Acta Diurna

13 de jul de 20212 min.

No vuelvo a usar camisa blanca

Por: Mauricio Restrepo P.

Siempre me han gustado mis camisas blancas, como muestra de mi estado de ánimo y como símbolos de paz. En un día festivo y soleado, me hacen sentir en el hermoso Caribe y con ganas de cantar y bailar, armonizando ellas mi cabello casi blanco con mi alegría.

Y no me gustan las camisas negras porque simbolizan luto y me recuerdan a los “camisas negras” (squadristi) que fueron organizados por Benito Mussolini como el instrumento de acción violenta por parte de su movimiento fascista.

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Pero en mayo de 2021, en Cali, aparecieron unos individuos que se autotitularon “camisas blancas” y que lograron matar mi orgulloso amor por mis camisas blancas, a tal punto que sentiría vergüenza de salir a la calle con una casaca blanca.

Esos personajes, los “camisas blancas de Cali”, se consideran ellos “gente de bien” o “ciudadanos de bien” y, como muestra de su bondad, salen en manifestaciones o se ubican en ciertos puntos de Cali para enfrentar con violencia a los que nos manifestamos en contra de todas las injusticias y arbitrariedades que venimos sufriendo los colombianos en muchas décadas de gobiernos lejanos del sentimiento popular.

Esos ciudadanos blancos salieron a marchar en el oeste de Cali, a amenazar con 25.000 armas de fuego (palabras de ellos mismos) a los estudiantes de Univalle y a disparar contra la minga indígena. Porque “no es posible y no vamos a permitir que esos vagos, indios y vándalos nos quiten la tranquilidad y nos secuestren en nuestro propio territorio”.

Y esos agresores fueron apoyados por las autoridades del Estado colombiano. Y el baño de sangre se vio venir. Y lo peor, muchos de los que hasta ese momento eran mis amigos, apoyaron la “noble causa” de las casacas blancas. Y en las redes declararon la guerra a nosotros los ciudadanos del mal.

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Yo les pido de rodillas y les suplico humildemente, honorables ciudadanos de bien, que sigan uniformándose con casacas negras, que sigan yendo a misa los domingos, que piadosamente sigan comulgando, que nos dejen en paz a los que creemos en un mundo más justo y que busquen en otro lado al verdadero enemigo. Y, por favor, devuélvanle la dignidad a mis camisas blancas.

No temo por mi vida. Temo más a volverme insensible ante el sufrimiento del pueblo colombiano.