Cuando Dani Clode, demostrando ser una gran visionaria de la robótica, creó un dispositivo robótico que agrega otro dedo a una mano para que esta pueda hacer más cosas que una mano humana normal, abrió un nuevo capítulo en el naciente campo de la robótica para el cuerpo humano destinada no a suplir funciones perdidas de este sino a agregarle funciones nuevas. Portando el dispositivo robótico, la mano humana pasa a tener seis dedos y el pulgar extra adquirido puede trabajar conjuntamente con los demás dedos, como si fuese un dedo natural más.
La parte anatómica del pulgar adicional diseñado por Clode está fabricada por impresión en 3D, lo que facilita su personalización, y se lleva en el lado de la mano opuesto al del pulgar real del usuario, o sea cerca del dedo meñique. El usuario lo controla con sensores de presión colocados bajo el dedo gordo de cada pie. Conectados de forma inalámbrica al pulgar adicional, los sensores de ambos dedos controlan los diferentes movimientos del pulgar adicional respondiendo inmediatamente a los cambios de presión del usuario.
Pero, ¿hasta qué punto los humanos somos capaces de aprender a usar un sexto dedo en la mano? ¿Le resulta largo y trabajoso a la mayoría? ¿O fácil y rápido?
Una investigación realizada recientemente por un equipo que incluye a Tamar Makin de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido, y a Dani Clode, de esa misma universidad así como del University College de Londres en el Reino Unido, ha llevado a cabo un estudio con el objetivo de encontrar las respuestas a esas preguntas.
El equipo realizó pruebas con 596 voluntarios, de edades comprendidas entre los 3 y los 96 años y de procedencias demográficas muy diversas. De ellos, solo cuatro fueron incapaces de utilizar el dedo artificial, bien porque no se ajustaba bien a su mano, bien porque no podían controlarlo con los pies (los sensores de presión desarrollados específicamente para la exposición no eran adecuados para individuos de muy poco peso, como por ejemplo los niños pequeños).
Los participantes dispusieron de hasta un minuto para familiarizarse con el dispositivo. Durante ese minuto, el equipo les explicó cómo realizar una de dos tareas diseñadas para evaluar el nivel de habilidad alcanzado por cada persona con el dedo extra.
Casi todos los voluntarios fueron capaces de utilizar el dispositivo enseguida. El 98% de los participantes fueron capaces de manipular objetos con el pulgar adicional durante el primer minuto de uso, y solo 13 participantes fueron incapaces de realizar la tarea.
Los niveles de habilidad de los participantes eran variados, pero no se observaron diferencias de rendimiento entre hombre y mujer. Ni tampoco entre diestro y zurdo, a pesar de que el pulgar artificial siempre se llevaba en la mano derecha.
Tampoco hay pruebas concluyentes de que las personas consideradas especialmente hábiles con las manos, como por ejemplo intérpretes de un instrumento musical o con oficios que requieren bastante destreza manual, desempeñasen las tareas del experimento mejor que el resto de la gente.
También se constató que, en general, las personas mayores tenían un nivel de habilidad similar al de las jóvenes en el uso de la nueva tecnología.
En definitiva, en el estudio se ha comprobado que la gran mayoría de la gente no necesita esforzarse mucho ni dedicar un gran tiempo a aprender a usar un dedo adicional en su mano para coger y manipular objetos más eficientemente. Esto demuestra que el dedo robótico puede resultarle útil a la mayoría de las personas, en vez de ser una rareza de laboratorio para superdotados. NCYT
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