El fracaso de la catedral que decepciona a los barranquilleros
- Acta Diurna

- hace 11 horas
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Por: Pablo Monchone

Soy barranquillero, y con el derecho de haber nacido aquí me siento en la autoridad de hablar y criticar a mi ciudad. Barranquilla es un enano crecido: aunque más pequeña que sus vecinas, logró imponerse en la región, ganó la pelea portuaria y alcanzó un auge económico digno de admirar.
Una ciudad que se estancó
Sin embargo, la ciudad parece haberse quedado en ese punto. Se conformó con ser la “líder de la región” y descuidó su memoria histórica. Grandes familias que marcaron época prefirieron dedicarse a acumular riqueza antes que preservar el legado cultural. Las casonas del barrio El Prado cayeron en el abandono, mientras el poder económico se mudaba hacia El Country o El Caujaral.
La Catedral como símbolo de desconexión
El caso de la Catedral Metropolitana María Reina es quizá el ejemplo más claro de esa falta de visión. Su arquitectura moderna, más cercana a un hangar que a una iglesia imponente, no logró convertirse en ícono. Iglesias con gran valor histórico como San José, San Nicolás o Chiquinquirá quedaron relegadas, estigmatizadas por estar cerca de barrios populares y golpeadas por el abandono distrital.
La construcción de la Catedral tomó más de 30 años, financiada en buena parte por bingos de feligreses, para dar como resultado una obra que poco aporta al patrimonio urbano.
La Plaza de la Paz: un vacío cultural
Frente a la Catedral se extiende la Plaza de la Paz, un espacio que alguna vez acogió grandes eventos y que hoy luce desolado. Con las restricciones del nuevo código de policía, perdió su carácter cultural y comunitario. Tanto la Plaza como la Catedral se han convertido en símbolos de cemento vacío que no responden a las necesidades de la ciudad.
¿Qué hacer con la Catedral?
Algunos ciudadanos incluso plantean que la ciudad debería repensar este espacio: demoler la actual Catedral, declarar como principal la Iglesia de Chiquinquirá, de arquitectura gótica, y en el lote construir un espacio cultural al estilo de la Media Torta en Bogotá o el José Vieco en Medellín.
Aunque suene radical, el debate refleja una preocupación de fondo: Barranquilla necesita recuperar la memoria y apostar por la cultura, en lugar de conformarse con símbolos que no representan su verdadera historia.







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