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La creciente amenaza de la luz artificial



La bombilla eléctrica es, sin duda, uno de los mayores inventos de todos los tiempos. Desde permitirnos trabajar, estudiar y jugar de noche hasta hacer más seguros nuestros hogares, esta sencilla pero poderosa creación ha tenido un enorme impacto en la sociedad mundial. Pero está resultando ser un trato fáustico. La iluminación artificial nocturna se ha convertido en un contaminante medioambiental global con repercusiones negativas en el bienestar humano, la biodiversidad, el cambio climático y el patrimonio cultural. Sin embargo, la contaminación lumínica aún no es percibida como una amenaza por el público en general y ha recibido relativamente poca atención por parte de los científicos medioambientales.



Borrando las estrellas


En la actualidad, más del 80% de la población mundial y el 99% de los habitantes de Europa y Norteamérica viven bajo el skyglow, la iluminación artificial del cielo nocturno causada por la luz creada por el hombre que se dispersa en la atmósfera y regresa a la Tierra. La Vía Láctea está oculta para más de un tercio de la humanidad. El New World Atlas of Night Sky Brightness, un mapa generado por ordenador a partir de miles de imágenes de satélite, muestra que en Europa quedan pocas zonas de completa oscuridad nocturna. Martin Rees, Astrónomo Real del Reino Unido, afirma: “Es realmente una triste privación que muchos jóvenes no hayan visto nunca un cielo estrellado despejado. Y es importante que no sean sólo los astrónomos quienes se preocupen por esto”.


Y el problema parece agravarse rápidamente. Según un estudio del Centro Alemán de Investigación en Geociencias de Berlín publicado en Science en 2023, “el cielo nocturno medio se hizo más brillante un 9,6% al año entre 2011 y 2022, lo que equivale a duplicar el brillo del cielo cada ocho años”. Los datos de los satélites meteorológicos habían estimado anteriormente el aumento medio anual del brillo en un 2%, pero sus instrumentos no pueden detectar la luz que brilla horizontalmente, como los carteles luminosos, uno de los principales contribuyentes al resplandor del cielo, ni son sensibles a la parte azul del espectro. En consecuencia, los satélites no han detectado la tendencia de la última década, en la que las ciudades han pasado de las farolas amarillas de vapor de sodio a los diodos emisores de luz (LED), más azules y de menor consumo.


La luz azul perturba el sueño


Pero el cambio a las farolas LED puede no suponer realmente un ahorro energético significativo ni una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Paradójicamente, a medida que la iluminación exterior se ha abaratado y se ha hecho más eficiente, muchas ciudades y empresas han instalado más, compensando cualquier ahorro energético, un ejemplo del efecto rebote. Las fotos tomadas por astronautas europeos a bordo de la Estación Espacial Internacional durante las dos últimas décadas muestran una clara expansión de la iluminación en las zonas urbanas y un cambio hacia emisiones LED más blancas y azules.


Según la Asociación Médica Estadounidense, se calcula que las lámparas LED blancas tienen un impacto cinco veces mayor en los ritmos circadianos del sueño que las farolas convencionales. Crédito: Konstantin Aksenov/Getty Images.


Toda esa luz azul tiene un coste para nuestra salud. Según la Asociación Médica Estadounidense, “los diseños de iluminación LED de alta intensidad emiten una gran cantidad de luz azul que parece blanca a simple vista y crean peores deslumbramientos nocturnos que la iluminación convencional”. Pero más allá de la reducción de la agudeza visual de los conductores, “las farolas LED ricas en azul funcionan en una longitud de onda que suprime de forma más adversa la melatonina durante la noche”. Se calcula que las lámparas LED blancas tienen un impacto cinco veces mayor en los ritmos circadianos del sueño que las farolas convencionales”.


El artículo de la Universidad de Harvard Blue light has a dark side explica que “las longitudes de onda azules —que son beneficiosas durante el día porque estimulan la atención, los tiempos de reacción y el estado de ánimo— parecen ser las más perjudiciales por la noche”. Las investigaciones sugieren que la exposición a la luz artificial por la noche, en particular la luz azul-violeta producida por los LED, envía señales falsas a nuestro cuerpo de que es de día, alterando nuestros ritmos circadianos, los relojes biológicos que mantienen el tiempo en nuestro cuerpo. El resultado es una mayor incidencia de problemas de salud mental, diabetes, cardiopatías, obesidad, Alzheimer y algunos tipos de cáncer.


La contaminación lumínica perjudica a la vida silvestre


Pero no sólo los seres humanos sufren los efectos de la contaminación lumínica. Las plantas y los animales dependen del ritmo diurno de luz y oscuridad de la Tierra para orquestar comportamientos vitales como los ciclos reproductivos, los patrones de alimentación y sueño y la defensa contra los depredadores. Los estudios demuestran que la exposición a la luz artificial tiene consecuencias adversas y mortales para una amplia gama de especies, como anfibios, reptiles, aves, mamíferos, insectos, peces, crustáceos, arrecifes de coral y árboles y plantas. Las aves migratorias se ven especialmente afectadas por la iluminación artificial, y millones mueren cada año al confundirse con las luces y perderse o chocar con edificios muy iluminados.



Para hacer frente al creciente desafío de la contaminación lumínica es necesario combinar acciones individuales, compromiso comunitario y cambios políticos. Se han logrado algunos avances, con países como Francia, Alemania y México promulgando leyes para frenar la contaminación lumínica. Dark Sky International promueve una iluminación exterior responsable y trabaja para certificar comunidades, parques y zonas protegidas de todo el mundo que preservan y protegen los lugares oscuros. Sin embargo, la concienciación sobre el problema sigue siendo primordial, ya que a menudo languidece al margen de la agenda medioambiental mundial, a pesar de su profundo impacto en nuestra relación personal con el cielo nocturno, una faceta apreciada de nuestro patrimonio natural mundial compartido. OPENMIND

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