Por: Henry Pacheco
Hablar de una solución de dos Estados es absurdo mientras el régimen israelí, respaldado por EEUU, siga exterminando a los palestinos de Gaza.
Para muchos palestinos, hablar de una solución de dos Estados, o de cualquier otra resolución política al actual conflicto colonial, suena a lujo, dada la urgente necesidad de salvar a 2,3 millones de personas en Gaza del ataque masivo de Israel.
Detener la guerra genocida de Israel es una prioridad absoluta para el pueblo palestino y para todas las personas con conciencia. Por ello, los nuevos discursos de Biden sobre la ilusión de los dos Estados son poco más que una distracción de las atrocidades sin precedentes que está perpetrando Israel, con el respaldo de Washington.
La reavivada retórica estadounidense sobre este tema, enmarcada como una visión que se perseguirá al día siguiente de que termine la guerra genocida, está condicionada a la consecución del plan militar de Israel para expulsar a Hamás de Gaza, sin importar cuántos civiles mueran o sean desplazados a la fuerza en el proceso, o cuánta devastación se desate en el territorio.
Estamos pasando de una fase en la que el mantra de la solución de los dos Estados se ha utilizado para encubrir la colonización israelí de Cisjordania y Jerusalén Este, a otra que implica el exterminio de palestinos en Gaza, que se ha convertido en el mayor campo de concentración al aire libre del mundo.
Todo ello justificado por la necesidad de eliminar el supuesto mayor obstáculo para la paz.
Resulta absurdo unir dos trayectorias tan contradictorias: una que habla de paz y otra que implica el proceso continuo de exterminio de un grupo de personas que supuestamente se beneficiarán del proceso de paz.
Pero semejante propuesta no es en absoluto desconocida en el contexto de la historia de EEUU, que comenzó con el exterminio de la población indígena y se extendió a Irak y Afganistán en el siglo XXI. Se trata de un diseño, basado en la suposición de que éste es un momento oportuno para seguir adelante con un plan cuyo principal objetivo es garantizar la seguridad de Israel y reconstruir las alianzas regionales de Washington.
¿Real cambio de política?
La Administración estadounidense, aturdida por la operación de Hamás al estilo «conmoción y pavor», quiere aprovechar la creciente debilidad del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dada su incapacidad para defender a sus propios ciudadanos y desmantelar a Hamás, con el fin de que Israel y la Autoridad Palestina (AP) vuelvan a la mesa de negociaciones.
Pero, ¿qué significa realmente invocar la solución de los dos Estados tras tantos años de abandono y la consiguiente destrucción y sufrimiento infligidos a un pueblo colonizado? ¿Se traducirá en un cambio real de la política estadounidense?
¿Y sigue siendo la solución de los dos Estados una opción seria o viable, dado el arraigado proyecto de los colonos en Cisjordania y Jerusalén Este ocupadas, y el creciente fanatismo y la tendencia al fascismo exacerbados por la guerra actual? ¿Es la versión de Washington de la solución de dos Estados la misma a la que aspiran los dirigentes palestinos, y está dispuesto EEUU a ejercer una presión real sobre Israel?
La atmósfera reinante en medio de la guerra de Gaza y el repunte del odio entre palestinos e israelíes son extremadamente desalentadores. Es difícil estimar cuánto se ha profundizado la división, o si cualquier conversación sobre una solución política que ofrezca siquiera un mínimo de derechos al pueblo palestino es siquiera relevante en estos tiempos.
Es probable que la sociedad israelí salga de esta guerra con una voluntad aún menor de aceptar cualquier compromiso con los palestinos, especialmente desde que el régimen israelí y Occidente han enmarcado el ataque del 7 de octubre como algo desconectado de las graves injusticias históricas que ha infligido a los palestinos.
Peor aún ha sido la removilización de la sociedad israelí, engañada para que apoye una mentalidad descaradamente genocida arraigada en la ideología sionista. Las políticas coloniales de Israel deshumanizan al pueblo palestino, y la eliminación de la cultura y la historia palestinas desde 1948 se considera el cumplimiento de una promesa divina o un imperativo nacional.
En los últimos años, la mayor parte de la sociedad israelí y de los principales medios de comunicación se han vuelto cada vez más racistas e insensibles al sufrimiento palestino. Por eso los palestinos han intensificado su lucha de resistencia, a pesar de tener que hacer enormes sacrificios. Esta lucha por la justicia, la descolonización y la liberación no terminará nunca; por eso los palestinos de Gaza se niegan a abandonar su patria, incluso después de 16 años de cruel asedio israelí.
Intermediario parcial
Incluso después de que termine la guerra actual, el conflicto más amplio continuará mientras no haya una solución justa. Cuando esta ronda de enfrentamientos amaine, comenzará la diplomacia, pero este proceso será difícil y prolongado, y un gran desafío para los palestinos, porque EEUU nunca ha sido un intermediario imparcial.
Si Israel consigue debilitar a Hamás y apartarlo del poder en Gaza, como pretende, EEUU tendrá que garantizar la sustitución del gobierno israelí de extrema derecha por una administración dispuesta a tratar con la Autoridad Palestina, que ha estado actuando como subcontratista de la ocupación israelí.
Pero es difícil prever un verdadero cambio en la postura de Israel respecto a los derechos de los palestinos, en medio de las inminentes luchas internas por una prevista revisión judicial, que probablemente se exacerbarán tras el fracaso masivo de Netanyahu el 7 de octubre. Un cambio de este tipo sólo se producirá tras una presión interna continuada, a saber, la contrarresistencia palestina y progresista, y una auténtica presión internacional.
Los palestinos saldrán de esta guerra habiendo soportado otra horrible catástrofe humanitaria, de una magnitud sin precedentes desde la Nakba de 1948. Sin embargo, gracias a su resistencia y a su notable firmeza, también habrán logrado importantes avances en términos de apoyo y simpatía por su causa en todo el mundo, sobre todo en los países occidentales cuyos gobiernos apoyaron vergonzosamente la guerra genocida de Israel.
La posición de Israel en el mundo se ha visto aún más socavada, sus mentiras y mitos han quedado en gran medida derribados. Ha surgido una nueva generación con una nueva conciencia y conocimiento de la justicia de la causa palestina. Esta generación más joven seguirá cuestionando a sus gobiernos por sus fracasos, su imperialismo y su complicidad con los crímenes de guerra.
El mundo está siendo testigo de otra oleada de políticas alternativas de base, centradas en la justicia, la liberación y la igualdad. Los líderes y activistas de este movimiento global en constante expansión ven la lucha palestina como una extensión de sus propias batallas por la justicia en casa.
Los palestinos volverán a enfrentarse al reto de cómo unirse y aprovechar estos logros. La mayoría de los palestinos ya no creen en la solución de los dos Estados, pues el régimen sionista ha demostrado en repetidas ocasiones sus intenciones genocidas y colonizadoras.
El lema «Palestina será libre del río al mar» se convertirá en parte integrante del discurso palestino, y los intentos de criminalizarlo fracasarán.
No se trata de un lema genocida, sino de un noble objetivo que reclama la liberación de los palestinos del brutal apartheid y la liberación de la sociedad israelí del sionismo, permitiendo que tanto palestinos como judíos vivan juntos en una entidad igualitaria.
En conclusión: La mayoría de los palestinos ya no creen en esa solución, pues el régimen sionista ha demostrado en repetidas ocasiones sus intenciones genocidas y colonizadoras.
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