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La hipocresía de la mentada "austeridad"

Por: Brahian Fierro Suarez



En Colombia, la palabra austeridad se ha convertido en un mantra en boca de políticos que, desde su torre de marfil, dictan recetas de sacrificio al pueblo mientras disfrutan de lujosos banquetes. Es una farsa magistralmente orquestada: mientras el ciudadano de a pie se ve obligado a recortar gastos en lo básico, nuestros gobernantes siguen viajando en primera clase, como si la austeridad fuera un concepto exclusivo para los más desfavorecidos.



La austeridad se presenta como la salvación de nuestras finanzas públicas, pero detrás de este discurso se oculta un juego cruel que perpetúa la desigualdad. No se engañen, queridos lectores, la austeridad es la excusa perfecta para recortar fondos en salud, educación y programas sociales, dejando a millones en el limbo. Pero, claro, los mismos que promueven estos recortes siguen llenando sus bolsillos con subsidios y contratos. ¿Y el pueblo? A la espera de una atención médica decente mientras el Congreso sigue disfrutando de lujos que el resto apenas puede imaginar.


Es insultante observar cómo, en tiempos de crisis, los líderes políticos se arrogan la responsabilidad de "hacer sacrificios" mientras se llenan la boca hablando de solidaridad. ¿Solidaridad para quién? La misma clase política que niega un aumento salarial a los maestros y enfermeras, pero que no duda en otorgar aumentos a sus sueldos y a los de sus amigos en el sector privado. Hablemos claro: la austeridad es un ejercicio de hipocresía, un juego de manos en el que siempre gana el mismo.


La hipocresía de la austeridad no se detiene ahí. A medida que se recortan los fondos para servicios esenciales, los políticos prometen que "es por el bien del país". Pero, ¿Cuándo se han visto sacrificios reales en el Palacio? Mientras los ciudadanos luchan por llegar a fin de mes, las élites disfrutan de cenas lujosas y viajes exóticos, como si el sufrimiento ajeno fuera un mero dato estadístico.


La austeridad es, en el fondo, un arma de doble filo. Nos han convencido de que debemos apretarnos el cinturón, mientras ellos continúan inflándose de privilegios. Y, lo peor de todo, es que la historia nos ha demostrado que esta farsa no es nueva. Cada vez que se habla de austeridad, se nos quiere hacer creer que es la única solución, como si no existieran alternativas que realmente puedan beneficiar a la población.



Llego el momento de desenmascarar esta hipocresía y exigir a nuestros líderes que dejen de jugar al gato y al ratón con nuestras vidas. La austeridad no debe ser un sacrificio solo para el pueblo. Exijamos que también se apliquen medidas de austeridad a quienes toman las decisiones, comenzando por una reducción real de los salarios y beneficios de nuestros dirigentes.


La próxima vez que escuche la palabra "austeridad", recuerde que detrás de ella hay un velo de hipocresía que nos impide ver la verdad. No se trata de ahorrar, se trata de quién paga el precio. Y, lamentablemente, siempre el que paga por los platos rotos es el pueblo.

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