La materia oscura es un tipo desconocido de materia que no puede detectarse más que por su influencia gravitatoria. Es más abundante en el cosmos que la materia normal. No corresponde a agujeros negros convencionales ni a ninguna otra clase de astro conocida. Nadie la ha visto ni nadie sabe qué es, aunque hay teorías sobre su naturaleza.
En un nuevo estudio, el equipo encabezado por Tung Tran, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y que ahora está en la Universidad de Stanford, de Estados Unidos ambas instituciones, ha propuesto un modo factible de captar materia oscura en nuestro vecindario interplanetario, siempre y cuando haya materia de esta clase aquí, y con la condición de que toda o casi toda ella consista en agujeros negros microscópicos primigenios de una clase hipotética, creados en los primeros instantes de existencia del universo, como consecuencia directa del Big Bang. Tales agujeros negros tendrían el tamaño de un átomo y una masa comparable a la de un asteroide, características imposibles de lograr mediante alguno de los fenómenos naturales del universo actual que crean agujeros negros.
Vigilar si se producen en la órbita de Marte ciertas oscilaciones muy sutiles, pero delatadoras de la acción de una fuerza que no sería ninguna de las contempladas por las causas comunes, podría ser la clave para detectar el paso de materia oscura de esa clase por esta zona de nuestro sistema solar.
Gracias a décadas de telemetría de precisión, y a que Marte es el planeta que más naves ha tenido a su alrededor después de la Tierra, los científicos conocen la distancia entre la Tierra y Marte con una precisión de unos 10 centímetros. Este conocimiento permitiría detectar el efecto sutil pero delatador del paso de un agujero negro microscópico.
Tal detección revelaría que la materia oscura es un conjunto de agujeros negros microscópicos, cada uno con la masa de un asteroide, que fueron creados instantes después del Big Bang, a partir del colapso de densas bolsas de gas, y que se dispersaron por el cosmos a medida que el universo se expandía y enfriaba. Si existen, los agujeros negros primordiales no residen en sistemas solares; son errantes; si nada los detiene, viajan incesantemente por el universo.
Según algunas estimaciones, si un agujero negro primordial pasara con su velocidad típica a menos de 1 metro de distancia de una persona, su fuerza de gravedad tiraría de la persona arrastrándola hasta unos 6 metros de distancia en un solo segundo. De todos modos, las probabilidades de que un agujero negro primordial pase cerca de una persona en la Tierra son astronómicamente improbables.
En cambio, si la naturaleza principal de la materia oscura es esa, entonces, estadísticamente uno de tales agujeros negros debería atravesar nuestro sistema solar al menos una vez por década.
Teniendo en cuenta esta cadencia de paso, los autores del nuevo estudio ejecutaron simulaciones digitales de varios agujeros negros con masa asteroidal volando a través del sistema solar, desde varios ángulos y a velocidades de unos 240 kilómetros por segundo. (Estas estimaciones sobre direcciones y velocidades proceden de otros estudios sobre la distribución de la materia oscura por nuestra galaxia). Los autores del nuevo estudio se centraron en los casos en los que el agujero pasaba lo bastante cerca de un astro como para causarle algún efecto perceptible. Descubrieron que, por desgracia, cualquier efecto en la Tierra o en la Luna era demasiado incierto como para atribuirlo a un agujero negro de esa clase. Por otra parte, en Júpiter y otros astros más alejados del Sol que Marte, los efectos no serían detectables desde la Tierra.
Sin embargo, por suerte, los efectos en Marte resultarían bastante inequívocos.
Los investigadores descubrieron que si un agujero negro primigenio pasara a unos cientos de millones de kilómetros de Marte, el encuentro provocaría un “bamboleo”, o una ligera desviación en la órbita de Marte, con una magnitud que la tecnología actual podría detectar
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