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La fascinación de ser derechista

Por: Edgar Uruburu



Ser de la derecha parece que se ha arraigado como uno de los más significativos egos del ser humano. Se goza con el inexplicable engranaje en el que se ha encauzado el hombre. Se pide a gritos que quienes se supone han cometido algún acto delictivo deben ser castigados con todo el peso de la Ley y por ello aplauden a energúmenos como Trump, Netanyahu, Bukele, Milei, Uribe Vélez entre miles de personajes con similares características.


Desde hace mucho tiempo se ha acentuado la lucha entre la izquierda y la derecha, a pesar de que se creó la figura del progresismo, que no es sino una distracción, aprovechada por un sin número de oportunistas, que en realidad deberían tener la etiqueta de traidores, que como bien se han distinguido a través de la historia lo único que buscan es beneficio económico o una gran figuración para satisfacer su egocentrismo.



Pero sumado a todo esto, y que en realidad lo que hace es multiplicar exageradamente el número de “fans” o simplemente ovejas al servicio de una causa que creen suya, pero que en realidad es la de muy pocos. Es el caso de Donald Trump, quien a pesar de vivir en un país donde se cumplen las Leyes, es uno de los personajes más controvertidos y acusado de evasión de impuestos sin tener la más mínima condena y el impedimento para ejercer cargos públicos y mucho menos ser nuevamente presidente de la “nación más poderosa del planeta”. Son multimillonarios que hacen lo que quieren con una sociedad adormilada y con un estado mental cada vez más degradado.


Pero los derechistas aman y admiran a sus jefes y por ello aclaman y se ponen del lado de Netanyahu y su magnicidio en contra del pueblo palestino, de Buckele y su sentido de justicia, que aplica a su manera sin juicios previos, enviando a sus mazmorras modernas a hombres y mujeres por el sólo hecho de tener un tatuaje o porque creen que no está de su lado. Para él todos los jóvenes son posibles delincuentes. Pero hasta la señora del tinto de un consultorio implora porque a Colombia llegue un líder de “ese talante” y construya las cárceles igualitas a las de El Salvador. Para que metan allí a los vagos que se fuman ”su cachito”… y guardan un silencio cómplice con todas las aberraciones cometidas por los corruptos que se han robado los dineros de la salud, de los niños, de la comida y de todo lo que huele a ayuda para el pueblo, por los asesinos de los falsos positivos, entre tantos crímenes de Lesa Humanidad Se hacen los de la vista gorda con los muchos malos que son juzgados y que después de encontrarlos culpables les dan casa por cárcel. Al final es un derechista bueno porque quiere acabar con los que protestan, es decir los de izquierda, según ellos.


En cambio, como un hecho cotidiano al ladrón que cogen en la calle o en el bus, sin comprobar si en realidad es culpable, sin recordar que: “nadie es culpable hasta que no se le demuestre lo contrario”. Le caen con todo el peso de las varillas, las patadas, los puños y todo lo que puedan y de todas partes salen voces que gritan: denle duro, rómpale la jeta, péguenle en las güevas, quítenle los zapatos y el pantalón y muchas cosas más y creen que están haciendo justicia, olvidando que se están convirtiendo en criminales al actuar por su cuenta. Y más se lo creen cuando llegan los policías y después de ver el estado en que entregan al supuesto malhechor, los policías felicitan a la ciudadanía “por ayudar a cumplir la Ley”. Esa es una muestra de cómo se está actuando y fraguando el mismo sentir y accionar de las autodefensas. Quitar del medio a quienes creen de izquierda, colaboran con ella o simplemente para darle un escarmiento a la comunidad, y así sepan lo que les pasaría si se ponen del lado contrario. Es decir, aquellos que los denuncian, impiden sus actos de barbarie y quieren una sociedad diferente. Entonces para ellos es normal asesinar líderes comunitarios, periodistas, sindicalistas y todos aquellos que están en la otra orilla.


La fascinación, el orgullo y la elitización de hoy es sentirse y pertenecer a la derecha, porque es la buena del paseo, es la que imparte justicia, así la mayoría de sus líderes nacionales y mundiales asesinen sin piedad a todos los que se cruzan en su camino y no les importa que para ello tengan que arrasar con pueblos y ciudades enteras. Caso indiscutible y miserable el de Netanyahu en contra del pueblo palestino y que, en lugar de encontrar el repudio mundial, es apoyado y aplaudido por millones de personas.


Las AUC, Autodefensas Unidas de Colombia, sembraron su granito de arena en un país donde reverdecen los campos con una agricultura rica y maravillosa, pero con un veneno poderoso y oscuro como es la coca y el gran negocio que ha convertido al país en una guarida de salvajes que se ufanan de haber acabado con las “minas quiebrapatas”, pero las reemplazaron por plomo por doquier, desapariciones forzadas, y el dominio total con la narco política en todo el territorio nacional y logrando el adoctrinamiento a través de los Medios masivos de Comunicación, las iglesias, los clanes, las bandas y el dinero mal habido, que circula por doquier.


El odio está metido en la mente de muchos colombianos que no han entendido que la polarización los lleva a una lucha innecesaria e inútil en favor de unos pocos. Están inculcando el hacer justicia por sus propias manos y con ello se convierten en delincuentes, en posibles asesinos y si se lo inculcan a sus hijos vendrán generaciones que sólo piensen en la guerra, en ese odio exacerbado que se ve en videos donde hombres, mujeres (incluidos ancianas y ancianos) y niños gritan desaforadamente, pierden el control de la voz que se convierte en un espectro de amenazas de todo tipo, incluidas las de muerte.



Si se sigue en esa tónica, con la complacencia de las autoridades, serán agredidos por igual culpables e inocentes, víctimas y victimarios y los agresores deben ser acusados, no felicitados, como cualquier delincuente porque están actuando por fuera de la Ley. No a las autodefensas en los buses, las calles, los barrios, los pueblos y en toda Colombia. Para hacer un país más grande y justo necesitamos no autodefensas locales sino ejército y policía que cumplan con su deber como debe ser, jueces imparciales y gobernantes comprometidos con sus electores y promuevan la paz, la justicia y el desarrollo socio económico.


Amigo lector, ciudadano del común, trabajador, estudiante, profesor, vendedor, hombre o mujer, ame la paz y no la guerra. Dígale no a la violencia. Las AUC no pueden renacer y menos que tengan como origen las calles, los barrios, el transporte público y mucho menos las marchas. Póngase la mano en el corazón y recuerde el dolor que han sufrido miles y miles de familias en este rincón del planeta llamado Colombia.

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