Por: Carlos E. García P.
Nadie que hoy siga las agudas y complejas peripecias de la lucha ideológica puede dejar de observar un fenómeno que, a primera vista, parece bastante singular: los partidarios más fieles de la oligarquía colombiana se encuentran “preocupados” por el “mejoramiento de la democracia progresista” que ascendió al primer cargo político más importante del país, la Presidencia de la República; ellos ofrecen cuidadosos consejos con el fin de ampliar la “democratización del régimen progresista” ¿Cómo se podría explicar esa “preocupación paternal” por el desarrollo de las bases democráticas de la nación colombiana que forman parte de la comunidad progresista? para contestar a esa pregunta, hagamos una breve incursión en la más reciente historia de los ciudadanos progresistas en el país.
19 de junio de 2022 triunfa la coalición denominada Pacto Histórico en las elecciones para escoger el Presidente de la República de Colombia. El pueblo, cansado de la corrupción extrema en que estaba sumido el país, empieza la construcción de una verdadera Nación Democrática, a pesar de estar cercada por los enemigos que no son otros que los “políticos líderes” de los carteles de la corrupción y del narcotráfico que no se resignan a perder sus pingües ganancias. Miles de ideólogos oligarcas descompuestos moralmente auguran al unísono la pronta destrucción de la joven democracia progresista.
Descargan sobre ella calumnias y chismes y la acusan de “violar derechos y libertades” y de atentar contra los principios de su democracia “santificados a través de los siglos”.
La persecución política contra el Presidente Progresista, orquestada por partidos políticos tradicionales, medios de comunicación amanuenses de los carteles, organismos de control y la extrema derecha, ha sido de una ferocidad y un odio solo comparables con el de Hitler contra los judíos a quienes casi extermina por completo del globo terráqueo y, a pesar de ello, esa persecución no ha obtenido los resultados que esperaban y entonces entran en pánico porque el poder del pueblo, no solo de la Capital de la República sino del país entero en colaboración de la comunidad internacional, en una férrea lucha, ha brindado un respaldo claro e incondicional tanto con manifestaciones multitudinarias en el país como en los estrados judiciales, lucha que ha dado sus frutos y mantiene al mandatario progresista en el ejercicio de sus funciones, eso se llama poder popular (Art. 3° Constitución Política)
El Gobierno de los progresistas ha introducido enormes mejoras en la estructura del país con el objetivo de desarrollar, en toda su profundidad, la democracia participativa, la erradicación de la segregación social, la discriminación en todas sus formas, crear una sociedad más incluyente, digna y soberana e internacionalizar las relaciones entre los pueblos del orbe. Los enemigos del progreso elaboraron sin perder tiempo sus nuevas estrategias ideológicas que se basan en tratar de demostrar las “ventajas” del modo de vida de su “democracia” en comparación con el progresismo.
El nuevo Plan Nacional de Desarrollo denominado “Colombia Potencia Mundial de la Vida” constata un hecho de trascendencia histórica: en la Nación de los Progresistas se edifica una sociedad democrática desarrollada. Dicha sociedad, cuyo sistema político se basa en los principios de la democracia participativa, garantiza la dirección eficaz de toda la sociedad, la participación cada vez más efectiva de la ciudadanía en los asuntos del Gobierno Nacional y la correlación entre los verdaderos derechos y libertades y la responsabilidad civil. La comunidad internacional conoce ahora cuales son las conquistas indiscutibles del pueblo que se hallan detrás de los conceptos de Progresismo y Democracia. Pues bien: si las calumnias sobre la democracia progresista no surten ya ningún efecto, hay que buscar en ella “resquebrajaduras”, “defectos”, proclamar a todos los vientos sus “errores” y, desde luego, aconsejar y hacer recomendaciones para “mejorar el progresismo” que para sus detractores de oficio significa “retroceso”.
Es por ello por lo que los defensores de la oligarquía, los predicadores de oficio y los revanchistas políticos que han tenido la oportunidad de saquear el erario, ahora se “preocupan” tanto por la suerte del progresismo en el país. ¡Es evidente lo que se oculta tras esa “preocupación paternal! La oligarquía jamás abandonará su sueño de “poner en aprietos” al campo progresista, de sus intentos de “hacerlo reventar desde adentro” y de “regresar al poder en los lugares en que la apartaron de la dirección de la sociedad”. A nosotros, los progresistas, no nos importa que nos critiquen, reprochen o aconsejen, porque de todos modos continuaremos por nuestro camino, construyendo la sociedad igualitaria, fraternal y autosuficiente. Los mejores hombres siempre desearon la creación de una sociedad justa y afrontaron la muerte y cualquier sacrificio en aras de realizar su sueño más íntimo, el sueño de la democracia y de la libertad.
Los progresistas estamos comprometidos en esa lucha que, además de proclamar amplios derechos y libertades políticas, proclama y de hecho asegura a cada ciudadano derechos sociales tales como el derecho al trabajo, al descanso, la protección de la salud, la educación, el servicio médico, el derecho a la vivienda digna, el derecho a la seguridad humana, el derecho a un medio ambiente sano y que goce de la protección del estado. En resumen: El Gobierno de los Progresistas lucha para que la nación colombiana ascienda a los más altos estándares internacionales de desarrollo humano. Es nuestra contribución a La Paz.
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