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Murió Diego Armando Maradona



Banderas a media asta, tres días de luto y una pandemia que hace de taco en la garganta. Argentina no sabe qué hacer, el mundo apunta hacia allí esperando algún gesto, de esos tan argentinos, que describa la parálisis en la que la muerte de Diego Maradona nos mantiene. El rumor corría por las redes. Los periodistas en vivo buscaban razones de la salud del astro. A las 11: 35 de la mañana, la albiceleste confirmó el deceso.


El tiempo transcurrió desde allí a paso lento. El hoy, y cualquier atisbo de mañana, se plegaron al pasado. Este fue el gol de Maradona; esta fue la frase de Maradona; así fue la relación de Maradona con... Todo se redujo a su pasado, a ese tiempo glorioso en el que el mundo era el lugar en donde vivía Maradona.



Su muerte se convirtió, igual que él, en un mito. De vez en cuando asustaba, con sus entradas esporádicas y peligrosas a las clínicas. Horas después se alejaba, con la sonrisa despreocupada de Diego, a veces en silla de ruedas, otras tantas caminando, como si no hubiera tenido al filo al mundo.


Así pareció ser el pasado 3 de noviembre, cuando se informó de su ingreso a una clínica de Buenos Aires. Nada preocupante, intentaron calmar los doctores. “Está emocionalmente mal”. Las pruebas los desmintieron esa misma noche, cuando revelaron que El Pelusa tenía un hematoma subdural por el cual seria intervenido. La vida de Diego se sumió, a partir de allí, en un poco común hermetismo.


La perspectiva podría decir que allí se torció la historia. Los días transcurrieron y de Maradona no se supo nada. La abstinencia de sus conocidas adicciones lo atacó y su ánimo no mejoró. La pandemia lo encerró en casa, como lo hizo con la mayoría de su generación, alejándolo de su pueblo, ese que lo amó, lo admiró, y también odió y desdeñó.


Ya Eduardo Galeano, el escritor uruguayo, lo definió con belleza: “Diego Armando Maradona fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses”. La tarde de este 25 de noviembre los medios reportaron la llegada de ambulancias a su casa. Un paro respiratorio se llevó a Maradona.


El ídolo que se va


Un hombre contradictorio y arbitrario, desafiante e ingenioso, machista, amigo leal y enemigo temible, se hundió y renació mil veces para trascender el universo del fútbol, ese fue Diego Armando Maradona.


Nació el 30 de octubre de 1960, vivió su infancia en Villa Fiorito, un barrio pobre de la periferia de la capital argentina donde comenzó a destacarse por sus maravillas con el balón.



Casi dos décadas después, se consagró como estrella universal del fútbol cuando, con la cinta de capitán de la selección argentina alzó la copa del Mundial de México-1986. Fue allí donde anotó sus goles más famosos: el polémico de la ‘mano de Dios’ y el mejor de la historia de los mundiales, frente a Inglaterra en cuartos (2-1). En Argentina despertó devoción y pasiones al punto de crearse la Iglesia Maradoniana, que lo considera su dios.


Con la Albiceleste, lloró de bronca al recibir la medalla de subcampeón en el Mundial de Italia-1990. Jugó otras dos copas del mundo: España-1982 y Estados Unidos-1994, cuando pronunció su frase “me cortaron las piernas”, luego de dar positivo en un control de dopaje, por efedrina, en pleno renacer futbolístico. Le costó una suspensión de 15 meses. Como entrenador, quiso transmitir su mística a la Albiceleste. Condujo a la selección entre 2008 y 2010 hasta el mundial de Sudáfrica.

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