En Estados Unidos, los swing states, o ‘estados bisagra’, son aquellos en los que ningún partido tiene garantizada la victoria en las elecciones presidenciales. Son determinantes para el resultado final porque los compromisarios que se reparten en estos territorios son esenciales para que alguno de los candidatos sume los apoyos suficientes para alzarse con la victoria ante el Colegio Electoral.
Y es que, para ganar los comicios norteamericanos, se necesitan al menos 270 de los 538 compromisarios que se reparten por todo el país. A día de hoy, la candidata demócrata, Kamala Harris, tiene asegurados 226 según las encuestas, mientras que el aspirante republicano, Donald Trump, cuenta con 219 fijos.
Para estas elecciones de 2024 existen un total de siete estados en disputa: Wisconsin, Míchigan, Pensilvania, Carolina del Norte, Georgia, Arizona y Nevada. Todos ellos reparten en total 93 compromisarios; es decir, el 17%. En cada uno, el vencedor se lleva todos sus compromisarios. Sin embargo, en estos swing states la diferencia entre Harris y Trump en las encuestas no alcanza los tres puntos porcentuales. De hecho, en las elecciones de 2020 estos fueron los únicos estados que se decidieron por un margen inferior.
Tres de los estados bisagra más importantes son Wisconsin, Míchigan y Pensilvania. Estos territorios se ubican en el cinturón del óxido, una región del norte caracterizada por la desindustrialización, el declive económico y la pérdida de población. Desde 1992, habían votado de forma ininterrumpida por los demócratas, pero en 2016 se decantaron por Trump. El magnate atrajo a los trabajadores blancos sin formación universitaria con un discurso contra la globalización y la inmigración.
Sin embargo, cuatro años más tarde, Joe Biden –nacido en Pensilvania– le arrebató estos estados al republicano, lo que a la postre terminaría dándole la victoria. En esta ocasión, Harris se asegurará la victoria si consigue replicar el éxito de su predecesor en la región.
Otros dos estados fundamentales en estas elecciones son Carolina del Norte y Georgia. Ambos formaron parte de la Confederación y cuentan con un pasado marcado por el segregacionismo. Los dos han sido bastiones republicanos desde que el Gobierno demócrata de Lyndon Johnson aprobó la Ley de Derechos Civiles de 1964, lo que alineó a los blancos del sur con el Grand Old Party.
Sin embargo, el crecimiento de la población afroamericana y universitaria en estos estados ha revertido la tendencia. Tanto es así que, en 2020, Biden fue el primer demócrata no sureño que ganaba Georgia desde John F. Kennedy en 1960. Pese a ello, Trump logró revalidar su victoria de 2016 en Carolina del Norte. Uno de los factores que explica esta diferencia es que, en Georgia, la proporción de población negra y urbana –más proclive a votar por los demócratas– es bastante superior a la del estado norcarolino.
Los últimos swing states de estos comicios en Estados Unidos son Nevada y Arizona. El primero ha sido históricamente un estado reñido, aunque desde 2008 se ha decantado siempre por los demócratas. Sin embargo, Arizona ha emergido en los últimos años como un nuevo estado bisagra.
Dos factores contribuyeron a que este tradicional feudo republicano pasara a manos demócratas en 2020. Primero, el crecimiento de la población latina procedente de México, muy movilizada contra la ofensiva lanzada por los republicanos del estado frente a la inmigración. Y segundo, el rechazo de los republicanos moderados hacia Trump. Gran parte de estos votantes no lo respaldaron en 2020 por sus ataques contra John McCain, senador de Arizona entre 1987 y 2018. EOM
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