Por: Fernando Dorado
Si el presidente Petro quiere darle continuidad a su gobierno en 2026, como lo hizo AMLO en México, deberá concentrarse en la economía y en organizar y depurar las fuerzas políticas que lo apoyan. Tiene menos de dos (2) años de tiempo.
Es evidente que su legado no será la “paz total”. Tampoco lo serán las reformas sociales que de lograr su aprobación como la pensional, tendrán muchos problemas en su implementación, y menos, la reforma agraria que no tiene cómo financiarse. Dejará una serie de iniciativas en marcha que no se pueden desconocer y muchas intenciones por concretar.
Economía y gran capital
El contexto internacional en lo económico no es el mejor. La crisis de la globalización neoliberal iniciada en 2007-8 y continuada con el Covid19, no ofrece un buen margen de acción. La caída de la inversión capitalista y del comercio mundial es una realidad y es la verdadera causa de las guerras provocadas en Ucrania y Palestina, y la que se prepara en Taiwán (China). Esa situación influye en todo sentido generando incertidumbre y limitaciones financieras a nivel global.
Igual, el avance de las “derechas extremas” tiene esa causa de fondo. Claro, ese factor lo ocultan los poderes fácticos para echarle la culpa a los inmigrantes y a los pobres, y hacer de la seguridad el problema principal. Así, los gobiernos progresistas que intentan atenuar la pobreza por medio de subsidios en beneficio de los “sectores vulnerables” quedan en la mira de quienes estimulan el egoísmo y proponen reducir al mínimo el gasto social de los gobiernos.
Es lo que ocurre en Europa y en América. La elección de Bukele, Milei y Noboa, y el refortalecimiento de Bolsonaro en Brasil y Trump en EE.UU., es parte de ese proceso. Y en el caso de los países dependientes como Colombia, cualquier política económica que se impulse por fuera de la ortodoxia neoliberal, será respondida con la huida de capitales y el bloqueo financiero. Ya lo estamos viviendo y sufriendo. Es el gran capital el que impone las reglas.
Eso tenía que saberlo el presidente Petro y, desde el principio, diseñar una estrategia para ir paso a paso. Ahora, dos (2) años después de su posesión, observa cómo el efectivo bloqueo a su gobierno tiene de fondo la regla fiscal, la supuesta independencia del Banco de la República y los límites de un presupuesto que ha tenido que recortar forzosamente. Las ideas de Mariana Mazzucato que eran apropiadas para el momento de arranque, parecen haberse olvidado por el camino.
El Pacto Histórico y el Frente Amplio
El Pacto Histórico es un agrupamiento social y político que gira alrededor de Petro (su inspirador y creador) y de su gobierno (que es un gobierno de “coalición más amplia”). Esa “creación” es real y hay mucha gente que se identifica con ese nombre (bandera). Es la “fuerza política” más importante del momento y, por el solo hecho de ser gobierno, genera no solo expectativas entre amplios sectores populares sino también una tensión entre la izquierda progresista y las nuevas fuerzas de diferente tipo que quieren sumarse.
Además, así los “grupos” que lo componen no estén cobijados legalmente, el Pacto Histórico es una realidad política, un constructo social. Y su existencia en el imaginario popular y el empuje de Petro y de su gobierno, obliga a que esos “grupos” y sus dirigentes se vean forzados a “unirse” o “articularse”. Sin embargo, Petro parece no interesarse en el tema, lo cual puede llevar a que esas tensiones se conviertan en confrontación, división y debilidad.
Lo importante es concebir el Pacto Histórico más allá de la acción de los “grupos”, que pareciera se limitan a la acción legislativa y, marginalmente, a la gestión de gobierno. Para poder influir de una manera positiva, ya sea “desde afuera” o “desde adentro”, ese proceso debe concebirse desde el conjunto del movimiento social para que ‒sin poner en riesgo la amplitud que se necesita para derrotar a las derechas (que se van a vestir de “centro” en 2026)‒ se logre dar continuidad al proceso en las próximas elecciones (que están a la vuelta de la esquina).
Hay que hacer todos los esfuerzos para que los grupos y dirigentes del Pacto Histórico más consecuentes y comprometidos con los intereses populares, de los trabajadores y de los “productores subordinados y explotados por el gran capital”, logren unificarse y profundizar en la política formulada en el Plan Nacional de Desarrollo, especialmente la que plantea la necesidad de industrializar nuestros procesos productivos y cambiar la matriz energética, que últimamente ha quedado relativamente relegada de la acción gubernamental.
Es claro que el Pacto Histórico es un espacio en donde confluyen fuerzas que representan otros intereses diferentes a los del pueblo trabajador. Están allí representadas las burguesías emergentes que juegan a consolidar su presencia en el Estado; la burguesía burocrática que intenta mantener sus privilegios, contratos e influencia gubernamental; y hasta sectores de la oligarquía financiera forcejean para “moderar” a Petro, a su gobierno y al Pacto Histórico, a fin de que mediante pequeñas concesiones no se traspasen las “líneas rojas” que lograron imponer en el acuerdo de paz de 2016.
Por ello, dentro del Pacto Histórico debe abrirse el debate, tanto programático como de estrategia política. Lo ideal sería que la “izquierda progresista” lograra unificarse en torno a una sola personería jurídica, y construir una democracia interna que permita evaluar y superar los errores cometidos en las pasadas elecciones nacionales de 2022 y regionales de 2023. Y, así mismo, hacer un balance de “su” gobierno para ajustar la política e identificar con toda claridad a los sectores aliados, tanto los que quieren actuar “desde adentro” como los que podrían participar en una coalición más amplia.
No va a ser fácil. Dentro de la misma “izquierda progresista” se imponen posiciones acríticas triunfalistas, estrechas, seguidistas, y de “clan” y de grupo. No existe un ambiente de construcción de políticas desde las bases sociales y desde los territorios. Las prácticas politiqueras, clientelistas y hasta corruptas, han hecho carrera dentro de los grupos que componen el Pacto Histórico. Y, también hace falta construir una visión de lo que ocurre en el mundo y en la región de América Latina.
Tampoco ayuda mucho la dinámica que desarrolla el gobierno. Petro, más allá de sus esfuerzos por implementar la reforma agraria y destinar algunos recursos a regiones marginadas y empobrecidas, ha privilegiado la política centrada en aprobar leyes. Ha intentado poner el poder legislativo al servicio del “poder constituyente” pero las formas de construir mayorías en el Congreso reproducen las dinámicas políticas tradicionales. Esa “forma” acaba de raíz con la mística del verdadero cambio porque se desliza hacia prácticas clientelares y burocráticas, que “cooptan” y desmovilizan a las organizaciones sociales, y alejan a otros sectores productivos que no comulgan con esas actitudes.
Reflexiones y sugerencias
Después de dos (2) años de gestión y de cara a tener que mostrar resultados en lo económico y en lo social a fin de garantizar la continuidad progresista, se debe rectificar. Si se cree que “todo va bien”, será en la recta final cuando ante el eventual fracaso, muchos sectores y personas empezarán a abandonar el barco. Si en verdad, se quiere rectificar hay que identificar algunas concepciones que sirvieron de soporte ideológico para justificar lo hasta ahora hecho, y que, de no abordarse, se expresarán de otra manera llevándonos al mismo resultado.
En forma sintética lo planteamos:
Olvidamos que “no sólo de pan vive el ser humano”. Es cierto que se necesitan obras porque “obras son amores y no buenas razones” y, además, nuestro pueblo “hasta no ver, no creer”. Pero lo principal es ser consecuente con la acción transformadora. “¿Cómo va a creer vecino, me decía un amigo, que con ‘los mismos de siempre’ se va a hacer el cambio?”
Nos dejamos llevar del legalismo o “leguleyismo”, como le llaman también. Consiste en creer que la Ley, por sí misma, cambia la realidad. Está bien que se requieran y aprueben algunas leyes, pero si no existe la fuerza real para ejecutarlas y llevarlas a la práctica, no pasa nada. “Hecha la ley, hecha la trampa” dice la gente, y la “ley siempre es para los de ruana” complementa el campesino.
A pesar de que afirmamos que una cosa es tener el Gobierno y otra, muy diferente, controlar el Estado, creímos en la formalidad de que el presidente es el “Jefe de Estado”. La realidad nos ha demostrado que no es así. El poder del gran capital es el que se impone y poco sirve a la hora de la verdad la “democracia de las mayorías electorales”, si no está respaldada por efectivas mayorías conscientes y organizadas. Los Bancos, las Cortes, los Gremios, los Medios de Comunicación y el Dinero, son ‒por ahora‒ el efectivo Poder.
Por todo lo anterior, había que ir con paciencia. La tarea básica era (y es), acumular fuerza social y política paso a paso; “no torear el avispero antes de tiempo”; identificar, buscar y ganar para la causa transformadora a otros sectores sociales susceptibles y dispuestos a avanzar; no generar tantas expectativas y demostrar con hechos que ‒en verdad‒ no solo impulsamos el “cambio” sino que en todo sentido lo “vivimos” y “sentimos”.
Y si se quería avanzar por “nuevos caminos” y ser consecuentes con el “cambio”, más que enfrentarnos con la oligarquía financiera (no tenemos la suficiente fuerza), había que romper con la Burguesía Burocrática, que es una clase parásita y corrupta, y que es la peor carga que tenemos los pueblos latinoamericanos (herencia de España). Con sólo ese inicial paso, la mística de un pueblo cansado de tanta injusticia e ignominia se hubiera desatado por todos los rincones del país.
Todavía es posible hacerlo, pero se necesita mucha claridad y valentía.
E-mail: luisdoradog55@gmail.com
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