Patricia Llombart (foto), embajadora de la Unión Europea en Colombia, concluye esta semana su mandato luego de haber apoyado muy de cerca la implementación del acuerdo de paz en el país.
Por su esfuerzo, recibió recientemente la Orden de San Carlos, de parte del presidente de la República, Iván Duque.
En entrevista con Colprensa, Llombart habló sobre las preocupaciones que le quedan con respecto a la implementación del acuerdo de paz, y las razones que ve para ser optimista, aunque reconoce que la seguridad de los líderes sociales y de excombatientes sigue siendo el principal motivo de alerta.
Después de 3 años de estar acompañando a Colombia en la implementación del acuerdo de paz, ¿con qué sensación se va? ¿Optimista, preocupada?
“A la vez optimista y preocupada. Preocupada en particular por la violencia que se ejerce contra las poblaciones en algunos territorios y contra los liderazgos sociales y excombatientes. Una violencia que sigue generando desplazamientos, confinamientos, amenazas y asesinatos. A la vez soy optimista, porque los avances en la construcción de la paz son concretos: en las vidas que se salvaron, en las instituciones que se han levantado para avanzar en la justicia, la verdad, la reparación y la no repetición; en el compromiso de los excombatientes con la vida civil; en los procesos de reconciliación que están en curso o en la dinamización económica y social de los territorios que tanto sufrieron del conflicto”.
Más allá de los temas técnicos que están pendientes por implementar. ¿Qué cree que nos falta a los colombianos para alcanzar una verdadera paz?
“Considero esencial que las y los colombianos se apropien de los avances que ellos mismos han ido construyendo en este camino de la paz. Acercándose a los territorios para ver cómo, después de cinco años, hay un proceso en curso dando frutos o valorando los avances que se están produciendo desde las instituciones del sistema integral de justicia transicional. Esta es una excelente base sobre la que seguir trabajando. Porque eso sí, la paz completa requiere de más esfuerzos y de compromisos de largo aliento para que la violencia pase a formar parte de la historia de Colombia y no más de su presente”.
Se suele decir que el acuerdo de paz es un modelo para el mundo. ¿Usted que lo ha conocido de cerca, comparte esa opinión?
“Sí. Sin duda. El acuerdo de paz de Colombia es innovador y único con elementos sin precedentes en muchos aspectos, como por ejemplo en el papel central que otorga a las víctimas, en el enfoque de género y la participación de las mujeres en la implementación, o en la arquitectura institucional del sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición. Creo que Colombia está en disposición de compartir estas experiencias con otros países en el mundo, que también busquen la paz”.
De todas las comunidades y proyectos que ha conocido en el país, ¿Cuál recuerda que la haya impresionado más?
“Es difícil escoger entre tantas iniciativas que están teniendo lugar en todo el territorio colombiano. Hemos estado al lado de las víctimas en las zonas más afectadas por el conflicto, acompañando los esfuerzos del Estado para aumentar la presencia de la institucionalidad y con ella romper las brechas históricas, económicas, sociales y por supuesto de género. Desde el Chocó a la Guajira pasando por el Putumayo, Caquetá o el Guaviare he visto mujeres y jóvenes emprendedores que con mucha creatividad y resiliencia están transformando sus vidas, la de sus familias y sus comunidades. Lo están haciendo las mujeres tejedoras de vida en el Putumayo con un pequeño proyecto de gallinas que ya les permitió una inversión mayor para diversificar su producción.
Los jóvenes en el Cauca que producen un café que hoy está cruzando fronteras, los excombatientes con su cerveza, sus despulpadoras o sus acciones de desminado humanitario; o las comunidades campesinas de la cordillera nariñense con su limón Tahití que ya va recorriendo el mundo. Cada una de estas experiencias nos habla de transformación del territorio, nos habla de paz y nos habla de esperanza. Desde las mujeres del Putumayo con las gallinas o del Valle de Sibundoy aprendiendo cocina tradicional junto a sus mayores, todo ello son experiencias enriquecedoras que demuestran que la paz en los territorios se está arraigando”.
Hay mucha polarización en Colombia y más ahora que llegan las elecciones. ¿Cree que ese es un riesgo para la implementación del acuerdo de paz?
“Confrontar ideas en una democracia no es sólo sano sino absolutamente necesario y parte del juego democrático siempre y cuando se haga desde el respeto a quien piensa diferente. Este es el propósito mismo del Acuerdo, solucionar las diferencias a través del diálogo. Creo que es necesario preservar esta visión para alcanzar de nuevo unas elecciones al menos tan pacíficas como las últimas que vivió Colombia”.
En los territorios, ¿Dónde está hoy en día el mayor cuello de botella de la implementación?
“La seguridad sigue siendo un problema en determinados territorios. Ello exige una respuesta integral, desde la fuerza pública, hasta el poder judicial pasando por una presencia más robusta de la institucionalidad, particularmente en materia de servicios públicos”.
¿Es temprano para decir que la paz en Colombia es irreversible?
“Después de cinco años de implementación del Acuerdo se puede decir que la paz en Colombia avanza con paso firme. La institucionalidad del Acuerdo ya es sólida y se sigue fortaleciendo. El compromiso de los reincorporados tras la dejación de las armas es contundente así cómo también lo es el firme rechazo a quienes han retomado el camino de la guerra. Hay procesos de reconciliación en marcha en distintos territorios que son muy poderosos. Ejercicios de construcción de verdad, de hallazgo de desaparecidos, reparación de víctimas, que son tangibles”. COLPRENSA
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