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El mosaico de precandidatos tiene más caras que un álbum de Panini

Por: Mario Andrés Arturo Gómez



Ayer la encuestadora Guarumo nos mostró un mosaico con 75 “precandidatos” presidenciales. Ese “álbum de estampitas” es un universo de nombres e ideologías, pero desértico en expectativas y propuestas. Los colombianos somos tan generosos en el ejercicio electoral, que ya son pocos los que dudan en lanzarse al ruedo en la puja por lucir en su pecho la tan anhelada banda presidencial.



Estábamos acostumbrados a ver que era en las alcaldías donde los espontáneos con iniciativa iban a satisfacer sus devaneos narcisistas, pero ahora, cualquiera abriga la esperanza de tropezarse con nuestra ligereza emocional y caer sentado en el solio de Bolívar. Esos “likes” en redes sociales disparan tanta dopamina en el cerebro, que cuando les dan unos tres de más ya todos se sienten presidenciables.


Si bien el derecho a elegir y ser elegidos tiene asidero en la constitución de Colombia, el manoseo de la política con fines personales hace que esto se trivialice. Es cierto, la regla general ha sido que la contienda colombiana no tenga en sus filas a los grandes filósofos atenienses, pero pareciera que ahora en la carrera presidencial compite hasta el borrachito del pueblo.



Los temas de estado no son cosa menor, del eficiente direccionamiento de la institucionalidad depende la vida, la salud, la estabilidad económica, el empleo de millones de personas. Si se presentan candidaturas a manera de protesta, bienvenidas en el ejercicio de la libre expresión, pero ojalá que la ciudadanía entienda que aquí hay nombres que no pueden ser otra cosa que un chiste de muy mal gusto.

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