Así es como la obtusa y ridícula oposición sigue alimentando a Petro
- Acta Diurna
- 29 jun
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Por: Manuel Alejandro Angulo Gonzalez

Corría el 2013 y el entonces alcalde Gustavo Petro, entre fracasos y aciertos, se batía en Liévano cuando recibió un regalo paradójico para su carrera política en forma de notificación sancionatoria.
Era la destitución e inhabilidad para ejercer cargos públicos por 15 años, emitida por el entonces procurador camandulero y conocido opositor Alejandro Ordóñez. Y fue un regalo porque pusieron al ascendente y cuestionado jefe de la izquierda a jugar su juego: a alentar la plaza pública, a poner a discutir durante horas a los panelistas de programas de opinión y a litigar a sus abogados (precedente inédito), mientras que en las calles bogotanas ya había una sentencia sobre la situación: “No dejaron gobernar a Petro”.
Sentencia que exculpaba su incapacidad para liderar la ejecución de la capital, sobrevaloraba los logros conseguidos y justificaba sus fracasos, pero, sobre todo, lo situaba en los primeros puestos de las futuras presidenciales, que años después ganaría con importante apoyo en Bogotá. Los análisis del periódico del lunes coinciden en que, sin aquella desproporcionada sanción y otro par de zancadillas, Petro no hubiese sido presidente.
Años después, y durante su turbulenta presidencia, “el gran salvavidas” de su proyecto político sigue siendo la camandulera, obtusa y hasta ridícula oposición en el Congreso, liderada afuera por un señor que, desde el ubérrimo, cada que sale de las audiencias de su proceso penal en curso, se dedica a repartir pandebonos a pensionados entre el sur y el centro-oriente de Medellín para hacer campaña por un sucesor sin fuerza, al que todavía no bendice.
Mientras se ven imágenes de bancadas como la del Centro Democrático, MIRA y Cambio Radical celebrando el hundimiento de la reforma laboral —que contempla derechos mínimos para los trabajadores en el país que más horas trabaja según la OCDE—, hay un relato que empieza a ganar cada vez más fuerza: “La culpa es del Congreso”, “A Petro no lo han dejado gobernar”. Mientras tanto, en los televisores se ve a Paloma entre leguleyadas, a Efraín Cepeda con el cronómetro para cerrar la votación y a Peralta anotándose un autogol con su ausencia, que le daba muerte a la consulta popular.
Mientras que en las calles de los barrios de las principales ciudades toma fuerza la cara de los culpables de la desgracia. Y en las cumbres de los gremios, la cínica pregunta es la misma: ¿por qué crece Petro?
La oposición, que después de 20 años no ha aprendido que victoria sin justificación será derrota, seguirá concentrada en el tiempo en el que el presidente no está en X para conspirar cualquier cosa; en sus gustos sexuales o en el precio de sus zapatos. Mientras tanto, Gustavo, que ya conoce su libreto, seguirá siendo la víctima del sistema. Esta vez, potenciado por Benedetti y Roy —que sí que saben jugar esto—, señalan a la oposición como principal culpable de las frustraciones diarias de los colombianos, calientan motores para las legislativas y pone sobre la mesa el famoso “Frente Amplio”. Malas noticias para los honorables parlamentarios de la oposición: si todo sigue como va, perderán.
Veinte años y la lección poco aprendida me hace recordar el poema de Rafael Pombo llamado El gato bandido, en el que Michín, decidido por el camino delincuencial, se da a la tarea de robar; dispara a su confrontacional víctima y el tiro, por impericia del felino, sale por la culata, dejándolo adolorido. Cuenta Pombo:
“Déme la bolsa o la vida!”
El otro no se intimida
y antes grita: “¡Alto el ladrón!”
Tira el pillo, hace explosión
el arma por la culata,
y casi se desbarata
Michín de la contusión.
La oposición, decidida desde su sesgo a obstruir cualquier cosa que salga de la Casa de Nariño, se autolesiona. El tiempo se agota, y a todas estas... ¿A quién se le ocurrió que lo de Vicky era buena idea?
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