El ridículo fracaso de la campaña presidencial de Vicky Dávila
- Acta Diurna

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Por: Stella Ramirez G.

No prosperó la campaña de la precandidata Vicky Dávila. Lo suyo fue un intento fallido: una propuesta sin alma, sin verdad y sin propósito, sin propuestas. Y quizá por eso tal vez le duela, porque el ego también se hiere cuando no encuentra eco.
Hace tiempo que Vicky Dávila se alejó del periodismo que informa y construye. Hoy su oficio parece otro: propagar día a día el odio, dividir al país y alimentar la desconfianza. Cada palabra suya busca un enemigo más que una reflexión. Y con su “precandidatura” —esa voz que repite sus gestos y consignas— intenta convertir la rabia en discurso político.
Pero ningún proyecto que nace del desprecio puede prosperar. El odio no levanta pueblos; los fractura. Y aunque se disfrace de “defensa de la libertad”, lo que se protege, en el fondo, es el poder de manipular la opinión y mantener al país prisionero del miedo.
La precandidata levanta la voz, acusa, calumnia y demuestra su odio por el presidente, creyendo que eso le suma adeptos. No advierte que la mentira tiene vida corta: no respira verdad, ni inspira confianza. Y cuando el resentimiento se convierte en estrategia, el desgaste llega pronto.
Mientras tanto, el país verdadero —el que madruga, el que trabaja, el que sueña— está cansado de tanta estridencia. El pueblo sabe distinguir entre quienes aportan y quienes viven del escándalo; entre quienes siembran esperanza y quienes comercian con el dolor ajeno.
La propuesta de odio de Vicky Dávila no caló entre los colombianos que estamos cansados de ese tipo de campañas. Y ahora, ante el fracaso de esa siembra del rencor, solo queda la alianza entre quienes comparten un mismo proyecto: derrotar a Petro. Pero se les olvida algo esencial: a Petro ya no se le puede derrotar, porque su fuerza no está en los votos, sino en el despertar del pueblo. Y ese pueblo —por fin consciente— no vuelve a dormirse.
La única propuesta que ha hecho la señora Dávila es pedir a los Estados Unidos que “hagan lo suyo” en Colombia. ¿Intervención? Al mejor estilo de María Corina Machado en Venezuela. Olvida que en toda intervención extranjera, las únicas víctimas son los pueblos que se atreven a soñar con su propia independencia. Y este pueblo —por más que intenten apagarlo— ya aprendió a no arrodillarse.







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