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Vacuna: ¡Sálvese quien pueda!



Esta semana han comenzado a recibir la vacuna contra la COVID-19 los habitantes el Reino Unido, Rusia y China. La otra semana lo harán los norteamericanos.


Muchos soñábamos con este momento, pero de una manera muy distinta: algo así como esas historias de película en donde el mundo entero, encabezado por sus científicos más connotados, luchaba unido en contra de un enemigo invisible y mortal cuyo contagio y letalidad eran los más veloces conocidos hasta el momento y que amenazaba, como en efecto sucedió, con invadir los hogares de todos los países del globo terráqueo y cobrar la vida de muchos de sus habitantes. Y, lo mejor y más emocionante, una vez descubierto el antídoto se distribuiría de manera humanitaria y equitativa hasta los lugares más pobres y lejanos del planeta.



La realidad es otra. Lo que hemos presenciado es una carrera científica de por lo menos 12 multinacionales dueñas de laboratorios, cada una por su lado, para lograr la vacuna que, negociada de antemano con los países más poderosos del mundo, pudieran garantizar una ganancia nunca vista para sus dueños. Eso en el occidente. Al otro lado, una guerra geopolítica queriendo reafirmar la supremacía mundial de China y Rusia los que prefirieron desarrollar su propia vacuna.


Es cierto que, como nunca antes, en menos de 1 año de haber aparecido la COVID-19 en Wuhan, China, se logró tener no solo una sino una gran variedad de vacunas con diversas características y niveles de efectividad. Recordemos que la vacuna contra la Poliomielitis tardó en desarrollarse 40 años y la de la Hepatitis B, 17 años.


Pero lo que viene es grave: la distribución de la vacuna. La desigualdad y la inequidad promovida por los poderosos en pleno ejercicio de un auténtico capitalismo salvaje han estado presente en la creación, la comercialización y, más que todo, en la repartición de la vacuna.


Al respecto, la OMS lidera –quizás de manera idealista en el mundo de hoy– un acuerdo conjunto llamado COVAX conformado por más de 180 países (Colombia entre ellos) para acelerar el desarrollo y la fabricación de la vacuna contra la COVID-19 y, sobre todo, para garantizar el acceso justo y equitativo a ella por todos los países del mundo, sobre todo los que menos posibilidades tienen de adquirirla.


Por ejemplo, Colombia, país tercermundista, subdesarrollado y pobre, solamente ha podido comprar a los laboratorios privados directamente hasta la fecha una dosis doble de la vacuna para 5 millones de habitantes, entre personal de la salud y señores de la tercera edad, que es la prioridad y que recibirán la vacunación a mediados del próximo año, si acaso. Lo malo es que son 13 millones de colombianos los registrados en estos 2 segmentos de la población. Y esas vacunas alcanzan apenas para un 10% de la totalidad de nuestros compatriotas. ¿Qué pasará con el 90% de la población restante?



El ministro de salud ha anunciado que se podrían vacunar en el segundo semestre del próximo año a otros 10 millones de colombianos a través del mencionado COVAX (mediante el cual La OMS escogerá 3 vacunas promisorias para hacer ensayos clínicos en 20 países, entre los que está Colombia junto con Brasil, México, Argentina, Chile y El Salvador en América. En cada país se probarán las vacunas con 4 mil voluntarios y los resultados se tendrían en un periodo de 3 a 6 meses). Si esto último funcionara aún nos quedarían por vacunar para el 2022 poco más de 33 millones de compatriotas. Casi el 70%.


Mientras todo eso sucede: ¡Sálvese quien pueda!


@vherreram

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