Este fin de semana fue la ceremonia virtual de clausura del diplomado “Educación Indígena Intercultural Mokaná” del SEIP (Sistema de Educación Indígena Propio) auspiciado por la Universidad Simón Bolívar y la Fundación Promigas con la asistencia de talleristas, expertos en comunidades étnicas, docentes universitarios e investigadores indígenas bajo la coordinación del profesor e investigador Mokaná Clemente Mendoza y que, además, trajo consigo la publicación de un interesante libro en tal sentido.
Muchos no lo saben, pero nombres de municipios para nosotros muy conocidos en nuestro departamento del Atlántico como Malambo, Galapa, Piojó, Baranoa, Usiacurí y Tubará, entre otros, son originarios de la lengua Mokaná que, según datos históricos, habitaban estas tierras, cultivaban la Yuca Brava y elaboraban con ella el “Casabe”, desde el año 1.120 Antes de Cristo (¡!)
De hecho, si hubiéramos seguido su cosmovisión –que implica un gran conocimiento y una estrecha y respetuosa relación con la naturaleza– jamás hubiéramos sufrido las catastróficas inundaciones de 1.984 y del 2.010 en el sur de nuestro departamento.
Por eso vale la pena resaltar este gran esfuerzo de la academia y la empresa privada en el afán de incluir a los miles de miembros de los Mokaná que existen hoy en nuestro departamento en este proceso de Etnoeducación.
En general, la historia de los indígenas como los primeros pobladores del continente americano está pendiente de contarse, de escribirse. Se sabe por ejemplo que eran unos 65 millones de amerindios los que habitaban por estos lares antes de la “conquista” y que resultaron aniquilados en un 90% por la violencia y las epidemias que trajeron los invasores europeos. También, que luego de estar en bancarrota la corona española obtuvo en sus territorios americanos la fabulosa cantidad de oro y plata con la que sustentó la hegemonía de la dinastía Habsburgo en Europa y contribuyó al nacimiento de una economía global.
Solo se nos ha enseñado como historia oficial la de los vencedores europeos. Ya va siendo hora que vayamos conociendo la versión de los aborígenes vencidos. Es así como, en contraste, en América perdimos culturas y saberes ancestrales, milenarios y valiosísimos como los de los Aztecas, los Mayas o los Incas, entre otros.
Solo aquí, en nuestra propia región, y para dar un solo ejemplo, aún hoy no hemos podido descifrar la extraordinaria obra de ingeniería hidráulica que hace 9 mil años realizaron los indígenas Zenúes construyendo una red de canales sobre unas 500 mil hectáreas en el sector de La Mojana para evitar los efectos adversos de las inundaciones sobre sus cultivos y viviendas.
Siguiendo en al Caribe colombiano, hoy –luego del exterminio, desplazamiento y desarraigo que la mayoría de los grupos indígenas han sufrido en nuestro país por diversos actores (conquistadores, guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, agentes de minería ilegal, entidades gubernamentales, constructores, etc.) durante más de 500 años– existen todavía varias etnias que aún desconocemos.
En efecto, la profesora e investigadora emérita de la Universidad del Atlántico, Doctora en lingüística y escritora María Trillos Anaya nos enseña que aún quedan 9 grupos indígenas (Guajiros, Tayronas, Arhuacos, Cunas, Calamaríes, Tupes, Zendaguas, Pacabuyes, Mompox y Mokanás), que pertenecen a 6 familias lingüísticas (Arawak, Chibcha, Caribe, Malibú, Panzenú y Chocó), que a su vez están representados en 39 subgrupos. Por ejemplo, el solo grupo de los Mokaná, del cual hablamos, comprende también a los Malambos, Cipakuas, Cornapakuas y Tubaráes.
¿Qué sabemos de ellos…? ¿Qué podríamos aprender de su sabiduría milenaria…? ¿Qué se enseña en nuestras escuelas sobre ellos…?
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