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Donde no hay democracia, hay polarización



Quien no conozca los mecanismos de la democracia, aún de la restringida, puede ser arrastrado por huracanes de mentiras. En Colombia donde nunca ha funcionado por ausencia de una tradición cultural, la polarización política ha sido permanente y va de lo limitado a lo amplio en términos mediáticos y demográficos.


En condiciones normales, la democracia en EE.UU, y los países de Europa, la polarización es un producto exótico.



La democracia, en condiciones normales, es un sistema político que presupone el disenso, las divergencias, la confrontación de fuerzas civiles y políticas para determinar el rumbo de la sociedad y los medios para resolver las contradicciones son: la confrontación civil, la movilización, la desobediencia civil, la huelga, el dialogo, la negociación y el voto consciente, libre de clientelismos.


La democracia, en toda la extensión de su significado, supone la actividad responsable del pueblo, orientada hacia la defensa de sus propios intereses, en los distintos frentes de la vida social. Es movilización responsable y organizada como medio y conquista de bienes comunes como fin.


Pero esa movilización responsable y organizada requiere como elemento previo del conocimiento, la formación o ideología política y capacidad de participar en la toma de decisiones y ese paso previo es cultural, generando cultura política, o "tradición cultural", según palabras de Antonio García, uno de los pensadores más profundos y auténticos en el campo del socialismo humanista, quien, refiriéndose a las élites plantea tres tesis:


"1. Las clases ricas no se han convertido en élites intelectuales, transformando su poder económico en capacidad creadora e impulso de superación cultural;


2. Las élites intelectuales han salido de ciertas capas de las clases medias, las que han estado forzadas a constituirse, por la exigencia del ascenso social, en minorías letradas; y


3. Las élites intelectuales no han alcanzado a formar una tradición cultural ni arriba ni abajo, ni en las clases ricas ni en el pueblo, por inconsistencia histórica y por su arribismo.



Es evidente que las clases ricas no tienen una tradición cultural, aun cuando hayan tenido abiertos tradicionalmente todos los caminos de acceso a la cultura: el secreto de su fuerza no hay que buscarlo en su nivel de conocimientos, sino en factores como el poder económico, el prestigio que da la riqueza, la trabazón de intereses sociales por dentro de la armazón señorial de los partidos tradicionales, el aparato de fuerza o el estado de ignorancia crónica del pueblo". (Dialéctica de la democracia).


En donde no hay tradición cultural, hay simulación cultural aparecen las simulaciones de "democracia" en la cual todo queda en manos del "vencedor". "La oposición y el gobierno no son circuitos sensibles de la opinión pública sino bandos en una guerra civil" (la Guerra de los Mil Días) dice... y lo que sigue después es la atmosfera de retaliaciones, de exclusión violenta de quienes amenazan la hegemonía del partido en el poder, liberal o conservador, o la hegemonía compartidas de las familias liberales y conservadoras sobre el aparato del Estado.


La polarización entre el proyecto político de Bolívar y el de la aristocracia criolla por la fundación de la República


La guerra de la aristocracia criolla contra la Corona Española, en procura de una República señorial e ilustrada, insuflan en un momento primigenio las guerras de independencia.


Las contradicciones entre Bolívar y la aristocracia criolla que convirtió las guerras de independencia en una revolución social.


Las diferencias eran prístinas: la aristocracia criolla pretendía conservar sus privilegios de clase y fundar la República señorial, mientras Bolívar ofrece a indios, negros y mestizos la abolición de la esclavitud, la servidumbre, los privilegios de clase y eliminar el sistema fiscal basado las alcabalas y estancos y así mismo la abolición de las encomiendas y las mitas.


Pero la revolución quedó inconclusa y el sistema colonial intacto. Seguía moviéndose la idea revolucionaria y contra revolucionaria, con el golpe militar de José María Melo y el contra golpe de Tomás Cipriano de Mosquera.



Melo apoyado por los intelectuales revolucionarios y los artesanos que se oponían al librecambismo (política de importaciones del incipiente partido liberal).


La unión de conservadores y liberales (partidos en ciernes) fue decisiva para el contra golpe, alzamiento militar encabezado por el general Tomás Cipriano de Mosquera.


La polarización limitada entre dos partidos de la misma tendencia


Luego las polarizaciones por el secesionismo federal o Estados federales, protagonizadas por los caudillos señoriales, en disputas por la repartición de grandes extensiones de tierra.


Posteriormente la insurgencia de los generales de nuevo estilo como Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera aupados por el partido liberal como destacamentos liberales "revolucionarios, quienes no lucharon por la conquista de Estados para ellos, sino para dar validez a los derechos políticos.


La polarización limitada entre dos partidos que desencadenó la violencia política por el poder presidencial y la codicia


La época de la violencia protagonizada por liberales y conservadores, polarización entre sectores dirigentes del trapo azul y del rojo.


Polarización limitada entre pequeños sectores de la sociedad, generalmente los más poderosos, desde las trincheras del periodismo político, para lo cual tenían su propia prensa no masiva aún, por la lógica de unas masas analfabetas, no masiva por el crecimiento demográfico limitado y por la composición demográfica de mayor población rural y menor población urbana. En la actualidad, gracias a la era de las comunicaciones, en donde las redes sociales ejercen contrapeso a los medios masivos de comunicación, al crecimiento demográfico que tuvo protagonismo en los centros urbanos cuya composición se invirtió en mayor población urbana y menor población rural.


Se despolarizó la riña por el poder político debido al artilugio fraguado entre Laureano Gómez (Partido Conservador) y Alberto Lleras (Partido Liberal) mediante el Pacto de Benidorm (España), el 24 de julio de 1956, que dio frutos en la materialización del Frente Nacional, para sacar del poder al general Gustavo Rojas Pinilla. Dicho acuerdo estuvo vigente entre 1958 y 1974. La negociación se caracterizó por la alternancia en el poder y la paridad burocrática y distribución igualitaria de las curules parlamentarias. Era realmente un gobierno de coalición.



Pero la polarización reapareció casi al final del Frente Nacional cuando reapareció la figura del ex general Rojas Pinilla en las elecciones presidenciales de 1970, para cruzarse en el camino de Misael Pastrana, quien estaba destinado a ser el último presidente del pacto bipartidista. El fraude electoral contra Rojas Pinilla dejó el camino expedito para que Pastrana ocupara el solio presidencial.


No se puede soslayar que el general Rojas Pinilla arribó al poder, el 13 de junio de 1953, no por golpe militar directo, sino por un golpe de opinión provocado por la presión de los gremios económicos, el apoyo del sector no laureanista del Partido Conservador, en cabeza de Gilberto Alzate Avendaño y Mariano Ospina Pérez y con la anuencia de la Embajada de EE.UU en Colombia, ante la necesidad de superar la desbordante situación de violencia en que se encontraba el país.


El auge de la izquierda


Representada por el Partido Comunista Colombiano, en primera instancia, era una oposición minoritaria, siempre al margen, por su poca hegemonía e influencia en las masas, de la disputa protagonizada por el bipartidismo. Luego, la Unión Patriótica y posteriormente la ADM-19, el Polo Democrático devenido en Polo Democrático Alternativo, etc., vienen a representar un peligro para el establecimiento. Jaime Pardo Leal, como miembro del Comité Central del Partido Comunista Colombiano fue impulsor de la Unión Patriótica (UP), de la cual fue primer candidato presidencial para las elecciones de 1986 logrando 328.752 votos, cifra récord para la izquierda colombiana de la época.


Pardo Leal denunció alianzas de la clase política con el narcotráfico y el paramilitarismo. Su asesinato es parte del genocidio político que se desató contra los integrantes de la Unión Patriótica, que en ese momento contabilizaba 471 de sus miembros asesinados desde 1985. La Comisión Intereclesial de Justicia y Paz afirma que más de 4 000 miembros de dicha organización política fueron asesinados en las dos décadas siguientes.


20 años después, la izquierda agrupada en el Polo Democrático Alternativo figuró como fuerza política en unas elecciones presidenciales con Carlos Gaviria Díaz con más de 2 millones 600 mil votos.


Y en 2018, el ex militante del M-19, ADM-19 y Polo Democrático Alternativo, Gustavo Petro, avalado por el Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS), pero en representación de una corriente de opinión dentro de sectores progresistas, denominada por él Colombia Humana, arribó a la segunda vuelta presidencial, sin precedentes en la historia, en donde a pesar de ser superado obtuvo más de 8 millones de votos.


Petro se convierte en la principal oposición a la convergencia multipartidista de ultraderecha representada por el Centro Democrático, partidos Liberal y Conservador, Cambio Radical, Partido de la U, MIRA y Colombia Justa Libres.



Los candidatos presidenciales de la izquierda asesinados en 1990


Carlos Pizarro Leongómez, máximo comandante del grupo guerrillero Movimiento 19 de abril (M-19) entre 1986 y 1990. Tras dejar las armas, firmar la paz con el gobierno y reintegrarse a la vida civil, fue asesinado el 26 de abril de 1990 siendo candidato presidencial por la Alianza Democrática M-19, movimiento político que surgió del grupo guerrillero M-19 tras su desmovilización.


Antonio Navarro Wolff, segundo al mando, lo relevó como candidato presidencial, obteniendo 754.740 votos, detrás del ganador: Cesar Gaviria (P. Liberal) y de Álvaro Gómez (P. Conservador)


Bernardo Jaramillo Ossa, militante del Partido Comunista Colombiano, quien asumió la presidencia de la Unión Patriótica después del asesinato de Jaime Pardo Leal en 1987.

A partir de Pardo Leal, se empiezan a decantar dos opciones, dos caminos, dos polos que por su natural contradicción inherente generan polarización.


Polarización por el enfrentamiento entre dos proyectos político diametralmente opuestos


Cuando dos proyectos políticos diametralmente opuestos se enfrentan por la conducción de la sociedad, la polarización política es consecuencia y no causa, es medio y no fin, es natural y no artificial, es contradictoria por intereses opuestos y no morigerada.


No hay polarizaciones ´ex profeso´, pero por su intermedio se muestra la crudeza de la realidad, la cual .vuelve a estar en la palestra, se redescubre, se desvela, se revela, emerge nuevamente como fenómeno no resuelto. No es que Petro divide al país entre ricos y pobres, solo se devela la sempiterna brecha, hasta ahora infranqueable entre ricos y pobres. No es que Petro divida al país promoviendo odios, solo se develan los odios reprimidos, represados, aplazados por la no solución de problemas estructurales que generan esos odios y sed de venganza.


Es obvio que se exacerba la polarización cuando Uribe y Duque no responden por sus demenciales actos de gobierno, por sus relaciones con las mafias del narcotráfico, por empobrecer aún más al país, pero en cambio responsabilizan a sus opositores de los males del mismo.


La polarización por la crisis del modelo neoliberal


La polarización forma parte de la crisis del modelo neoliberal que no termina de reconocer que ya no funciona. Es un juego que tiene que ver con la democracia. Frente a esa crisis, la oposición de la izquierda y sectores progresistas se alzan como alternativa de cambio, en un país donde el neoliberalismo ha empobrecido a la mayoría del pueblo colombiano. Por las consecuencias nefastas sobre la economía de la nación y la sociedad en general, resisten activamente los tradicionales movimientos sociales (sindicatos y de campesinos) y surgen nuevos, siendo los movimientos de juventudes los actores sociales con más peso y trascendencia.



La polarización política se amplifica, trasciende, permea a la sociedad entera y caracteriza un momento de despertares consientes de la juventud la cual gracias a la Nueva Era de las comunicaciones que funda las redes sociales, nos topamos con jóvenes más informados de la realidad, más conectados con el mundo, con mayor formación política. No es casual que la aparición de términos como “Uribestias”, “burros”, “borregos” (refiriéndose a los partidarios del uribismo), “paraco”, “Duque títere”, “Matarife”, “Porkis” que no por ser peyorativos, dejan de ser reflejo de la realidad política actual en donde ya no hay masas embrutecidas, sino sectores del pueblo, ciudadanía “libre” que paulatinamente han venido superando el analfabetismo político. La polarización también se mide por el señalamiento a través del lenguaje, dejando una división entre los uribistas ignorantes y los no uribistas que han aprendido verdades por la fuerza y evidencia de los hechos, desligándose de manera más decidida y conscientes de la historia falseada, de la ahistoria política, económica y social, de la aculturación manipulada de una minoría en el poder que niegan u ocultan la realidad de un poder político construido falazmente sobre la mentira sistemática que niega el futuro a inmensas mayorías de ciudadanos.

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