El lenguaje tiene poder. En los múltiples momentos de la historia el hombre le da
significado real a los vocablos. La palabra tiene poder y cuando por irresponsabilidad
no se le da cumplimiento a la palabra, el lenguaje emerge como "justiciero" silencioso. Asume carácter subversivo.
Es clara la definición de democracia. Pero en Colombia y en Barranquilla toma unos
giros lingüísticos depravados. Se puede asimilar el vocablo democracia como sinónimo
de ninfómana a la que todo el que quiera se la coge gratis. Puede verse como
“dedocracia”.
Los hijos de la democracia no pueden ser menos abúlicos que su madre: Cosa Pública.
Es mejor decir: Cosa "Púbica". Entre tanto, Erario, no puede ser más cándido. Todo el que quiera, agentes del Estado o privados se lo roba, lo secuestra y lo viola. Era-rio. Era del verbo ser. Un era-rio que es y de pronto ya no es. En contabilidad: debe-haber, pero no hay. Tesoro público que era público y ahora es un rio de dinero del que se
apropian quienes quieran: agentes del Estado y privados.
"La palabra tiene poder", dicen las sectas evangélicas, refiriéndose a la Palabra de Dios.
Aun cuando no la cumplan, esa palabra tiene poder, a la luz del Evangelio, con la
hermenéutica más próxima a la verdad.
Cumplir la palabra es responsabilidad de todos, es corresponsabilidad que comporta
derechos y deberes. El animal humano es doblemente responsivo, porque además de
tener que responder a sus necesidades tiene que responder también por lo que hace,
por sus comportamientos. Y si mi comportamiento, y el comportamiento de otros, lo
que hacemos y nuestras respuestas a lo que hacemos, afecta la convivencia en
sociedad, somos corresponsables. A ese responder por nuestras respuestas le
llamamos responsabilidad, la condición radicalmente moral. La palabra escrita en la
constitución política tiene poder. El Estado tiene la responsabilidad de dar
cumplimiento a la palabra. Dar, no quitar, servible y no inservible, facilitar y no
obstaculizar. El estado es garante de los derechos ciudadanos. Es responsable del
poder primario que depositan los ciudadanos en sus gobernantes. Damocles, Bolívar o
el lenguaje blandirán su espada exigiendo que se cumpla la palabra.
Por subsersivo, el lenfuaje se torna galimático
El vocablo: público, resulta, en la práctica, ser más etéreo que masturbarse con las
hermosas modelos de las revistas Playboy, quien lo hace cree que las posee
carnalmente. El erario como propiedad pública es de todos, en general, y de nadie, en
particular, en principio. Pero ¿quiénes son todos? y ¿quién es nadie?
El Estado somos todos, entendiéndose por todos las personas naturales, sin embargo
el Estado administra como persona jurídica lo que es de todos. ¿Quién es cada uno de
todos? Cada uno de todos debería tener un nombre, pero nadie lo tiene. Yo fui,
inocentemente, a reclamar mi parte del erario y lo único que pude conseguir fue que
me echaran la policía y me encarcelaran por vago. Si cada uno de todos son el pueblo,
entonces, ¿nadie no es pueblo? Por lo que entiendo todos son nadie y nadie son todos.
Como el erario es cosa de todos y de nadie en particular, llegan los que no son nadie,
pero tampoco son todos, sin embargo administran lo que es de todos, en general, y de
nadie, en particular, y se roban lo que no es de nadie ni de todos. Parece, que la cosa
en cuestión no es nominal, el asunto no es saber quién es quién, sino de oportunismo.
Se trata de estar en el lugar corrupto, a la hora corrupta y con una banda de corruptos.
Y nadie reclama porque nadie son todos o todos son ninguno.
La lógica sería que el patrimonio de todos los colombianos esté a nombre de cada uno
todos: Jesús, María, José, etc., que tengan participación accionaria.
Y así sucesivamente, los bienes públicos: el territorio, los ecosistemas, los ríos, el
medio ambiente, el espacio aéreo, y el espacio radioeléctrico, el subsuelo y sus
riquezas son del Estado. El espacio publico es un bien para el disfrute de todos pero un
montón de “alguienes”, privados por lo general, lo ocupan y lo usurpan. Ruego a Dios
para que algún día desaparezca ese aparato inútil llamado Estado, el mejor invento
para los ricos poderosos, el peor para los nadie. No sé por qué, pero de repente siento
amor por el Viejo Oeste americano y por el Código de Hammurabi.
Estado sin control
En un Estado sin control, vale decir: controlado irresponsablemente por élites (alguien)
pero sin control responsable de las mayorías ciudadanas (nadie) pasan a diario los
carruseles de la corrupción.
Nadie pudo controlar el paquete de contratos adjudicados en el periodo de la alcaldía
de Alejandro Char Chaljub (2016-2019), donde través de la modalidad de “crédito a
proveedor”, presuntamente se direccionaron las principales obras públicas de
Barranquilla a un grupo de contratistas específicos.
Casi $2 billones comprometidos en presunto carrusel de contratación en Barranquilla
La modalidad antes mencionada compromete al contratista a terminar la obra a
satisfacción, y una vez esta sea entregada, el contratante, en este caso la Alcaldía,
daría en un solo pago la totalidad pactada en el documento de adjudicación.
Esos mismos términos fueron utilizados en los contratos por los 6 arroyos más
peligrosos de la capital del Atlántico y 2 de las arterias viales más importantes, la vía 40
y la avenida Cordialidad y la calle 30.
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