"Quien deseara la paz, se debiera preparar para la guerra", escribió Flavio Vegecio Renato en su obra: Epitoma rei militaris (El epítome de los asuntos militares).
Es una hipótesis. Pero hipotéticamente nunca habría paz, porque sobrevendría otra guerra que garantice la paz. Sería mejor expresar: "Si no deseamos la guerra, preparémonos para la paz". No obstante, en Colombia nadie parece estar preparado para la paz. La desconfianza crónica trasmitida de generación en generación durante varias centurias y debido a la violencia interminable en los campos y ahora en los centros urbanos nos predispone como enemigos internos, inclusive entre ciudadanos del común, en espacios donde coinciden, como la calle, el estadio de fútbol, el transporte urbano, un baño público o una discoteca, sin razón aparente. Nos vemos como extraños. La paranoia y la neurosis nos contagió como si fueran pestes.
Sería mejor entonces plantear la posibilidad de una paz posible en escenarios posibilitados para la paz y guerra posible en escenarios imposibilitados para la paz. Paz ciudadana posible con cultura urbana o ética para la convivencia pacífica. Siquiera para desarmar los espíritus. Ética para la paz y la convivencia ciudadana en escuelas y universidades. Participación de la sociedad (movimientos sociales, comunidades, sectores sociales y políticos y gremios) en la construcción de paz para establecer los principales problemas que impiden la paz, tal como propone el Ejército de Liberación Nacional, ELN, para que todos ciudadanos conozcamos la verdad sobre la guerra. Que las verdades reveladas por capos de narcos y paramilitares y oficiales de las Fuerzas Armadas en la JEP y a la Comisión de la Verdad" se conviertan en cátedras que impidan volver al horror de los conflictos armados.
Tal vez, la primera piedra que lanzó un troglodita fue la inspiración para fabricar armas artificiales. El recurso defensivo-ofensivo en la lucha cuerpo a cuerpo pasó a ser la última instancia en la resolución de las riñas. Hoy resulta extraño que los conflictos se resuelvan a puño limpio. Las armas son una extensión de las manos en tanto la guerra es una extensión de la política.
“Nuestros instintos agresivos parecen estar codificados en el ADN. Por evolución biológica, el ADN sólo cambia en una escala de tiempo de millones de años, en cambio, nuestros poderes de destrucción aumentan en una escala de tiempo que, por lo que respecta a la evolución de información, es solo de veinte a treinta años. A menos que podamos emplear la inteligencia para dominar nuestra agresión, la especie humana no tendrá muchas posibilidades”( Stephen Hawking. Agujeros negros y pequeños universos.)
Seremos agresivos hasta el último "día apocalíptico" de la auto extinción de los últimos huéspedes invitados a la grande casa cósmica. Si sobrevivimos a nuestra agresividad, lo más seguro es que algunos de nuestros futuros archi tataranietos sean soldados en la Guerra de las Galaxias.
De nada han valido los mandamientos sexto (no matar) y octavo (no robar) de la Ley de Dios, revelados a Moisés en su decálogo. Somos tan agresivos que ni pizca de caso le hacemos al Todopoderoso. Hasta nos enfrentarnos a Él...¡Pa' jodé a Dios! Desobedecer a Dios tiene lógica yo no lo he visto interponerse entre dos rivales para que no se partan la jeta. ¿Dónde estaba Dios cuando un tipo más viejo, más flaco y de menor estatura que yo, parecido a Varito me estaba dando una golpiza? Me tuve que defender emprendiendo la huida. Por lo menos fui más veloz que él en la carrera.
El fetichismo de las armas
Siempre habrá guerras válidas o no. Unos la utilizarán para perpetuarse en el poder. Otros, para derribar del solio a los poderosos. Unos para mantener las injusticias, otros para hacer una revolución por la justicia social.
Sin embargo, las armas, por sí solas, no cambian nada. Un dictador no es depuesto cuando sus opositores utilizan las armas como único recurso. Cae por la violencia institucional que agrede a su pueblo. El pueblo se subleva y las armas terminan la tarea. Las armas solo aligeran o retardan la caída. El aparato armado estatal intenta retardar la caída y las fuerzas del cambio intentan aligerarla.
Las organizaciones multicrimen y el uso de las armas
“Biológicamente hablando, el hombre tiene la innata misión de defender tres cosas: él mismo, su familia y su tribu (…) Si él, su familia o su tribu se hallan amenazados por la violencia, será perfectamente natural que responda con contra violencia”.(Desmond Morris. El zoo humano). Defiende sus derechos y el de su familia. Defiende el territorio de su familia (la casa, el hogar) y defiende el territorio de su organización tribal si pertenece a una. Y dentro de la defensa de sus territorios tiene, además, que luchar por las jerarquías.
Sin embargo la contra violencia puede tener causas legítimas o ilegítimas. La contra violencia ilegítima usada por delincuentes comunes y organizaciones multicrimen pierden la esencia de la legítima defensa de la familia y la tribu (organización).
Las armas usadas por alguien como ventaja sobre el oponente le dan poder que atemoriza a las víctimas.
Las armas pueden responden contra la conculcación de derechos, contra la ausencia de justicia pero no resuelven por si solas los problemas. Cuando se intenta resolver los problemas de injusticia por la vía única de las armas se cae en el fetichismo de las armas. Las armas, entonces, se convierten en un fin cuando apenas son un medio. Las armas dan poder, pero no son el poder. Un hombre armado se cree "macho man", pero desarmado puede resultar siendo el perfecto cobarde. Algunos cobardes, sobre todo, políticos corruptos, se sienten protegidos detrás de las armas del Estado. Los delincuentes armados, la mayoría venidos de los extramuros de la ciudad intentan, inicialmente, hacer justicia con sus propias manos. Crecen, crecen y crecen porque no hay respuestas a las injusticia hasta que las armas le dan un poder abusivo parecido al poder abusivo al que enfrentan. Y ese poder abusivo lo utilizan multiplicidad de veces contra los ciudadanos del común lo mismo que hacía la violencia de Estado contra ellos, cuando solo querían ser ciudadanos con el goce pleno de derechos.
Si bien es cierto que la agresividad está en nuestros genes, lo que es indeterminable es la conducta. Ésta es moldeada socialmente. Con el principio cuántico de indeterminación y sus cálculos probabilísticos, opuesta al determinismo, podemos jugar ociosamente al azar para decir que: probablemente, Pablo Escobar pudo ser un sacerdote jesuita y, probablemente, hoy estaría dando misa en la Catedral Metropolitana de Medellín. Probablemente Álvaro Uribe hubiese sido ideólogo fulgurante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Ejercito del Pueblo, Far-ep, sino hubiera crecido en aquel entorno extremadamente agreste. "Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo", escribió el filósofo español José Ortega y Gasset, en su obra Meditaciones del Quijote.
La paz total significaría que el problema no son las armas sino la ausencia de democracia. Significaría que hasta el Estado debería abandonar el monopolio exclusivo de las armas y su uso legítimo. Y entonces…. ahora sí, ¡venga perro jueputa!... !vamos a darnos duro en la jeta a puño limpio, sin agarrar palos ni piedras!...¡Triple perro jueputa! También desaparecería el Estado, pero sabemos bien que no estamos preparados para esa contingencia. Así pues que como no hay democracia perfecta ni libertad absoluta. Mejor hablemos de paz posible.
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