Por: Mateo Duarte del Castillo
Este es un llamado desesperado a la sensatez, a bajarle 3 rayitas a la locura desatada, el asunto con los hijo-mascotas se salió de madre: dueños cargando a sus espaldas a sus mascotas por la calle en un día soleado para que no se les quemen las patas, cientos de miles de pesos gastados en “outfits” de marinerito, de Superman, de los Vengadores para después subir sus fotos a Instagram donde gente más orate aún les da miles de likes.
Cientos de miles más de pesos en guarderías, champús, alimentación especial para que les brille el pelo. Sé, por buena fuente, de dueños que prefieren aguantar hambre con tal de comprar un bulto de concentrado de $400.000 y si hay que operar al animal piden prestado a un banco porque el procedimiento cuesta entre 3 y 5 millones.
Los nuevos ricos son los veterinarios, cuidadores, paseadores y vendedores de los accesorios para mascotas más inútiles y ridículos que se puedan imaginar (chupos, patines para las 4 patas, etc.).
Tarjetas de crédito, restaurantes, cafés, tiendas de grandes superficies, bares, todos pet friendly y pobre del negocio que no lo sea: lo “funan”, y presionan en redes hasta que dejen entrar mascotas o cierren. “A donde voy yo, tiene que ir mi hijiperro, punto”. Si una pareja se separa, se pelean a muerte la custodia: “Quédate con tu puto apartamento, pero Juan Mateo se queda conmigo”. Sí, ya les ponen nombres compuestos…
Se sienten completos y felices con el animal porque lo pueden amar sin límites y les será correspondido, ahí estará siempre cuando lleguen a la casa del trabajo y los reciban a lengüetazo limpio en la cara sin saber que se acaban de tomar toda el agua del inodoro, no importa.
No son mascotas para sus hijos porque lo último que desean es tener precisamente eso, hijos humanos, y aquí viene lo preocupante, si la población en Colombia sigue envejeciendo al ritmo que va y no hay un relevo generacional que sostenga a los próximos que están a punto de pensionarse, los (as) que decidieron no tener hijos les va a quedar más difícil lograrlo porque habrá menos gente “nueva” que aporte al sistema. Esto claramente solo pasa en estratos 3, 4 y 5 porque en los 1 y 2 la fertilidad nunca ha sido un problema, se reproducen como conejos, pero a duras penas uno de cada cinco logrará pensión, entonces tocaría subsidiar toda esa camada ¿y de donde saldrá esa plata?
Lo único que podría recomendarle a mis queridos pet lovers sin hijos humanos es que aporten mensual y juiciosamente ya sea a Colpensiones o a un fondo privado porque cuando ya no puedan levantar una cuchara ni limpiarse el culo la mesada les servirá para contratar a un enfermero (a) que lo haga por ustedes ¿o es que piensan que el animalito se los va a hacer? Piénsenlo.
Hago votos por una relación menos enfermiza entre dueño y animal: no son bebés, no deben usar pijamas, diademas, tiaras ni disfraces, no son un recipiente emocional donde ustedes se refugian, son una parte de sus vidas no su vida entera; ya no hay pandemia, intenten tener relaciones adultas con humanos sin desesperarse a los 6 meses porque a uno de ellos con 35 años le gustan los comics, y se gastó un platal en un disfraz de Iron Man para ir al Comic Con.
Tómenlo como un emprendimiento, al principio uno es todo fe, novedad y ganas pero si no da resultado no abandonen el compañero(a) de vida, les durará más tiempo que un animal, no es bueno llegar a viejo solo rodeado de gatos, oliendo a mierda de michi y encima de todo, sin pensión.
Pregunta: ¿Qué hay que estudiar para ser animalista? ¿Biología? ¿Veterinaria? ¿O se trata simplemente de tener empatía y amor desbordado por cualquier cosa que pique, muerda, repte, camine, se arrastre, nade o vuele?
Es para una tarea.
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