La revista Nature publica esta semana el descubrimiento de seis exoplanetas que orbitan alrededor de una estrella cercana similar al Sol llamada HD 110067. Está situada en la constelación Coma Berenices, a unos 100 años luz de distancia, y es visible desde el hemisferio norte de la Tierra.
El estudio, liderado por el astrofísico Rafael Luque de la Universidad de Chicago (EE UU), ha sido posible gracias a las observaciones del Transiting Exoplanet Survey Satellite (TESS) de la NASA y el CHaracterising ExOPlanets Satellite (CHEOPS) de la Agencia Espacial Europea (ESA).
Los cambios de brillo en HD 110067 y otras señales detectadas por estos y otros instrumentos permitieron confirmar la existencia de los seis planetas pasando por delante de su estrella con órbitas resonantes, una especie de 'vals' sincronizado.
Aunque los sistemas multiplanetarios son comunes en nuestra galaxia, los que se encuentran en esta ajustada formación gravitatoria conocida como resonancia (órbitas sincronizadas de una manera particular) se observan con mucha menos frecuencia.
En este caso, el planeta más cercano a la estrella realiza tres órbitas por cada dos del siguiente planeta, lo que se denomina resonancia 3/2, un patrón que se repite entre los cuatro planetas más cercanos.
Respecto a los otros planetas más alejados, se trata de cuatro órbitas por cada tres del planeta siguiente, una resonancia 4/3.
Los sistemas orbitales resonantes como este son extremadamente importantes porque informan a los astrónomos sobre la formación y evolución del sistema planetario.
Un sistema planetario fósil
Estos sistemas tienden a formarse en resonancia, pero pueden ser perturbados fácilmente. Por ejemplo, un planeta muy masivo en el sistema, un encuentro cercano con una estrella pasajera o cualquier tipo de fusión o colisión pueden alterar el delicado equilibrio. Por tanto, encontrar un sistema resonante es como observar un sistema planetario fósil.
HD 110067 invita a seguir estudiándolo, ya que nos muestra la configuración inalterada de un sistema planetario que ha mantenido su resonancia desde su formación: es probable que los planetas hayan estado practicando esta misma danza gravitatoria desde que se formó el sistema, hace más de mil millones de años.
Además, se trata del sistema más brillante conocido con cuatro o más planetas. Dado que todos estos planetas tienen un tamaño inferior a Neptuno y atmósferas probablemente extensas, son candidatos ideales para estudiar la composición de sus atmósferas con el telescopio espacial James Webb de la NASA, la ESA y la Agencia Espacial Canadiense (CSA).
La historia detectivesca del descubrimiento
El descubrimiento de estos planetas recuerda a una historia de detectives. Las primeras pistas procedieron del satélite TESS de la NASA, cuyo objetivo es examinar todo el cielo pedazo a pedazo para encontrar exoplanetas de período pequeño (años cortos). En 2020, detectó descensos en el brillo de la estrella HD 110067, lo que indicaba el paso de planetas por delante de su superficie. Estos pequeños eclipses son lo que los astrónomos llaman tránsitos.
Dos años después, TESS volvió a observar la misma estrella. Sumando ambos conjuntos de mediciones, los científicos disponían de un abanico de tránsitos para estudiar. Pero era difícil distinguir cuántos planetas representaban, o precisar sus órbitas. Los dos conjuntos de observaciones parecían discrepar entre sí.
“Fue entonces cuando decidimos utilizar CHEOPS”, recuerda Luque. Este Satélite de Caracterización de Exoplanetas es la primera misión de la ESA dedicada a estudiar estrellas brillantes y cercanas de las que ya se sabe que albergan exoplanetas, y que cuenta con la participación del ICE-CSIC y el IEEC.
“Fuimos a pescar señales entre todos los períodos potenciales que esos planetas podían tener”, explica el primer autor.
Finalmente, los astrónomos identificaron los dos planetas más interiores, con períodos orbitales de 9 días para el más cercano y de 14 días para el siguiente. Un tercer planeta, con un año de unos 20,5 días, fue identificado con la ayuda de los datos también del satélite europeo.
Entonces, los científicos realizaron la observación extraordinaria: las órbitas de los tres planetas coincidían con lo que cabría esperar si estuvieran fijados en una resonancia 3/2. Habían encontrado la clave para desvelar todo el sistema.
Los investigadores repasaron una conocida lista de resonancias que podrían darse en este tipo de sistemas, tratando de hacerlas coincidir con el resto de tránsitos que había captado TESS. Así, pudieron predecir que los tres planetas exteriores tienen períodos orbitales de 31, 41 y 55 días.
“CHEOPS nos proporcionó esta configuración resonante que nos permitió predecir todos los demás períodos. Sin esa detección, habría sido imposible», reconoce Luque.
Sin embargo, las observaciones de TESS que tenían alguna posibilidad de confirmar las órbitas predichas de los dos planetas más externos se habían dejado de lado durante el procesamiento, ya que presentaban un exceso de luz dispersa.
Un nuevo análisis de los datos para corregir este exceso de luz reveló dos tránsitos ocultos, uno para cada uno de los planetas, exactamente en los momentos esperados por las predicciones. Finalmente, encajaban todas las piezas del rompecabezas.
En la detección de tránsitos también se llegó a utilizar el instrumento MuSCAT2 instalado en el Telescopio Carlos Sánchez del Observatorio del Teide (Canarias).
"Entre los más de 5.000 exoplanetas descubiertos orbitando otras estrellas distintas de nuestro Sol, las resonancias no son raras, como tampoco lo son los sistemas con varios planetas", señala el coautor Enric Pallé del IAC, "lo que es extremadamente raro, sin embargo, es encontrar sistemas en los que las resonancias abarquen una cadena tan larga de seis planetas, lo que demuestra que este sistema no ha sufrido grandes cambios desde su formación hace más de mil millones de años".
"El universo nos demuestra que nuestro sistema solar no parece ser la norma en lo que a la formación de planetas se refiere, y una vez más nos da un ejemplo de la gran variedad de sistemas planetarios que existen. Este, además de su interés para entender cómo se forman y evolucionan, quizá nos pueda aportar información adicional sobre por qué nuestro sistema planetario es como es", concluye otro de los autores, Pedro J. Amado, investigador del IAA. SINC
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