¿Qué tan buena idea sería copiar las cárceles de Bukele en Colombia?
- Acta Diurna
- 27 may
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Por: Jaime Vélez Guerrero

El nuevo sistema penitenciario, ideado por el actual presidente de El Salvador, Nayib Bukele, está creando polémicas entre juristas, criminólogos y organizaciones defensoras de los derechos humanos, porque según ellos existen tratos crueles y confinamientos solitarios. Pero, por otro lado, los profesionales en materia criminal piensan que este régimen carcelario, al restringirle al reo la interacción social durante la mayor parte del día, busca primordialmente el alejamiento del delito, para que no se propaguen interna y externamente.
Las penas crueles que se viven en la cárcel CECOT se explican mediante la denominada teoría del disuasivo general, ya que cuando la comunidad percibe una respuesta efectiva de las autoridades, se envía un mensaje disuasorio a quienes planean delinquir, advirtiéndoles que enfrentarán sanciones rigurosas por sus actos. Si bien, la verdad es que, si no se abordan las causas estructurales más relevantes de la delincuencia, como las desigualdades socioeconómicas, la pobreza y la deficiencia en la educación de calidad, se seguirá fomentando un espíritu de frustración, siendo el delito un instrumento para satisfacer necesidades. Las teorías de la anomia de Merton y la desorganización de Shaw y McKay resultan aplicables, ya que los jóvenes tienen metas que, al no poder alcanzar por medios legítimos, los empujan hacia conductas delictivas. Además, el deterioro del tejido comunitario puede conducir al desarrollo de comportamientos ilícitos.
Lo cierto es que, en los países latinoamericanos, la reincidencia delictiva se presenta de forma constante debido a diversas circunstancias, entre las cuales se destacan la permisividad del sistema penal, la corrupción en el aparato judicial y un marco legal anticuado. Sumado a ello, factores sociales como familias disfuncionales, barrios con ambientes criminógenos y asociaciones delincuenciales propician el ‘aprendizaje criminal’. En el caso del CECOT, existe casi la ausencia de subrogados penales o medidas sustitutivas de la pena, ya que el sistema busca reflejar una política de mano dura con el fin de mantener por largo tiempo en prisión al delincuente peligroso vinculado a organizaciones criminales.
El CECOT de Nayib Bukele se asemeja al pensamiento foucaultiano sobre las cárceles como medio de control y disuasorio; asimismo, el poder enlazado a la normalización carcelaria es un eje preponderante para irradiar la autoridad. Es obvio que el sistema carcelario del presidente de El Salvador es teórico y praxis, puesto que existe el conocimiento conceptual y la aplicación de esta.
Ante el elevado grado de corrupción que afecta el sistema penitenciario colombiano, algunos criminólogos han propuesto la adopción del modelo carcelario utilizado en el CECOT. Se plantea que, al sustituir las cárceles de reducido tamaño por cinco mega prisiones cada una con capacidad para albergar hasta 100.000 reclusos, se podría reducir considerablemente la ineficiencia administrativa en el sector.
Estas nuevas instalaciones estarían dotadas de personal administrativo y carcelario renovado, y se incorporarían sistemas avanzados de inteligencia artificial para minimizar incidentes e incrementar la seguridad. En este contexto, la tecnología actuaría como un mecanismo disuasorio y correctivo, priorizando su intervención sobre la mera presencia humana.
Para algunos profesionales en criminología, el CECOT representa un modelo penitenciario innovador para ser implementado en Colombia, siempre y cuando se desarrolle un proceso integrador en el que el poder legislativo, el sistema penitenciario, la justicia, la investigación judicial y otros sectores colaboren de manera coordinada para prevenir la reincidencia delictiva. En nuestro país, es fundamental eliminar la retención de delincuentes en espacios que no constituyen verdaderos establecimientos penitenciarios, tales como estaciones de policía, batallones y escuelas militares.
Nos resulta llamativo que en el CECOT no se concentren delincuentes de alta peligrosidad, como violadores, responsables de conductas contra la propiedad o el patrimonio económico, y aquellos vinculados a crímenes de cuello blanco. Este último tipo de delito tiene un impacto relevante en la estructura delictiva, ya que despoja al Estado de recursos esenciales, debilitando su credibilidad y afectando el funcionamiento de sus instituciones.
Es importante señalar a Bukele que el tatuaje no debe ser considerado un indicador absoluto de peligrosidad, ya que esta percepción puede resultar reduccionista y generar etiquetamiento. Además, la incorporación de asesoría por parte de expertos internacionales en la materia sería invaluable para garantizar el desarrollo adecuado y efectivo de este modelo penitenciario.
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