Por: Darío Botero P.
Francisco Santos Calderón, acostumbrado a abusar de mil maneras criminales, tiene toda la razón para estar aterrado. Sabe que, si no hay golpe de Estado antes de nombrar fiscal en propiedad, él y muchos de sus conocidos perderán la impunidad. Esa impunidad afrentosa que los ha acompañado durante los últimos treinta o más años en los cuales han estado delinquiendo sin cesar.
En su desespero, el ordinario aristócrata santafereño llega hasta el punto de asegurar que si la CSJ nombra nueva fiscal, en menos de tres meses estarían presos Álvaro Uribe Vélez, él y Vicky Dávila, entre otros más.
En cuanto a esta decadente y desenmascarada reportera, se sabe que está vinculada con el clan paramilitar de los Gnecco como esposa de uno de ellos.
Ese apellido fue vinculado a un grupo delictivo de narcotraficantes, ya activo en 1998. Como tal fue nombrado en el noticiero de Darío Arizmendi. Y ahora la decaída, histérica, arrogante y mitómana periodista, actúa como su protectora.
Lo cierto es que Arizmendi sindica directamente a Pachito Santos de paramilitar desaforado desde la época de Carlos Castaño y Salvatore Mancuso, quien está vivo y lo dejará desnudo frente a la sociedad, al declarar minuciosamente la Verdad una vez empiece a cantar presencialmente ante la JEP.
El miserable privilegiado social conoce bien el alcance de sus crímenes, y sabe que una justicia imparcial se los tendrá que cobrar.
Por nuestra parte, nosotros sabemos, tanto como él, que con la nueva fiscal la esperanza de las mayorías dignas y de la comunidad internacional es que se hará justicia.
Por tanto, el miserable oligarca está desesperado, pues no ve escapatoria para evitar responder por su carrera criminal.
Sabe que, sin golpe de Estado que reviva la dictadura furibista, mafiosa, fascista y neoliberal, terminará en la cárcel, con seguridad.
Desde luego, es el mismo temor de la plana mayor del centro democrático. Y tienen razón. Su vagabundería y corrupción no seguirán impunes.
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