Por: Wilfrido Jiménez D.
La crítica situación de orden público por la que atraviesa el Distrito de Barranquilla y su Área Metropolitana no es nueva.
Ya desde hace rato, la otrora Puerta de Oro de Colombia ha venido mostrando serios registros de inseguridad que parecen no tener fin ni solución. Los diarios y noticieros locales dan fe de esta afirmación. Pareciera que en esta, la capital de la Alegría y su Carnaval y que alguien definió como "El mejor vividero del mundo", convivieran sin inmutación alguna, el asesinato, la extorción y la legalidad.
Por poner un ejemplo, la Policía Nacional, con bombos y platillos promocionó e impulsó la Campaña YO NO PAGO, YO DENUNCIO, con la que se pretendía respaldar a empresarios, comerciantes y ciudadanía en general para que no fuesen víctimas de la extorción y el sicariato. No podemos negar que los días que la Policía con toda su estructura disponible implementó la estrategia para contrarrestar dicho mal dio resultados, pero como estas son acciones de pocos días, el boleteo volvió a reinar y consigo los delitos en mención, pero como agravante lamentable que muchos comerciantes que se negaron a pagar fueron víctimas mortales de los dueños de las amenazas.
Lo que viene ocurriendo con los conductores es producto de los lineamientos de los delincuentes que no escatiman esfuerzos para acudir al asesinato para presionar los pagos exigidos a las empresas de transporte público en la ciudad. Dolorosa situación que un conductor, con sueldos poco alentadores sean las víctimas mortales, dejando en el completo abandono a sus esposas, hijos y demás familiares.
El día de ayer y bajo la presión de un paro de los conductores del transporte público de pasajeros que inmovilizó prácticamente a la ciudad de las Obras Faraónicas, se pronunció el burgomaestre local prometiendo incrementar el pie de fuerza policial para proteger la vida de los conductores.
Acercándose un poco a la verdadera realidad, un doliente, tomándose un tinto en la funeraria donde se velaba el féretro del último conductor asesinado y refiriéndose a las medidas previstas por el Alcalde, en un tono un poco irónico aseveró que las palabras del mandatario distrital le hacían recordar al hombre que, al entrar a su apartamento vio que en el sofá de la sala, su amada esposa le era infiel con un cercano amigo que para corregir la afrenta, mandó a quemar el sofá.
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