Por: Manuel Restrepo D.
75 años cumple la declaración universal de los derechos humanos, que con 30 artículos, se constituye en el documento humano más importante de toda la historia de la humanidad. A través de él se universaliza una idea de ser humano, de justicia, dignidad y respeto por la vida, las libertades y la misma condición de quienes habitan en este tiempo el planeta tierra. Nada más completo que la declaración surgida de las cenizas de la humillación provocada por el holocausto nazi. Y hoy nada más contrario a ella que el holocausto sionista contra el pueblo de palestina.
Para mantener su vigencia la declaración fue entregada a La Organización de las Naciones Unidas (ONU) creada en 1945, para que basada en ella, se encargara de promover la paz y la cooperación entre los países del mundo, prevenir los conflictos armados, proteger los derechos humanos, fomentar el desarrollo sostenible y proporcionar ayuda humanitaria en situaciones de crisis.
Los derechos existen, están creados y nadie los puede anular, ni siquiera por consensos en democracia, aunque la degradación de sus garantías sea cada vez acelerada, agenciada por el capital voraz e inhumano que lo convierte todo a mercancía.
El organismo de protección, la ONU, en cambio sí está directamente fracturada, corroída por dentro, debilitada, sometida a la humillación propiciada por pocos estados poderosos que le trazan su destino, la mantienen al desnudo, sin fuerzas para defenderse de los ejércitos genocidas que arrasan con la vida de pueblos enteros como palestina a manos del sionismo.
La ONU ya no está logrando desempeñar roles cruciales como la prevención de los conflictos ni el desescalamiento de las tensiones. Recién ayer (diciembre 8) el Consejo de Seguridad compuesto por 15 estados miembros, con 14 votos a favor aprobó una tregua humanitaria en Gaza, pero el voto negativo de Estados Unidos, más una abstención impidieron el cese, al menos por pocas horas, de la matanza despiada del sionismo.
La diplomacia y el diálogo, encargados a la ONU, apenas si existen en el papel y la retórica, que le permite, sin lograrlo, resolver disputas de manera pacífica y evitar el estallido de hostilidades en cualquier lugar. Mantener la paz, se suma a los fracasos provocados, desde adentro mismo de la ONU, para mantenerla activa solo cumpliendo tareas de contabilidad y registro de los hechos de agresión y hostilidad, divulgando comunicaciones de rechazo sin capacidad coactiva, y enviando fuerzas de paz a áreas afectadas por conflictos, donde son grupos decorativos.
Su rol de promotor de políticas globales ha sido suplantado por mafias trasnacionales de poder, que la empujan hacia los bordes para que cumpla un papel secundario de supervisora, con apenas la esperanza, sin certezas, de facilitar transiciones hacia la paz. No es tampoco ya un mediador respetado.
La protección a derechos humanos, que ocupa el lugar central de sus propósitos, está afectada. La ONU, los defiende y promueve con anuncios, programas y agendas, que aparecen más como una técnica para sostener sus propias agencias y mecanismos de análisis, monitoreo y denuncia de violaciones, que una agenda universal para validar la vida humana sobre cualquier otro interés.
Sus llamados a fortalecer la justicia y la rendición de cuentas basada en el respeto a la dignidad y la vida humana y del planeta no logran ser atendidos y en materia de desarrollo sostenible las causas subyacentes de los conflictos, como la pobreza, la desigualdad y la falta de desarrollo tratados a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aunque buscan mejorar las condiciones de vida y reducir las disparidades económicas y sociales, no lo logran, tampoco producen realidades distintas a las fijadas por los mercados.
La reproducción del sistema capitalista lo devora todo a su paso, guiado por un pequeño grupo de inversionistas globales, aliados a estados y gobiernos que crean a su medida la pobreza y la riqueza, que tiene hoy a 3/5 partes de la población en condición de sobrevivientes, millones en éxodo continuo, desterrados por el hambre, la guerra y la miseria, sin patria, sin nombre, deambulando como un umero obligado a esconder su historia, sin acceso a los suministros básicos de la ayuda humanitaria, sin oportunidades de emergencia, refugio, alimentos, agua, ni atención médica.
No son limitaciones las que afectan la efectividad de la ONU para atender diversos desafíos, como la sevicia de la matanza de seres humanos, el asesinato de niños, enfermos, ancianos, que en tiempo real puede ver el mundo entero, que a veces parece educado por los grandes medios al servicio del capital y del poder para la indiferencia y la desesperanza de futuros viables, en paz. La ONU tiene un papel crucial para que el planeta definitivamente no sea devorado por los privilegiados y para que los conflictos que estos diseñan para destruir y reconstruir, no sean la base de la política, pero la ONU está sola, débil, sin capacidad para defender la vida humana y condenar a los depredadores.
75 años después la declaración de derechos humanos es el mejor libro vigente para estudiar, reflexionar, comprender a profundidad y poner en práctica para defender la vida humana como principal riqueza a conservar y mejorar en sus condiciones, en ella está la garantía inclusive para levantarse como pueblos en el supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión.
Es momento para repensar la reformulación de la comunidad internacional y de la ONU, atraer la voluntad política de los estados miembros pero esta vez desde abajo, de la periferia al centro y de afuera hacia adentro, con nuevos liderazgos y reglas iguales para todos los estados, naciones y pueblos. 75 años del día de los derechos para repensarnos como seres humanos, en colectivo, con garantías para que la vida y dignidad sean respetadas y respetables.
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