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Silencio sepulcral de la iglesia católica

Foto del escritor: Ulises Redondo C.Ulises Redondo C.


La jerarquía de la iglesia católica está callada. No se han pronunciado en torno a la expresión del candidato presidencial Rodolfo Hernández, quien difama a la Virgen María cuando expresa: “Yo recibo a la Virgen santísima y a todas las prostitutas que vivan en el mismo barrio con ella”. Solamente el sacerdote salesiano Bernardo Hoyos, en sus alocuciones dominicales desde el Salón Cultural “Camilo Torres Restrepo”, localizado en el barrio Rebolo, al Suroriente de Barranquilla y el sacerdote presbiteriano (no católico) Benjamín Pelayo de la iglesia San Martín, ubicada en el municipio de San Gil, Departamento de Santander, han recriminado al político blasfemo.



Al parecer, por el silencio, la jerarquía de la iglesia católica perdonó al ex alcalde de Bucaramanga por lo que considero son dos motivos esenciales:


1. Porque odian a Petro y no le perdonan su pasado rebelde, muy a pesar de que la rebelión es considerado un delito político y tiene rango constitucional, delito que pagó cuando se desmovilizó y se reinsertó a la vida civil dentro de los acuerdos de paz con el gobierno del entonces presidente Virgilio Barco, no obstante, siguen pregonando desquiciadamente que con él llegará el comunismo. Esa misma estrategia propagandística mal intencionada la utilizaron desde el púlpito durante la período de la Violencia, contra el partido liberal.


2. Porque tradicionalmente han estado ligadas, en contubernio, con el poder económico y político.


En cabeza de jerarquía de la iglesia católica ha estado el adoctrinamiento ideológico


En la Constitución de 1986 se consolida la "Regeneración" del presidente Rafael Núñez. En esa Carta Magna quedó insertado el modelo del catolicismo “integral-intransigente”, cuyo propósito consistía en edificar una sociedad cristiana según la enseñanza y bajo la conducta de la Iglesia católica. La unión entre el Estado y la Iglesia católica quedaba en firme.


La mitad del siglo XIX estuvo marcada por el posicionamiento de los liberales

en el gobierno. Con ellos llegaron cambios sustanciales, entre los que se destacan el establecimiento del libre cambio, la abolición de la esclavitud y la separación de Iglesia católica y el Estado. Sin embargo; con fundamento en las banderas regeneradoras de finales del siglo XIX se iniciaron procesos que buscaron el orden desde perspectivas de homogeneidad y con tendencias discriminatorias y exclusiones clasistas.


Estos procesos tuvieron su punto de partida con la suscripción de la Constitución Política de 1886 y su perverso maridaje entre el Estado colombiano, la religión católica y el partido conservador, unión que pretendió encontrar la cohesión social mediante la uniformidad de ideas, credos, lengua y centralización política del Estado.


Una consecuencia lógica de la nueva Carta Constitucional fue la firma del Concordato en 1887 entre el Estado y la Santa Sede, el cual permitió que la Iglesia impartiera los contenidos para la escuela pública basados en la religión católica, su intervención en temas matrimoniales y, por ende, en la legislación civil.


Miguel Antonio Caro, uno de los autores ideológicos de la "Regeneración”, afianzó la relación entre la Iglesia y el gobierno conservador de turno. En el plano social merece especial atención el tema de la discriminación como forma de control, pues en sentir de los regeneradores (entiéndase gobernantes), las diferencias conllevan disenso, sublevación y traición; circunstancia que obligó a reprimir conscientemente cualquier tipo de diversidad en el territorio nacional, cercenando así la posibilidad de coexistencia y protección de la variedad cultural existente en la época. A partir de allí surge otro componente determinante en la historia de nuestro país, el que guarda estrecha relación con la actividad política y el uso de la religión como el caballo de batalla en las elecciones. En efecto, los militantes del partido conservador provechando el discurso anti-liberal difundido por los católicos, se hicieron con el poder institucional y gobernaron expandiendo la idea regeneracionista por todo el país.


Medio siglo después se activaron los vientos de cambio, bajo el gobierno liberal de Alfonso López Pumarejo. Se pretendió adaptar la sociedad colombiana a las nuevas realidades nacionales e internacionales a través de un proyecto denominado “revolución en marcha“; allí se planteaba como eje fundamental la separación definitiva del poder temporal del espiritual, pues para la época era indudable que la Iglesia contaba con un gran poder dentro de la sociedad, al ejercer en todos los sectores de la población y en todos los rincones de Colombia, una influencia espiritual política y cultural. Tal como había sucedido en la Colonia y el siglo XIX.


El gobierno de López Pumarejo propuso la reforma que fortalecía la intervención del Estado en materia educativa que establecía la libertad de enseñanza, al tiempo que proclamaba la educación laica, obligatoria y gratuita.


Sin embargo, los resultados concretos obtenidos durante sus dos gobiernos no fueron significativos y, una vez regresaron los conservadores al poder en 1946, la Iglesia siguió interviniendo libremente en todos los asuntos de la sociedad, respaldados nuevamente por el gobierno conservador.



Período de la Violencia


En forma posterior a las guerras civiles, que tuvieron lugar en el siglo XIX, comienza un periodo conocido como la Violencia, entre 1946 y 1965, que produce 180.000 muertes en un país de 13 millones de habitantes. Los orígenes de la crisis se encontraban en conflictos sociales y luchas de carácter elitista. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948 no derroca al gobierno pero desencadena la violencia campesina en los llanos orientales donde la guerrilla es predominantemente liberal y en las zonas de minifundio andino en especial en Tolima y el Eje Cafetero. Esta etapa se conoce como el "Bogotazo". La polarización se agrava en el periodo presidencial de Laureano Gómez elegido en 1950 con la abstención del liberalismo.


Tanto en las ciudades como en las regiones rurales se identificaban claramente las características de una confrontación social. Sin embargo, el conflicto de clases se transforma en una lucha de carácter partidista entre los partidos Liberal y Conservador. El sector de la justicia, el Ejército y la Policía dejan de ser neutrales y comienzan a ejercer regímenes arbitrarios: los conservadores enviaban a municipios liberales policías reclutados en bastiones azules como Boyacá, Santander y Nariño. Por otra parte, los hacendados conservadores financiaban las bandas conocidas como "pájaros" con el objetivo de expulsar a campesinos u ocupantes de terrenos que consideraban suyos.


La “Popol” es el acrónimo de Policía política usado por el partido liberal para referirse a ese componente de las fuerzas armadas oficiales durante los gobiernos de Ospina Pérez y Laureano Gómez. Era la policía encargada de patrullar los sindicatos y partidos políticos opositores al sistema. Sirvió como brazo armado del conservatismo durante la “violencia”.


La Constitución de 1991 reconoció, por lo menos formalmente, postulados esenciales dentro de un ordenamiento democrático. El reconocimiento de la diversidad étnica y cultural. La constituyente protegió con gran acierto la diversidad de los individuos, con el propósito de sembrar el germen del pluralismo y dentro de este la libertad de cultos.


Jerarquía católica ligada tradicionalmente al poder.


Ligada al poder económico y político y desligada de Dios, contrario al concepto de religación (del latín religare) del cual nace el concepto de religión, que define el filósofo Enrique Dussel: “Todo hombre está ligado metafísicamente al Otro. Todos somos responsables de todos”. Mientras que Juan Carlos. Scannone (teólogo jesuita) manifiesta: “Esa religación es la experiencia fundamental que nos abre el camino hacia Dios, polo intencional de la religión”.


La iglesia católica ha sido propietaria de enormes cantidades de tierras y bienes inmuebles desde la Época Colonial, por lo que el concepto de propietarismo o defensa a ultranza de la propiedad privada atraviesa transversalmente sus intereses y conduce sus actuaciones “morales” cuando participa en la vida pública a través de la enseñanza y la política.


Ahora bien, hay cuestiones como bendecir las armas para que otros se maten en guerras fratricidas donde, además, mueren inocentes; blasfemias y sacrilegios que, en mi opinión, no pueden ser perdonadas por los humanos ni siquiera por los que dicen ser representantes de Dios en la tierra. Ni siquiera bastará que ellos mismos se perdonen por el silencio cómplice por muy grande y sincero que sea su arrepentimiento. No será suficiente que expresen: "Dios, perdónanos por guardar silencio". Es cierto, solo Dios puede perdonarlos pero eso no lo sabremos nunca porque tendríamos que estar por encima de Dios y tener una inteligencia superior a Él, para saberlo.



Ínterin, ¿quién le pide perdón a los creyentes fieles a la doctrina de la iglesia católica? El señor Ingeniero Hernández ha lanzado una ofensa gravísima contra la fe del pueblo colombiano. En el supuesto caso que lo hagan, ya el daño está hecho, no significa que los feligreses dejarán de creer, por el contrario creo que reforzarán su fe. Lo más probable es que busquen “albergue” en otras iglesias no católicas. El daño se lo hace la iglesia católica colombiana asimismo, un suceso que aumenta su ya endeble institucionalidad debido al viejo país que aun tiene como fija obsesión en sus mentes retrógradas y por todos los escándalos de pederastia que la condenan.


Fuentes consultadas:

1. Germán Marquinez Argote, Filosofía de la Religión, Ediciones USTA, 1982.

2. Javier Andrés Camacho Molano, Estado y Religión Católica en Colombia. Revista UPTC. http//www.revistas.uptc.edu.co

3. El delito político en la Constitución de 1991. http//www.scielo.org.co

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