top of page

Por qué la evolución no nos dejó caminar a cuatro patas



La de nuestra especie es una historia única en la que miles de casualidades han tenido que sucederse a lo largo de millones de años para que ahora, con mis dedos, yo pueda estar escribiendo estas líneas que estás leyendo. Se atribuye al filósofo Anaxágoras esa frase que dice que: "el hombre piensa por que tiene manos". Una sentencia que algunos podrían completar diciendo que: "el hombre piensa por que tiene manos y en definitiva por que tiene pies" y sobre la cual, a la luz de los descubrimientos de los últimos años se podría añadir: "pero sobre todo porque su pelvis es muy diferente a la del resto de primates".



¿Dónde se halla el fundamento de estas afirmaciones? Aunque pueda no parecerlo, se encuentran relacionadas con uno de los hechos que nos diferencian del resto de mamíferos y primates de la Tierra: nuestra capacidad de caminar erguidos permanentemente. Así, si hoy somos el animal racional que puede presumir de tener el cerebro más desarrollado de todos, es por que un día nuestras manos quedaron libres para el empleo de herramientas, lo que a su vez fue propiciado por una pelvis que nos permitió mantener esa postura.


Podría decirse, al menos en parte, que nuestra inteligencia como especie es el resultado de estas y seguramente otras circunstancias pero antes de que esto sucediera pero, ¿cuáles fueron las razones evolutivas que nos llevaron a caminar erguidos? Parece que todo comenzó cuando nuestros ancestros aún se desenvolvían entre los árboles, sin embargo, el gran salto hacia la bipedestación se produjo una vez abandonamos estos para adentrarnos en los ecosistemas de sabana y extensas praderas africanas, donde caminar sobre dos patas suponía un considerable menor gasto energético, una hipótesis respaldada, por ejemplo, por un estudio llevado cabo en el año 2007, en el que un equipo de investigadores de la Universidad de California-Davis demostró que la caminata humana usó aproximadamente un 75% menos de energía y quemó un 75% menos de calorías que la caminata cuadrúpeda y bípeda en los chimpancés.


Por otro lado, el clima más cálido y seco de la sabana, donde la radiación solar era mucho mayor que bajo el cobijo de los árboles, también propició el desplazamiento sobre dos patas de nuestros ancestros. Esto fue debido a que un cuerpo erguido proporciona menos superficie de incidencia solar, por lo que recibe menos radiación que uno que se desplaza sobre cuatro patas. Además, caminar sobre dos patas separaba en gran medida el cuerpo del suelo de aquellos primates, permitiéndoles refrescarse con la brisa y recibir, del mismo modo, menos calor indirecto procedente del propio suelo.


Además, adentrarse en sabanas, praderas y territorios abiertos, expuso a aquellos osados primates que abandonaron la seguridad de sus árboles a la vista de un nuevo conjunto de depredadores, por lo que la capacidad de erguirse sobre dos patas le proporcionó también una mayor capacidad para otear el horizonte y evitar convertirse en presas fáciles.



Sin embargo, no todo acaba ahí, si no que caminar erguidos y tener las manos libres, a parte de la capacidad de usar sus manos para manejar herramientas como decíamos al principio de estas líneas, otorgó a nuestros antepasados una mayor capacidad tanto de transportar a sus crías como alimentos y llegado el momento, incluso armas, todo lo cual redundó en un aumento de las supervivencia de aquellos individuos más aptos para mantenerse en pie. Luego, la propia selección natural, a lo largo de millones de años, miles de cambios en el medio, y cientos de adaptaciones para sobrevivir en este, nos llevarían a convertirnos en los que somos hoy, pero estas son algunas hipótesis de como comenzó todo. NATGEO

bottom of page