top of page

Cleptomanía en la política



Se convirtió en costumbre inveterada de muchos ciudadanos lanzarse a cargos de elección popular: gobernaciones y alcaldías, como si estuvieran apostando a ganar el "premio mayor" del Baloto y los "premios gordos" de la lotería de la Cruz Roja. Entre tanto, los "premios secos" de mayor a menor cuantía se los disputan concejales, diputados y ediles. Por supuesto, hay excepciones. Hay gente buena que se pierde en el camino y, otros muy poquitos, en vía de extinción, que se mantienen incólumes. Siempre habrá una lucecita de esperanza. Dicen algunos que todos somos culpables; que solo hay unos menos inocentes que otros, que nadie es santo y es cierto, pero en nombre de la no santidad no se pueden justificar crímenes o delitos de cualquier índole. ¡Hay que esforzarse por alcanzar la santidad! Tal vez no logremos la meta pero nos alcanzará para ser justos.


Y cuando ganan celebran con whisky fino y cervezas. En medio de la algarabía se frotan las manos. Los seguidores, aduladores por excelencia, abrazan a los ganadores. Los lisonjeros también se dan entre si palmaditas en la espalda. Cantan vítores y vivas. ¡Coronamos!, expresan los candidatos ganadores y sus séquitos. Parece que en realidad se ganaron los premios gordos sin comprar los billetes de lotería.



En la carrera por ganar mediante elección popular los empleos públicos de mayor importancia en los entes territoriales poco importan los méritos profesionales y las calidades éticas. No es el empleo público lo que les importa aun cuando éste sea requisito sine qua non , sino el acceso al erario. El empleo público tiene como contraprestación el servicio público gratuito ofertado a los ciudadanos que pagan esos salarios a través de impuestos y contribuciones. La obligación o deber de los servidores públicos es servirle a los ciudadanos y no servirse del poder que es entregado como depósito de confianza por parte de los ciudadanos cuando eligen a sus gobernantes.


Para abrir la puerta de acceso al tesoro público, la clave ya no es: ¡Ábrete sésamo! Basta que los alcaldes y gobernadores se froten las manos delante de la puerta para que esta se abra automáticamente.


Hay cleptómanos de todas las profesiones: abogados, economistas, neurólogos, arquitectos, ingenieros y hasta sacerdotes. Tienen unas manotas hábiles y fuertes capaces de abrir una caja fuerte sin utilizar una sola herramienta. He visto a algunos quitar con asombrosa facilidad las tuercas que aseguran las llantas de sus automóviles sin utilizar la cruceta. Soy testigo de la cleptomanía de un amigo que fue alcalde en un municipio de Bolívar. Fue tratado con miles de terapias cuando era un adolescente, pero el psicólogo aburrido al ver que era irremediable su mala conducta, le dijo: "Amigo cuando tengas la oportunidad consígueme un Smartphone”...¡En vos confío!


Y se inventan unos slogan de campaña que son un insulto a la inteligencia: "Por la reconstrucción de Barranquilla". ¡No señores, no cayó una bomba atómica en la ciudad! Después si vino el “estallido nuclear” del presupuesto de este “sitio de libres” donde residen los bulliciosos mudos. Edgar George, "Digno sucesor", pero rompió con Hoyos Montoya y creo su propia tolda política: "Alternativa democrática", ni alternativa ni democrática. Guillermo Hoenisgberg, "Más soluciones". ¡Hombe! Fue el alcalde que tuvo más líos con la justicia Humberto Caiaffa, "Para vivir mejor". Sí para vivir mejor él y su hermano Vicente. Alejandro Char, "Barranquilla capital de vida", pero los fines de semana la crónica roja relataba la ola de inseguridad y tasa de homicidios creciendo; "Barranquilla florece", pero solo se encontraban flores en el cementerio. "Barranquilla imparable", es mejor decir: ¡impagable! Ventura Díaz (gobernación): "El querer y la esperanza de un pueblo", pero el pueblo se quedó esperando la esperanza.



Nada de nada. Por crisis financiera Barranquilla tuvo que acogerse a la Ley 550. Y al igual que hoy la ciudad está quebrada. El presupuesto de vigencias futuras está comprometido hasta el año 2035. Quiero oficiar, por un momento, como abogado del Diablo, para defender a los ex alcaldes y ex gobernadores. Pienso que ellos no fueron los culpables sino sus publicistas por querer solucionar a punta de lemas y slogans los problemas de la ciudad y el Departamento. Así pues que "muerto el perro se acabó la rabia".


De paso quiero asesorar gratuitamente en proyección de imagen a los futuros candidatos, proponiéndoles los siguientes slogans de campaña: "Haremos lo que se pueda"; "No me robaré ni un peso", porque es sospechoso decir: "No me robaré un peso" (puede ser interpretado como: me robaré más de uno); o algo atrevido como: "Hasta que el dinero nos separe" o, “sin presupuesto no hay paraíso”.

bottom of page