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En Colombia no elige la gente, eligen quienes amañan las encuestas

Por: Fernando Álvarez


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El arzobispo de Encuestantinopla se quiere desencuestizar, el que lo desencuestice será un gran desencuestizador. Las encuestas, los encuestados y los encuestadores son como los trabalenguas, cada quien las dice a su manera y las percibe a su antojo. Pero todos a una quieren hacer creer que su versión es la que permite mostrar el pulso del país. En todo caso, para todo el mundo resultan un verdadero enigma al que no se le otorga credibilidad y, sin embargo, solo las aprueba si le convienen.


Finalmente, se acepta que miden las tendencias del país, pero de un país donde cada uno ve la fiesta desde el ángulo en el que mejor se divierte. Prácticamente, todo el mundo duda de ellas, pero al final tiende a creerles porque se le da el voto de confianza a aquellos que aparentemente se devanan los sesos con el tema y exhiben algún tipo de experticia en el manejo de datos. Lo cierto es que nunca se sabe a quién encuestan, ni cómo lo hacen. Nadie que uno conozca ha sido encuestado jamás.


Y a pesar de que casi siempre los resultados de la encuesta de turno parecen absurdos, terminan marcando las tendencias y construyendo la opinión publica a partir de la opinión publicada. Al final se aceptan y terminan por marcar la agenda de los actores en contienda. Y aunque todos se la juegan a que después del ojo afuera no hay Santa Lucía que valga, las aceptan como un producto fortuito en el que cada uno de los actores confía en que en la próxima sí se gana el boleto ganador.



Y como los resultados de las encuestas siempre son sonoros, terminan por hacer creer que alguien serio ha hecho una métrica seria, así las variables no lo parezcan.


Una firma encuestadora como Guarumo y Ecoanalítica, que ahora suena mucho gracias a que a algunos medios les interesa darle un matiz de fiabilidad porque tienen claras sus preferencias electorales, es de las encuestadoras que definitivamente nació con los dados cargados. Por allí han pasado destacadas las presencias del exregistrador Ariel Sánchez, reconocido amigo del expresidente Ernesto Samper que no logró quitarse nunca el sanbenito de manipulador, quien se asoció con el cuestionado por sus manejos internos cuando era alto funcionario de la Registraduría, el legendario Alfonso Portela y el flamante Víctor Muñoz, el hombre de confianza del expresidente Iván Duque, que ya se sabe que sin ningun pudor se quiere apropiar de la candiadatua de Vicky Dávila. Ya puso su pica en Flandes con Alicia Arango, aquella famosa archiuribista empedernida que por secuelas burocráticas terminó de archiduquista furibunda.


Encuestadoras clásicas que predominaron en el mercado de la analítica y la métrica en opinión y reconociemiento, que eran conocidas por su vocación interpretativa de la estadística y su profesionalismo en el rigor para obtener sus mediciones como el Centro Nacional de Consultoría, Invamer o Datexco, ahora compiten con Guarumo y otras nuevas encuestadoras que saben más de manejo de datos y control de algoritmos, basados en la manipulacion de la data y la inteligencia artificial. Hoy las encuestadoras no se distinguen por querer ser la que logra realizar el mayor número de entrevistas y mejor analiza las emociones de la gente, sino la que mejor entiende de manejo de emociones, de creacion de tendencias y creacion de contenidos motivacionales. Hoy no se busca ser fiel a la verdad, sino construir la verdad que le sea fiel a sus selecciones previas.


Las preguntas ahora se hacen teledirigidas y las respuestas van sutilmente incorporadas a los resultados. Ya no se pregunta usted qué prefiere, sino que se insinúa usted qué debe preferir. En cuanto a candidaturas, no se escogen los nombres aleatoriamente, sino que llevan un orden que subliminalmente jeraquiza. Tal es el juego en que caen algunas que como Guarumo se lanza a la osadía de poner en juego el nombre de Miguel Uribe Turbay, quien por decencia y consideración no debería tener su nombre en mentes mientras se debate entre la vida y la muerte. Cualquier persona seria del sector, tipo Carlos Lemoine, por decir alguien, se habría abstenido de poner el nombre de quien aún se encuentra en cuidados intensivos.


Pero como la idea es mover el tablero aprovechando impúdicamente este lamentable insuseso, Guarumo se lanza audazmente con el fin de generar un favoritismo para beneficiar, por efecto reflejo, al segundo, en su defecto. Aunque es sutil, la estrategia todo indica que la apuesta está bien calculada. Si a esto se suma la necesidad de golpear al uribismo desde el duquismo, pues aparentemente se logra debilitar el concepto de “el que diga Uribe”. Máxime en estos momentos en que el juicio al expresidente Álvaro Uribe mantiene en vilo la decisión interna del Centro Democrático. Al final con este juego entre macabro e irrespetuoso con el candidato convaleciente el golpe bajo va dirigido contra Maria Fernanda Cabal, quien es quizás la principal uribista que le ha plantado cara a la incoherencia del expresidente Iván Duque, lo cual para ese sector cada vez más antiuribista, no tiene perdón. Es la única uribista que no tendría miramientos a la hora de pasarle factura a quien ella percibe como otro traidor de la misma talla o peor que la de Juan Manuel Santos.


Así las cosas, sí en la década de los sesenta del siglo pasado el sacerdote Camilo Torres acuñó la frase “El que escruta elige” para denunciar la forma en que el bipartidismo manipulaba las elecciones desde los organismos electorales y llamaba a la “abstención activa beligerante y revolucionaria”, hoy habría que entender que la nueva frase que interpretaría el momento es “El que encuesta elige”, y el llamado será a reglamentar ese ejercicio para que sea un instrumento de la democracia y no una herramienta contra la democracia.



Es urgente que la ciudadanía entienda que hoy las encuestas manipulan las emociones y conducen la opinión. Hay que estar modo ojo avisor con estas firmas, sobre todo con aquellas que tienen intereses creados. Y aunque en el país se comulga con la idea de que hecha la ley, hecha la trampa, todavía quedan restos de honradez y superviven los que creen que Colombia es más.


Tal vez es hora de que los candidatos que le apuestan a ganarse el favor de la opinión pública en franca lid, se ingenien la forma de meter en cintura a aquellas firmas encuestadoras que intentarán seguir por el camino de urgar en el primario sentido de jugarle al voto útil, o el de apostarle al caballo ganador. Porque estas firmas con poco sentido de la responsabilidad social empresarial por andar cuidando los centavos se les pueden estar yendo los pesos.


Los peligros que afronta la democracia en el país no dan para estar jugando a operación avispa en las mediciones. Y es probable que resulte más abeja si la audacia encuestadora se apunte un hit preguntando a los ciudadanos si creen que las elecciones de 2026 están en peligro. O qué piensan los ciudadanos del golpe de opinión de Petro con los supuestos intentos de golpe, del blando o del duro, del autogolpe o del contragolpe, de la Constituyente, o del cierre al Congreso que propone el pastorcito mentiroso, en fin, tela para cortar hay, pero las tijeras se están usando para cortar cordones umbilicales con el uribismo. Ojo con el 2026.

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