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¿Se le hizo tarde a la izquierda para hacer el cambio prometido?

Por: Rodrigo López Oviedo


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Luego de décadas de oposición, en las cuales resultaron inmolados miles de sus militantes, la izquierda colombiana es hoy la rectora del gobierno nacional. En gracia a los ideales de esa izquierda, este gobierno debiera estar impulsando transformaciones inspiradas en una utopía que remonta sus orígenes a tiempos de la antigua Grecia, que ofrece ejemplos prácticos en el cristianismo primitivo, que ha recibido aportes de pensadores como Platón, Moro, Campanella, Bacon, Saint-Simon, Fourier y Owen, entre otros, además de las aportaciones científicas de Marx y Engels, y que pueden sintetizarse en la conquista de un tipo de sociedad ideal, orientado a promover la armonía y la felicidad de todos sus integrantes.



Han sido, sin embargo, años difíciles, en los cuales el solo plantear cambios de alguna trascendencia ya originan por sí mismos enormes ruidos dentro de la sociedad, y más aún dentro de una oposición que no tacañea recurso alguno, ni siquiera el más abyecto, en impedir que este gobierno se oriente a resolver siquiera las necesidades más básicas de los más pobres. Las triquiñuelas y trapisondas que le hemos visto dan cuenta de ello, y superarlas requiere no solo de un mandatario dispuesto a batirse por su pueblo, sino, además, de una fuerza congresual mayoritaria y, sobre todo, de un pueblo altamente dispuesto a ratificar en las calles su mandato en las urnas cada que las condiciones lo demanden.


Estas son tres tareas que se concretan en conservar la presencia decisoria del Pacto Histórico en Casa de Nariño, en llevar al Congreso 55 senadores y 86 representantes y en elevar la conciencia popular con miras a potenciar su combatividad.


Pero son tareas que, por lo que vemos, no ofrecen una muy satisfactoria perspectiva. Hoy estamos ante la misma actitud de siempre, en la cual las baronías electorales, hombres y mujeres con algún potencial de votos, comienzan a movilizarse, pero no para motivar a la población a sumir un papel acorde con sus intereses concretos, sino a buscar los respaldos que les permitan figurar, y en posición destacada, en los próximos tarjetones electorales.



Sobre la base de tales actitudes, podrán conseguirse las que pueden llegar a ser algunas alegrías menores, satisfactorias de pequeñas ambiciones, más no un resultado del que podamos esperar transformaciones verdaderamente trascendentales.


Al momento de redactar este comentario, en Bogotá se está protocolizando el nacimiento del Movimiento Político Pacto Histórico, hacia el cual evolucionó la coalición del mismo nombre. Ojalá los resultados de dicha creación nos permitan ver con mayor optimismo el porvenir que debe sobrevenir a este opaco presente. Es lo menos que podemos esperar del nuevo partido, que tanto necesitamos.

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