y adversarios…”
Es muy temprano para calificar la eficiencia del gobierno y el cumplimento de sus metas, pero se nota una falta de claridad y coherencia en la comunicación, como, por ejemplo, la de la ministra de minas para explicar propuestas como el cambio de paradigma hacia la transición de las energías fósiles a las limpias, o la de la ministra de salud al manifestar su intención de eliminar las EPS o del director de la DIAN proponiendo legalizar y gravar la cocaína.
Como si fuera poco, a las declaraciones altisonantes de algunos ministros primíparos – que parecen no pensar antes de hablar – y la torpeza de algunos funcionarios de alto rango, se suma el ministro de hacienda luciendo como bombero apagando incendios y contradiciendo a sus similares en público, la iniciativa legislativa para la legalización de la marihuana, la falta de claridad en la compra de 3 millones de hectáreas, las inquietudes sobre la actual reforma tributaria y las futuras pensional, laboral y política, la aprobación del tratado de Escazú que dificulta las posibilidades de la minería legal, el propio Petro hablando confusamente sobre los “enemigos internos”, su inasistencia a varios eventos gremiales, el comienzo aparentemente muy generoso en las negociaciones con el ELN y con algunas organizaciones criminales en el propósito de alcanzar la “Paz Total”, las dudas en las relaciones con Venezuela y EEUU, el dólar disparado y la inflación mundial amenazando cada vez más con una gran recesión que finalmente afectará a Colombia.
El “Gobierno del Cambio” despertó muchas expectativas en la mayoría de los colombianos, pero pareciera que los asuntos se están tratando con ligereza y, sobre todo, con mucha prisa. Como para obtener dividendos en las próximas elecciones regionales. El propio Petro ha dicho que a su gobierno “le falta tiempo”. Los mayores también nos recordaban: “El tiempo suele burlarse de las cosas que se hacen sin su concurso”.
@vherreram
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