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¿Es la prensa el cuarto poder?



Antes del gran asalto y toma de La Bastilla, ocurrido el 14 de julio de 1789, hecho que marca el inicio de la Revolución en Francia, el movimiento cultural e intelectual denominado Ilustración, ejercía gran influencia sobre amplias capas de la población a través de la prensa y los libros.


Decir que el periodismo no tiene ni un cuarto de poder, no es un dilema es una certeza. Desde la época de la Ilustración, en Francia, quienes tenían el poder económico utilizaron los medios escritos para conspirar contra otros poderes, en el caso de los galos, contra el Rey Luis XVI y contra los Tres Estados.



Luis XVI hizo pensar, al pueblo francés, en grandes reformas del Estado, pero su falta de carácter, las intrigas de su corte y la oposición de los nobles le impidieron llevar a cabo las medidas oportunas.


En los primeros años de su reinado, las reformas económicas liberales que intentaron sacar adelante sus ministros Anne-Robert Jacques Turgot, Guillaume de Malesherbes y Jacques Necker para reducir el déficit público tropezaron con el recelo de la nobleza.


Luis XVI, intentó en seis ocasiones realizar reformas, estableciendo un impuesto equitativo que sustituyera a la talla heredada del feudalismo. La nobleza (Primer Estado) de toga del Parlamento de París y la corte de Versalles se negaron a tales reformas, situación que obligó al rey tener que presentar sus propuestas ante una Asamblea de Notables y más tarde ante los Estados Generales para aprobarlas. En los Estados Generales de 1789, el Tercer Estado (burguesía), al que no se le concedió el voto por persona que solicitaba, se autoproclamó Asamblea Nacional, jurando no disolverse hasta dar una Constitución a Francia. El rey cedió ante la Asamblea, viéndose obligado más tarde a trasladarse al parisino palacio de las Tullerías. Debido a su desacuerdo con las leyes y reformas (como la confiscación de bienes de la iglesia y la Constitución civil del clero, Segundo Estado), y viendo lo rebajada que había quedado su autoridad, adoptó una doble actitud, aparentando en público estar de acuerdo con la Asamblea y conspirando en privado en contra de ella, para eliminar a los revolucionarios del poder. La destitución por parte de Luis XVI de su ministro de finanzas, Jacques Necker, desencadenó una revolución. La noticia de la crisis provocó en París una verdadera conmoción. Los parisinos comprendieron que la destitución de Necker era la señal de que el rey quería acabar con la transformación constitucional iniciada dos meses antes; era un «golpe de Estado», un acto «despótico» contra el que había que reaccionar.



El 14 de julio de 1789, una muchedumbre se lanzó al asalto de una fortaleza real en las afueras de París. Cuando la noticia llegó a Versalles, el rey preguntó: «¿Es una revuelta?». Un ministro le contestó: «No, Sire, es una revolución». En boca de los insurrectos estaban palabras como libertad, nación, tercer estado, constitución, ciudadano.


Los ilustrados: Voltaire, Montesquieu, Diderot, Rousseau, etc., pertenecían a una élite, integrada en su mayoría por la burguesía culta (profesores, médicos, hombres de leyes), personas con un naciente poder económico. Sus obras escritas: “El Contrato Social”, “Cartas persas”, “El espíritu de las leyes”, “la Enciclopedia”, entre otros, se utilizaron para generar los cambios en esa época, en el gobierno y la sociedad.


Las nuevas ideas de estos filósofos y escritores eran:


1. En el orden político: La abolición del Régimen Absolutista y el establecimiento de la soberanía popular; asimismo, el reconocimiento de la libertad individual.

2. En el orden social: El establecimiento de la justicia para todas las clases de la

sociedad; así como el reconocimiento de la igualdad entre todos los hombres.

3. En el orden económico: La libertad de comercio e industria y, asimismo, el pago de impuestos por todos los ciudadanos, sin distinciones ni privilegios.


El poder es para dominar y mandar y los medios de comunicación han sido el instrumento para que quienes ostentan el poder económico. Fueron los ilustrados los que ejercieron un poder paralelo al poder ejercido por los Estados Generales conformados por: la nobleza (Primer Estado), el clero (Segundo Estado) y la burguesía (Tercer Estado); sus ideas fueron tan poderosas hasta el punto de ser el motor principal que impulsó a la Revolución.


La frase: “Scientia potentia est, sed parva”, que significa el conocimiento es poder, es autoría de Thomas Hobbes, escrita en el Leviatán, primera parte, capítulo 10. Posteriormente, la sentencia fue adaptada no se sabe por quién a: “Quien tiene la información tiene el poder”. Esta frase en un mundo globalizado como el de hoy, ya no es tan cierta ni siquiera para las grandes compañías. No es suficiente para constituir poder económico. Mucho menos suficiente para que un periodista de gran envergadura intelectual, pero carente de cuantiosos recursos económicos pueda acceder al poder y, aún, mucho más aventurero pensar que puede ser parte de un tal “Cuarto poder”, entendido este desde la perspectiva tradicional.



Edmund Burke, estadista y filósofo británico al hacer sus reflexiones sobre la Revolución francesa y el rol relevante de la prensa en ese proceso de cambio social la calificó como un nuevo poder: el cuarto. Posteriormente, Thomas Babington Macaulay historiador y político británico dijo “La galería donde se sientan los reporteros se ha convertido en el cuarto estado del reino”, junto con los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Después el canadiense Herbert Marshall McLuhan filósofo y profesor de teoría de la comunicación, nos habla de la Galaxia Gutenberg y de la aldea global para describir la interconexión humana globalizada por la comunicación satelital.


¿La tercera revolución, un nuevo poder?… ¿Para quién?


Vivimos inmersos en la Tercera Revolución Industrial: la “Era de la comunicación” “Era de la Información”, “Era Digital” o “Era Internet”. La alta tecnología y las nuevas redes de conectividad compleja han acelerado y perfeccionado la comunicación. James Lull, en su libro “¿Por qué era de la comunicación?”, plantea: “Los modelos de dominación económica que han tenido lugar por tanto tiempo se están extendiendo aún más gracias a la velocidad de la alta tecnología y a la conectividad global.


No obstante, cuando volvemos nuestra atención a las dimensiones culturales de la globalización, en cambio vemos que ‘el capitalismo informativo’ también ha creado ‘las nuevas formas históricas de interacción social’ que incorporan y provocan una multitud de tendencias contradictorias que a menudo sacuden a las tradicionales relaciones de poder. Debemos por lo tanto ser cuidadosos para no simplificar demasiado las cosas y culpar a la tecnología y a la globalización de todos los males del mundo, como Zygmunt Bauman (1998) y otros han estado tentados a creer. El centro de gravitación de la Era de la Comunicación, la Internet, por ejemplo, es usado extensamente de maneras sumamente creativas, incluso revolucionarias, desafiando la supervisión y el control, lo que, en ciertos aspectos ha comenzado a democratizar las ‘rutinas’ de comunicación. La Internet se ha desarrollado de maneras que ha ido dejando de ser una mera forma tecnológica para convertirse más en un medio de comunicación que abre ilimitadas posibilidades culturales.


Antes que sólo reforzar las estructuras tradicionales de autoridad político- económicas y culturales, la tecnología de información, la Internet y los medios masivos hacen más porosas a esas estructuras”.


Las redes sociales se están convirtiendo en la “revolución virtual” y en un “nuevo poder” alternativo de información que puede socavar estructuras sociales vetustas, pero es necesaria la ilustración, el conocimiento, para que el conocimiento sea poder y la información también. Educación e investigación es la ruta que apertura ese poder en ciernes, evitando que las redes sociales no se conviertan en “cloacas” de la información o en basureros colgados en la “nube”.



Mientras seguimos en la aldea, por lo menos en Colombia. No la aldea global descrita por Mluhan sino la real, local y feudal, la de antes de la Constitución del 91 y posterior, pues al parecer poco ha cambiado. Por ejemplo, el derecho a informar y ser informado,¿se acerca más a la definición de una broma o un arte de magia?


Planteado el interrogante en estos feudos del “Nuevo Mundo”, ¿hasta dónde se puede considerar valido el poder que se le ha dado a la prensa? Si partimos de la siguiente premisa: el poder se utiliza para dominar, entonces sólo pueden los que tienen los suficientes recursos económicos para tal fin.


Para aclarar, podríamos clasificar a los periodistas en tres grupos:


  1. Los empresarios de las comunicaciones (algunos de ellos ejercen el periodismo, pero la mayoría son políticos influyentes que convierten sus medios en tribunas desde donde influencian a la sociedad.

  2. Los periodistas asalariados.

  3. Los mal llamados “periodistas independientes”.


Los periodistas asalariados se pueden subdividir en dos grupos:


  1. Los que prestan sus servicios profesionales en los medios masivos de comunicación a cambio de una remuneración.

  2. Los que ejercen una especie de periodismo institucional en los entes del Estado o en empresas privadas.


Los periodistas “independientes” son aquellos que viven de la pauta publicitaria. Son los intrépidos del periodismo. Se pueden sub clasificar en dos grupos:


  1. Los que emprenden negocios de poca monta financiera, a través de un espacio radial o televisivo alquilado y lanzan desde allí sus módulos informativos.

  2. Los que montan empresas editoriales de poca inversión. Son también empresas irregulares por el tiraje y la periodicidad. Los formatos preferidos son el tabloide y la revista, pero no son diarios, ni semanarios, tampoco son mensuarios y mucho menos anuarios. Son “puedarios” por la sencilla razón que son publicados cuando el “dueño” de este medio alternativo puede pagar los costos de edición.



Ni a ellos, ni a los formatos o módulos informativos que manejan se les puede clasificar ni calificar desde el concepto amplio del periodismo alternativo, pues se entiende por tal al periodismo que ejerce un contrapeso informativo en oposición al tradicional. Generalmente el periodismo alternativo parte desde la perspectiva de una clase social que no ostenta el poder político-económico y que busca desde sus trincheras periodísticas influenciar en los cambios sociales a través del procesamiento de informaciones que estén mucho más próximas a la verdad de los hechos y acontecimientos de tipo político-económico, social y cultural que se generan cotidianamente en el seno del Estado.


Desde el enfoque del periodismo alternativo se considera que los medios de comunicación tradicionales generan desinformación porque son funcionales a una determinada y singular sociedad dirigida por una clase económica y politica de élite.


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