Cuando la sonda espacial Voyager 2 de la NASA sobrevoló Urano en 1986, proporcionó la primera (y, hasta ahora, única) visión cercana de este extraño planeta. Además de descubrir nuevas lunas y anillos, la nave se topó con nuevos y desconcertantes misterios. Las partículas energizadas que rodeaban el planeta desafiaban la ciencia conocida acerca de cómo funcionan los campos magnéticos para atrapar la radiación de partículas, y Urano vio acrecentada así su reputación de planeta extraño.
Esa reputación se inició por el hecho de que su eje de rotación, a diferencia de los de todos los demás planetas de nuestro sistema solar, está "tumbado" en vez de "erguido", en el sentido de que es paralelo al plano de su órbita.
Lo que se descubrió en 1986 al examinar los datos recogidos por la Voyager 2 dejó perpleja a la comunidad científica. En el interior de la magnetosfera del planeta había cinturones de radiación de electrones con una intensidad tan solo superada por la de los colosales cinturones de radiación de Júpiter. Pero, al parecer, no había ninguna fuente de partículas energizadas que alimentara esos cinturones ultraactivos; de hecho, el resto de la magnetosfera de Urano carecía prácticamente de plasma.
La falta de plasma también desconcertó a los científicos, porque sabían que las cinco lunas principales de Urano, situadas dentro de la burbuja magnética, deberían haber producido iones de agua, como hacen las lunas heladas alrededor de otros planetas gigantes.
Ahora, una nueva investigación que analiza los datos recogidos durante aquel sobrevuelo hace 38 años ha descubierto que el origen de estas anomalías es tan solo una casualidad cósmica: Resulta que en los días inmediatamente anteriores al sobrevuelo de la Voyager 2, el planeta se había visto afectado por un tipo inusual de meteorología espacial que aplastó el campo magnético del planeta, comprimiendo drásticamente la magnetosfera de Urano.
“Si la Voyager 2 hubiera llegado unos días antes, habría observado una magnetosfera completamente diferente en Urano”, afirma Jamie Jasinski, del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA en Estados Unidos y quien encabeza el equipo que ha realizado el nuevo estudio sobre la magnetosfera de Urano. La nave vio a Urano en unas condiciones que solo se dan en raras ocasiones.
Las magnetosferas actúan como burbujas protectoras alrededor de los planetas con núcleo magnético y campo magnético, como por ejemplo la Tierra. La magnetosfera los protege de los chorros de gas ionizado (plasma) que salen del Sol en el viento solar.
Actualmente, la distancia a la Tierra de la Voyager 2, que ahora vuela por el espacio interestelar, es de unas 19 horas-luz. NCYT
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