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En mi avión no te montas

Por: Kumanday


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Juan Manuel es ya un hombre lo suficientemente trajinado en la vida. Resuelto a no permitir la ira y la confrontación, decidió dormir en el aeropuerto de Toronto al lado de su bella Tutina. La aerolínea que les iba a transportar a su país les prohibió abordar el vuelo. ”No importa!, al cabo que deseaba dormir como cualquier ciudadano anónimo en la cómoda silla de una sala de espera de un aeropuerto perdido del mundo.


Juan Manuel, como toda su vida, sufre de un frio pragmatismo, que, de alguna manera le impide sufrir. Para él es simple, las cosas que han de ser son y punto; no hay que buscarles arandelas a los eventos; no se sube al avión y ya. ”A rogarle a María Santísima!



Tutina ha aprendido de él. No siempre la defensa de la paz te permite volar en cualquier aerolínea, es posible que sientan animadversión por las palomas blancas y crean que es mejor un gallinazo que desde alguna finca producto del despojo siga moviendo los hilos del odio que se reproduce como la carroña que va cayendo del pico del avechucho.


No es que algĆŗn ubĆ©rrimo terrateniente haya dado la orden, pero su esencia introyectada en el corazón de alguno que otro de sus seguidores sĆ­. Tutina lo acepta sin pataleo, es muy dama para mostrarse como una niƱa malcriada. Ɖl, su querido Juan Manuel, menos. ĀæCómo puede la dignidad de un hombre exadministrador de un gallinero caer tan bajo y exigir respeto por su condición a punta de pataletas aeroportuarias? Ā”No!, mejor es dormir.


Posiblemente al siguiente dĆ­a, algĆŗn buen samaritano les da la mano a Ć©l y a su bella esposa para poder abordar otra aerolĆ­nea, una no tan sectarizada ni dogmĆ”tica. No creo que la pareja quiera irse en el futuro a algunas ā€œAviancacionesā€.


Tutina aprende que no siempre se vuela cuando se quiere, asĆ­ los papeles estĆ©n en regla. Todo depende del poder que se mueve en la oscuridad de la mala fe de un poderoso apóstata de la dignidad. Juan Manuel comprende y en silencio mantiene el secreto para no generar aspavientos en el gallinero. Pero gallinero es gallinero y el chisme cacareado se filtró algunos meses despuĆ©s. ā€œNada de lo que ocurra entre cielo y tierra, o entre avión y aeropuerto, se puede esconderā€


Un periodista y literato denunció el evento en un diario nacional. No parece ser que hubiese sido verdad su denuncia, el literato tan creativo se inventó un chisme, al fin y al cabo, gallito de gallinero. Una versión oficial, que no significa que sea la verdadera, manifestó que Juan Manuel, tal vez, si hubiese dormido en el aeropuerto, tuvo una noche tranquila, pues, al parecer le llevaron una buena manta a él y a su esposa, y también, un güisqui o una ginebra pudieron acompañar al honorable hombre en tan plÔcida noche, como pudiese haberle ocurrido a cualquier individuo, ciudadano del mundo sin derecho a abordar un vuelo a pesar de haberlo pagado y de tener todo en orden.


No creo tampoco que la manta fuera muy cÔlida. No son de buena calidad, había informado algún ignoto transeúnte que vio a la pareja tiritar de frío al menos un rato mientras intentaban dormir.


— Mijita, si hemos dormido en las mejores habitaciones de la casa de la reina de Inglaterra, Āæpor quĆ© no experimentar la comodidad del aeropuerto de Toronto?


— SĆ­, JuanMa, lo Ćŗnico que me hace falta es el excelente sentido del humor de Isabelita, a sus noventa y seis aƱos se ve tan joven, tan fresca y sus historias… Ā”Ahhhhh!, cuanto me han hecho reĆ­r y disfrutar del gran sentido del humor britĆ”nico.


— Si Tutina, Isabelita es todo un personaje, se da las maƱas para hacernos sentir bien


— Bueno, esperemos a ver a quien nos hemos de encontrar para alegrarnos la noche antes de descansar en este afable aeropuerto. Nunca sobran algunas carcajadas para relajarse y dormir.


— Bueno, no seamos tan exigentes, estamos en un Aeropuerto no en el Palacio de Buckingham


— No es mucha la diferencia, mira, mira amorcito Ā”cuĆ”n cĆ”lidos son los dos lugares!, es mĆ”s, mira a ese vigilante, parecidĆ­simo al portero del Palacio-



— Ay Tutina, como que el no poder dormir a esta hora, te estĆ” haciendo daƱo, vamos a descansar, y esperemos que maƱana mi Nóbel de la Paz y mis sentidas luchas por la paz del gallinero, no sean óbice para salir de este muy cómodo sitio.


— EstĆ” bien, pero… Āæy si nos quedamos mejor a vivir aquĆ­?, es bonito.


— Ā”Ay Tutina, duĆ©rmete ya!


— EstĆ” bien, pero te propongo algo, si no podemos abordar el avión llamamos para que nos envĆ­en el que pasó por encima de la tusta de nuestro amigo Timo el dĆ­a de la firma del Acuerdo de Paz y nos recoja, y asunto arreglado… Ā”JuanMa, JuannMaaaaa!


— Zzzzzzz…Zzzzzzz…Zzzzzz.

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