Se ha convertido en un accesorio más. Así como elige unos aretes o sus gafas, también qué tapabocas usar: de tela que le combine con la ropa o porque le preocupa la contaminación, a veces quirúrgico o el N95, si necesita más protección.
Ya es parte de la cotidianidad y, para muchas personas, es indispensable. Sin embargo, no se puede negar que hay momentos en los que quisiera no usarlo: en las caminatas al aire libre o las salidas a trotar en la calle, al montar bicicleta en un parque, en el gimnasio mientras levanta pesas o en las largas jornadas académicas o de trabajo.
El debate sobre su uso ha existido desde el inicio de la pandemia, cuando en distintos países era la medida básica y obligatoria. Y aunque hoy se tiene más información sobre la transmisión del virus y se dejaron de usar tapetes secos en el piso y tomas de temperatura, el tapabocas perdura como la medida más económica, accesible y efectiva contra la transmisión del coronavirus –y de muchos otros virus–. Eso no lo debate nadie, está comprobado.
Lo que sí se debate, sobre todo ahora, es su uso en ciertos espacios: aquellos abiertos, con buena circulación de aire, o donde conviven personas con poco riesgo y el esquema de vacunación completo. ¿Se debe usar en parques abiertos? ¿Los niños, en guarderías, cuyo riesgo es menor y ya tienen vacunas, deberían portarlo todo el tiempo? ¿En conciertos en estadios descubiertos?
La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, levantó la medida obligatoria de llevar mascarilla en espacios públicos cerrados el pasado miércoles. Y como este Estado, hay muchos países que han quitado la medida: España, Italia, Suecia, Polonia, Portugal y Australia se han basado en sus programas de vacunación y la etapa de la pandemia para flexibilizar sus cuidados, algunos en espacios abiertos y otros en cerrados.
¿Qué hacer en Colombia?
¿Debería seguir el ejemplo de otros países o mantener el uso obligatorio del tapabocas? De acuerdo con la epidemióloga Yéssica Giraldo, el objetivo del uso de la mascarilla aún se requiere, porque la pandemia no ha acabado, y decirles a las personas que pueden dejar de usarla en público podría crear una falsa idea de seguridad y ocasionar que se baje la guardia.
Sí es verdad que los espacios abiertos, con ventilación natural, disminuyen las probabilidades de contagio, pero el problema en el país es más cultural: podría darse el caso de que las personas dejaran de usar esta barrera en espacios con más probabilidades, como aquellos cerrados y con ventiladores que solo mueven el aire contaminado de un lado a otro.
Es un debate importante, que debe ocurrir, pero que tiene consideraciones y dependerá de cada contexto y cada territorio. Esto se debe tener en cuenta.
¿Necesario en espacios abiertos y ventilados?
Técnicamente hablando, un espacio abierto, con ventilación natural, con poca gente o buen distanciamiento y con otras medidas de seguridad, podría ser un lugar perfecto para prescindir de usar la mascarilla. Salir a trotar en la calle, con pocas personas alrededor, o montar en bicicleta, también serían opción. No dejan de representar riesgo, pero es mínimo. Sin embargo, puede pasar que las personas olviden usarla, pierdan cuidado, o dejen de entender su importancia.
Los expertos indican que los jóvenes, las personas que hacen ejercicio, o que tienen vacunación, tienen menos riesgo, por lo que podrían no necesitar las mascarillas en estos espacios. Sin embargo, consideran que no es buena idea retirar esta medida para todos los públicos al mismo tiempo y que la solución pasaría por quitar las medidas primero a personas con bajo riesgo, reforzando otras medidas, e ir escalando hasta las personas más vulnerables, como los no vacunados o aquellos con comorbilidades.
¿Se puede pensar en quitarlos en espacios cerrados?
Hasta ahora lo médicos indican que en espacios cerrados no es recomendable quitarlo todavía, sobre todo si no hay buena ventilación, porque está comprobado que el tapabocas ayuda a disminuir el riesgo. Ahora bien, si hay un momento en el que es necesario retirarlo, las personas deben procurar crear burbujas con amigos y compañeros: compartiendo vehículos particulares o transporte semiprivado, evitar exponerse y adoptar otras medidas como lavado de manos, pero también procurando que haya ventilación natural como ventanas y puertas abiertas, o aire acondicionado con purificación de aire de alta eficiencia, que limpia rápido el aire por unidad de tiempo, casi como estar al aire libre.
En Estados Unidos hay un debate en torno al uso de mascarillas en los jardines escolares. Algunos argumentan que los niños van a socializar, a aprender sobre el entorno social, a reconocer las expresiones de las caras de los demás, lo que el tapabocas no permite. Allí ellos ya están vacunados y corren menos riesgo. Esta sería una forma de comenzar y analizar la curva de crecimiento o decrecimiento de hospitalizaciones, UCIs, contagios, pero tomar decisiones apresuradas puede ser contraproducente.
No olvide las otras medidas
La pandemia no debe expresarse como algo estresante, por lo que no debería decirse “relajar” medidas, sino flexibilizar. La mascarilla ya ha demostrado ser de gran utilidad para detener la transmisión de virus, no solo el covid-19, por lo que sería ideal seguir utilizándola, incluso después de la pandemia, en varios momentos: ante personas vulnerables como bebés, prematuros, personas mayores, enfermos graves, o si tiene gripa o ante alguna infección.
Además, csería ideal continuar con estrategias como el uso del alcohol glicerinado, los espacios de lavado de manos o dispensadores de gel antibacterial, que disminuyen otros padecimientos como diarreas, que enseña a los niños sobre salud e higiene y que representan un paso gigante en temas de salud pública. COLPRENSA
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