La demagógica descertificación de EE. UU. a Colombia
- Acta Diurna

- 16 sept
- 4 Min. de lectura
Por: Dany Oviedo Marino

Pues sí, regresamos al ruedo. Treinta años después, el fantasma de la descertificación de Estados Unidos vuelve a rondar por Colombia. Es como si la historia fuera una comedia de enredos con un guion tan malo que da pena ajena. La última vez fue con Bill Clinton; ahora, la figura es Donald Trump. Y lo más gracioso de todo es que, en su retórica, nos regala un 'dicho' digno de su forma de tomar decisiones: nos descertifica, pero a la vez, nos dice que puede revertir la decisión si nos portamos bien. ¡Ah, la diplomacia de la amenaza disfrazada de sugerencia!
Es el mismo presidente que, hace unos años, "consideró seriamente" descertificarnos, pero se le olvidó. Ahora, parece que le agarró el gusto. Quizás es su manera de decir "yo soy el que manda", como si todavía estuvieramos en la unipolaridad de los años noventa. La verdad es que, para él, la descertificación no es más que una moneda de cambio, una herramienta para hacer política interna. Y Colombia, por su parte, se convierte en el mejor bolsa de boxeo para sus discursos demagógicos.
Aquí viene la parte más ridícula del asunto: a pesar de toda la bulla y el drama, las implicaciones reales de esta decisión son, en la práctica, mínimas. El Departamento de Estado de EE. UU. ha dejado claro que la cooperación se mantendrá porque es "vital para los intereses nacionales de Estados Unidos" y que la ayuda económica seguirá llegando. Es decir, nos sancionan, pero no del todo. Nos regañan, pero nos siguen dando plata. Es como un padre que le prohíbe a su hijo ir a la fiesta, pero le da dinero para que se pague el taxi para llegar a ella.
La ayuda que podríamos perder es, en realidad, una porción pequeña de lo que Colombia recibe. Además, el expresidente Ernesto Samper, quien vivió el calvario de la descertificación en los 90, ya lo dijo: "no es el fin del mundo". Es más, nos ofrece la oportunidad de demostrar que la lucha contra las drogas es una responsabilidad compartida, y que el problema no es solo nuestro.
En resumen, la descertificación es una de esas decisiones políticas que suenan mucho, pero que al final, se diluyen en un mar de excepciones y condiciones. Es un mensaje de desconfianza que nos pone en la misma lista que países como Venezuela y Bolivia, pero que al mismo tiempo nos sigue viendo como un socio estratégico. ¡Qué bipolaridad! La única diferencia es que, en 1996, el país se sentía humillado; ahora, parece que la reacción es más bien un "aquí vamos de nuevo".
Así que, mientras los políticos en ambos países se pelean y la prensa titula con alarmismo, el negocio del narcotráfico sigue su curso. La descertificación de Trump es más un golpe simbólico que un impacto real.
Más allá de la sátira, la descertificación de Colombia por parte de Estados Unidos es un grave error de cálculo. ¿Por qué? Porque la lucha contra el narcotráfico no es una calle de un solo sentido; es un esfuerzo bilateral. Al retirar la cooperación, EE.UU. no está castigando solo a Colombia, sino que se está haciendo daño a sí mismo. ¿Quién cree que terminará con más droga en sus calles, en sus escuelas y en sus barrios? La lógica es tan simple como obvia: si se debilita la capacidad de Colombia para controlar la producción y el tráfico, el flujo de narcóticos hacia el norte se hará más fuerte e incontrolable. En el fondo, la medida de Trump demuestra una falta de comprensión fundamental sobre la complejidad de la cadena de suministro de drogas, que empieza en los cultivos ilícitos, pasa por las rutas de tráfico y termina con los narcotraficantes gringos que inundan los mercados de consumo de EE.UU.
La descertificación de Colombia no es un evento aislado; es un patrón recurrente en la política exterior de Trump. A lo largo de su carrera política, ha demostrado una tendencia a actuar como un "matón" global, utilizando amenazas y sanciones unilaterales para imponer su voluntad sobre sus aliados. Desde los aranceles impuestos a la Unión Europea y Canadá hasta las amenazas a la OTAN, su política de "América Primero" a menudo ha resultado en el aislamiento de sus socios tradicionales. Esta estrategia de alejarse de los aliados para "hacerlos más fuertes" o para forzarlos a la obediencia no solo es arriesgada, sino que también crea un vacío de poder que otros rivales, como China y Rusia, están más que dispuestos a llenar. En un mundo cada vez más multipolar, la política de Trump de "o estás conmigo o estás contra mí" termina debilitando la influencia de EE.UU. y empujando a los países a buscar nuevas alianzas.







Comentarios