crossorigin="anonymous">
top of page

El hombre más inteligente de Colombia no terminó el bachillerato

Por: Mario Andrés Arturo Gómez



La revista Pares publicó un artículo conmemorativo que tituló: “El hombre más inteligente que ha tenido Colombia no terminó el bachillerato”. Por supuesto, se refería al filósofo Estanislao Zuleta. En su discurso de aceptación del Nobel de literatura, José Saramago, refiriéndose a su abuelo, diría: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida, no sabía leer ni escribir”. Zuleta abarrotaba auditorios, aun sin título de bachiller; murió leyendo a Bobbio y con una botella de ron en la mano; mientras el abuelo sabio, del que habla jactancioso Saramago, vivía de la cría de cerdos y forjó el intelecto del futuro Nobel transmitiéndole cuentos y leyendas en las caminatas. Por fortuna, la sabiduría no está determinada por el número de títulos que cuelgan de las paredes; sería humillante tener que decirle sabio a cualquier imbécil que exhiba un pergamino.



Es cierto, para hacer política y para ocupar cargos de elección popular, la Constitución no exige títulos académicos; sin embargo, esa garantía no exonera de la responsabilidad de procurar la formación y la comprensión de las posiciones a las que se ha de aspirar, para por lo menos previamente, dimensionar la complejidad de postularse a una dignidad política.


El conocimiento no viene anexo al cargo. El escritor estadounidense Rusell Conwell sentenciaría un día: “Si no eres grande antes de ocupar el cargo, ocuparlo no te hará grande". Realmente, el debate político ha decaído muchísimo; a pesar de que aún hay hombres y mujeres de muchos quilates en la deliberación, pesan más los que se han forjado únicamente saliendo a decir ridiculeces en redes sociales. Seguramente si a Don Jerónimo -abuelo de Saramago-, a Zuleta, o a nuestros propios abuelos les pudiéramos pedir un consejo, nos dirían que en política también debe privilegiarse la disciplina y la perspicacia sobre el ruido y la banalidad.

Comments


bottom of page