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Foto del escritorVíctor Herrera M.

¿Y la agenda ciudadana?



Cada día despertamos con un escándalo. Un espectáculo para la galería. Un nuevo episodio del sainete político. Un cautivador capituló de la novela nacional.


Por un lado, los medios alimentando mediante un periodismo fácil –al que se le olvidó la reportería en las calles y en los pueblos, con la gente– una narrativa interminable sobre cada una de las actuaciones o las frases altisonantes, atrevidas y hasta irrespetuosas que dice en su red X el presidente Gustavo Petro, pero también sobre cada una de las metidas de pata o de los actos indebidos de sus nombrados o sus allegados, que no se cansan de “dar papaya”.



Por el otro lado, la teoría del “golpe blando” que pregona permanentemente el primer mandatario. Es la estrategia característica de los gobiernos populistas de hoy. Es lo que los politólogos llaman “la gran mentira” que presenta al gobernante como la única esperanza del pueblo noble, pisoteado y traicionado frente a una clase dirigente que lo odia. La utilizan a su favor tanto los de derecha (Trump, Bolsonaro, Milei, etc.) como los de izquierda (Putin, Sánchez, Maduro, etc.).


En medio de todo esto los habitantes de este país entretenidos. Asistiendo a un espectáculo cada vez más colorido. Como idiotas útiles observando con denodada atención –y muchos, sin embargo, participando en el odio y la polarización– el despliegue amplificado por medios, redes y plataformas repletas de bodegas y de fanáticos de lo que a cada una de las partes les conviene mostrar para mantener la guerra, las ventajas, las excesivas utilidades, los privilegios, las coimas, la corrupción, las cuotas políticas, los fueros, las tierras, los territorios, la Informalidad, el contrabando, la ilegalidad, el narcotráfico, los rating de sintonía, los seguidores, los likes, etc.


Razón tiene el Nobel de literatura Mario Vargas Llosa cuando nos recuerda que: “…En la civilización del espectáculo la política ha experimentado una banalización acaso tan pronunciada como la literatura, el cine y las artes plásticas, lo que significa que en ella la publicidad y sus eslóganes, lugares comunes, frivolidades y tics, ocupan casi enteramente el quehacer antes dedicado a razones, programas, ideas y doctrinas.” (La Civilización del espectáculo. Alfaguara. 2012)


Mientras, todo este entramado se desarrolla en “el país político”, como decía Gaitán, “el país nacional” sigue padeciendo, en medio de la ignorancia general, sus verdaderas luchas y penurias diarias.


De tal suerte que la agenda ciudadana ha pasado a un último plano. Las necesidades, los deseos, las expectativas de los habitantes no ocupan las primeras planas. Temas como la inseguridad, la pobreza, el desempleo, la desnutrición infantil, la violencia de género, la calidad de la educación, los subsidios, las tasas de interés, la salud mental, la carestía de los servicios públicos, los aumentos en la gasolina, entre otros, no hacen parte de la agenda mediática.



De hecho, las encuestas solo se limitan a registrar lo que algunos habitantes de las principales capitales opinan sobre la imagen del presidente o de sus actuaciones en relación con La Paz, las relaciones internacionales, la economía, etc.


Es hora de que la agenda ciudadana pase al primer lugar nacional sobre todo ahora cuando ya se perfilan algunas figuras para las elecciones del 2026 y necesitamos saber que piensan y cómo van a solucionar cada uno de los verdaderos asuntos que más nos afectan y nos interesan, para que finalmente podamos reconocernos en nuestro territorio, tomar conciencia de nuestra composición social, étnica y cultural y para orientar a los colombianos hacia unos propósitos comunes que se reflejen en una gran tarea solidaria.


@vherreram

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