El 2023 ha llegado con muchas más inquietudes que certezas.
En el plano internacional, la guerra de Rusia – Ucrania que cumple casi un año y que involucra tanto al enigmático Vladimir Putin como a la Otan y, de paso, a Occidente, China y al Medio Oriente; los efectos cada vez más evidentes del inexorable cambio climático; la creciente desigualdad social; la polarización política galopante; las múltiples olas de inmigrantes; la inflación desbordante; el bajo crecimiento económico que se proyecta; la volatilidad del Dólar y las graves secuelas económicas y sociales que dejó la pandemia de Covid-19, entre otros, plantean para este año un panorama complicado.
En el plano latinoamericano, el viraje hacia la izquierda populista de los últimos años se consolida ahora con la llegada al poder de Lula Da silva, a cargo de la principal economía de la región: Brasil, que va a jugar un papel fundamental en la integración de los países del área, desde México hasta la Argentina, sobre todo, en las relaciones económicas y políticas con los dos colosos mundiales: EEUU y China.
En el caso de Colombia hay varios factores preocupantes:
En primer lugar, la inflación que, si bien afecta a gran parte del mundo, en nuestro país llega al 13.2%, la más alta de las últimas décadas, impulsada principalmente por los alimentos, cuyas cosechas solo veremos a mediados de año. Se complica aún más la situación con el incremento del IVA a los restaurantes, hoteles y tiquetes aéreos. Y, aunque es necesario, el aumento de la gasolina y el del 40% a los aranceles de la ropa importada, para estimular la producción nacional, no es menos cierto que esto se reflejará en el bolsillo de los colombianos. Está por verse si el generoso aumento concertado del salario mínimo y la disminución de las horas laborales se reflejarán en un incremento de despidos por parte de nuestros empresarios.
Por otra parte, el gobierno plantea unas metas ambiciosas, que no solo pisan callos muy poderosos, sino que crean mucho nerviosismo.
Es el caso de la” Paz Total”. De hecho, a fuerza de utilizar la palabra “Paz” se ha vuelto un concepto gaseoso y con muchas y muy variadas interpretaciones, pero mucho más cuando se le añade el calificativo de “Total”. No está claro el mecanismo para saber si resultará exitoso, esta vez sí y después de tantos intentos, las negociaciones con el ELN. Pero aún más complicado es el asunto que por primera vez se plantea con los grandes grupos delincuenciales, lo que podría derivar en más inseguridad. Tampoco lo de los 100 mil jóvenes a $1millón mensuales que se convertirán en “Gestores de paz”, así sea para paliar el galopante desempleo juvenil.
Otro tema es el de la anhelada Reforma Agraria en la que no están claros los instrumentos legales sobre cómo se van a adquirir las tierras improductivas, pero con gran potencial, para entregárselas a los campesinos y, luego, como van a ser los créditos, los subsidios, la adquisición de los insumos, las vías y demás, para ponerlas a producir.
La agenda legislativa de este año también contempla tres puntos polémicos: Las reformas a la salud, la política y la pensional. Además, está lo de la transición energética.
Todo ello acompañado por la prisa que tiene el gobierno para mostrar resultados, aunque sean “victorias tempranas”, con el fin de obtener dividendos políticos en las elecciones regionales para gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles en octubre. Un triunfo en estos comicios puede significar la consolidación del proyecto del Pacto Histórico a nivel nacional en el próximo lustro.
@vherreram
Comments