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Esos "ruidosos" venezolanos



En estos tiempos en donde el recurso de la virtualidad es el más utilizado desde nuestras casas para sostener todo tipo de reuniones –desde encuentros laborales, clases de diferentes niveles, tertulias de amigos, cultos religiosos, presentaciones comerciales, ruedas de prensa y hasta cumpleaños, entre otros– se ha hecho muy frecuente que se “cuelen” durante la trasmisión, a través de las plataformas virtuales, los sonidos desde la calle de los conjuntos musicales itinerantes conformados primordialmente por inmigrantes venezolanos.



Algunos consideran que es molesto escucharlos precisamente en momentos en que se requiere concentración y que no deberían permitir que deambulen libremente por la ciudad sobre todo es estas épocas de pandemia. Otros, por el contrario, consideran que son una de las pocas distracciones y muestras de entretenimiento que existen desde la hora en que nos recluimos en este intermitente y aburrido confinamiento que obedece a las variadas medidas gubernamentales y a las propias decisiones responsable. Esto último es tan cierto que incluso muchas personas los contratan para que, desde la plena calle, se sumen a alguna celebración especial sin que infrinjan las medidas de bioseguridad.


Lo cierto es que a la gran mayoría de quienes les escuchamos, en una u otra circunstancia, nos sorprende la habilidad y destreza de estos músicos –oriundos del hermano país y aparentemente improvisados– para poder manejar los instrumentos y coordinar sus voces en el ánimo de interpretar con lujo de detalles todo tipo de canciones, desde las consabidas melodías de cumpleaños, los clásicos tropicales y famosas rancheras hasta nuestras melodías autóctonas en ritmo de porro, cumbia o vallenato.


Pues resulta que detrás de esos "ruidosos" venezolanos, que se apostan con sus instrumentos y voces en las esquinas de nuestras casas, en las puertas de los edificios, en los parques o en los semáforos de nuestras vías para ganarse la vida interpretando aires musicales que nos trasladan con nostalgia a épocas más alegres de antes de la pandemia, hay todo un interesante y ejemplar programa social único nacido en Venezuela y que, convertida en política pública nacional en ese país, ha pasado a ser imitado por más de 60 naciones en el mundo.


Se trata del Sistema Nacional de Orquesta Juveniles e infantiles de Venezuela, conocido mundialmente como “El Sistema”, concebido y fundado en 1975 por el tantas veces galardonado maestro y músico venezolano José Antonio Abreu. Este programa que ha beneficiado a millones de niños y jóvenes en el hermano país propuso desde el principio sistematizar la instrucción y la práctica colectiva e individual de la música a través de orquestas sinfónicas y coros, como instrumentos de organización social y de desarrollo humanístico. Este modelo pedagógico, artístico y social, que ha alcanzado relevancia en el mundo entero, constituye el programa de responsabilidad social de mayor impacto en la historia de Venezuela.


Adoptado por los diferentes gobiernos el llamado “milagro musical venezolano” se imparte de manera gratuita en todas las escuelas del país actuando como una poderosa herramienta para el rescate social de la población más vulnerable a través de una educación musical colectiva.



Como decía el maestro Abreu: “…De la medida en que sepamos iniciar a nuestros jóvenes y niños, y a todos nuestros ciudadanos, en la fascinante empresa de la innovación, la creación, y de la educación por y para el arte, dependerá decisivamente la calidad y dignidad de todos los futuros, y la posibilidad misma de honrar el inmenso desafío de ser y vivir dignamente en paz, justicia y libertad…”


Piense en eso la próxima vez que diga: “Esos Ruidosos venezolanos”


@vherreram

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