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'Koleken', el cazador que reescribe la historia de los últimos dinosaurios



En 1984, paleontólogos argentinos hicieron un descubrimiento increíble en el corazón de la Patagonia: encontraron los restos excepcionalmente bien conservados de uno de los dinosaurios más terribles hasta ahora conocidos, el Carnotaurus. Gracias a las protuberancias en su cráneo con forma de cuernos, este ágil animal de tres metros de altura y una longitud de entre siete y nueve metros se volvió con el tiempo en una verdadera celebridad, al punto de aparecer en documentales como Prehistoric Planet (2022) y en las películas Dinosaur (2000), Jurassic World: El reino caído (2018) y Jurassic World: Dominion (2022).


A 40 años de aquel descomunal hallazgo, un equipo internacional de científicos acaba de revelar que el Carnotaurus no estaba solo. Más bien, compartía la zona y sus presas con otro depredador no menos feroz: Koleken inacayali.



“Con una uña nos dimos cuenta a qué familia pertenecía”, cuenta a SINC el paleontólogo argentino Diego Pol. “Koleken y Carnotaurus vivieron en la misma región y más o menos en la misma época, hace 69 millones de años. Quizás los separaron 500 mil años o un millón de años. Aun no podemos saberlo con exactitud”.


Conocido por el descubrimiento del dinosaurio más grande hasta ahora conocido, el Patagotitan mayorum, este científico del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia emprendió poco antes del inicio de la pandemia de covid-19 una campaña en la formación geológica La Colonia, ubicada en el norte de la provincia del Chubut y conocida como hogar del Carnotaurus y del “mini-titanosaurio” Titanomachya gimenezi, recientemente anunciado. “Sabíamos que era un lugar con mucho potencial”, dice el investigador. “Nos interesaba porque es una zona que esconde los fósiles de los últimos dinosaurios y organismos que vivieron antes de la gran extinción”.


La forma de uno de los huesos que afloraban en la superficie reveló su linaje: se trataba de un abelisáurido, la familia de dinosaurios carnívoros más importantes de Gondwana, el supercontinente del hemisferio sur que incluía lo que ahora son América del Sur, África, India y Madagascar, Australia y Antártida. En un momento, los investigadores sosprecharon que se trataba de otro individuo de Carnotaurus. Recién en el laboratorio se disiparon las dudas.


“Koleken fue algo así como un primo de Carnotaurus”, revela el paleontólogo y autor principal de la investigación publicada en la revista Cladistics. “Probablemente en el mismo tipo de ambiente vivían varios abelisáuridos compartiendo el ecosistema, como hoy ocurre en África donde hay diferentes felinos que ocupan los roles de grandes predadores. Se trata de especies hermanas o primas, emparentadas cercanamente, especializadas para diferentes hábitos y dietas”.


Jóvenes y feroces


La paciente limpieza de los fósiles realizada por técnicos del Museo Paleontológico Egidio Feruglio y su estudio expuso que este depredador tenía miembros posteriores robustos. Las vértebras indican que la cola era muy rígida, sin mucha flexión. “Pero, a diferencia de Carnotaurus, este dinosaurio no tenía prominentes cuernos sino una cresta arriba del hocico”, indica el paleontólogo italiano Mattia Baiano del Museo Ernesto Bachman. “Demuestra que los abelisáuridos eran muy diversos. Pensamos que estos eran los carnívoros dominantes cuando se produjo la gran extinción”.



Koleken, además, era un poco más pequeño: medía casi cinco metros de largo. El análisis de la microestructura del tejido óseo expuso su edad. “Las marcas de crecimiento que se preservan en los fósiles muestran que era un juvenil a la hora de morir”, explica Ignacio Cerda, científico del Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología de la Universidad Nacional de Río Negro. “Estimamos que tenía unos seis años. No había alcanzado su tamaño adulto. El animal murió antes de terminar su crecimiento”.


Aún así, estiman los paleontólogos, este depredador habría tenido la capacidad de atacar y derribar a un dinosaurio herbívoro. “Es posible que haya sido más ágil que los adultos, dada la contextura más grácil de sus patas y menor peso corporal”, agrega Fernando Novas, co-autor de la investigación. Este reconocido científico del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia fue uno de los que originalmente estudió los fósiles de Carnotaurus con el prócer de la paleontología argentina, José Bonaparte.


“Hasta 1985, se pensaba que los tiranosaurios norteamericanos se encontraban uniformemente repartidos en todo el mundo”, recuerda. “Desde entonces, aprendimos que los continentes australes no estuvieron habitados durante la Era Mesozoica por los mismos grupos de dinosaurios que los del hemisferio norte. Quedó claro que los animales que poblaron Gondwana habían seguido carriles evolutivos distintos. Koleken viene a indicarnos que el Carnotaurus, a pesar de haber sido una super-estrella entre los dinosaurios carnívoros, no reinaba solo ni cazaba lo que deseara en la Patagonia central hace 69 millones de años, sino que compartía sus dominios con un pariente de menor tamaño”, añade el científico.


Estos depredadores se repartían a “las vacas del Cretácico”, como llama Novas a los titanosaurios, los herbívoros más diversos y abundantes del continente Gondwana durante millones de años, animales de gran tamaño que se ubicaban en la base de la pirámide alimenticia.


“Eran ellos los que sustentaban a las poblaciones de carnívoros que habitaban las planicies patagónicas con otros grupos de dinosaurios herbívoros como los ornitisquios, iguanodontes y anquilosaurios”, indica el paleontólogo. “Así como la variedad de presas era variada y abundante, la diversidad de depredadores era muy alta también”.



Los abelisáuridos fueron los depredadores más abundantes durante el Cretácico superior y se encontraron en todas las regiones del supercontinente Gondwana, excepto en la Antártida y Australia. Se conocen especies de la India, del norte de África y Madagascar, aunque América del Sur cuenta con el mejor registro fósil de este exitoso grupo.


La descripción de Koleken implicó comparar sus restos con más de 20 especies abelisáuridos. Como el Carnotaurus, este dinosaurio carnívoro tenía 12 dientes en el maxilar, a diferencia de otras especies de la familia como Aucasaurus (14 o 15 dientes), Ekrixinatosaurus (16), Majungasaurus (17) y Skorpiovenator (16). Su pelvis es muy parecida a la de Carnotaurus y, como todos los abelisáuridos, tiene una profusa ornamentación en los huesos del cráneo: una superficie rugosa.


Antes del fin


Sus características físicas no son los únicos rasgos que lo distinguen. También destaca por su peculiar nombre. En lugar de hacer referencia a algún atributo, más bien, rinde homenaje a los pueblos originarios de la región de los cuales quedan pocos rastros.


“Buscando cómo llamarlo encontramos en la cultura nativa del centro de la Patagonia la palabra Koleken que significa 'proveniente del arcilla y el agua' en idioma teushen, una lengua indígena de Argentina extinta”, recuerda Pol. “Nos pareció una descripción muy acertada porque el esqueleto que hallamos es de un animal terrestre que fue transportado probablemente por algún río hacia lo que era un estuario, una laguna costera en la cual capas de arcilla se depositaron en el fondo. Su cuerpo fue sepultado, lo que permitió la fosilización”.


En el caso del nombre “inacayali”, recuerda a Modesto Inacayal (1833-1888), uno de los grandes líderes de los pueblos del centro de la Patagonia. Fue capturado durante la campaña militar conocida como Conquista del Desierto y llevado como prisionero al Museo de La Plata donde vivió varios años y era exhibido. Cuando murió, sus huesos pasaron a formar parte de la colección. En 2014, su cuerpo fue restituido e inhumado en la provincia del Chubut. “Es una historia trágica de nuestro pasado que debemos recordar”, destaca Pol.


Koleken es la más reciente incorporación a la familia de grandes depredadores del hemisferio sur. Pero en especial es una novedosa pieza de un rompecabezas enorme en permanente reconfiguración. El hallazgo, de hecho, forma parte del proyecto “El fin de la era de los dinosaurios en Patagonia”, una iniciativa financiada por la National Geographic Society en la que 70 investigadores colaboran para comprender cabalmente los cambios por los que atravesaron los ecosistemas de la región en los últimos millones de años antes de la extinción masiva.


“El objetivo es explorar y recolectar material vegetal o animal de todos los sitios en la Patagonia que geológicamente están cerca de lo que se conoce como Límite Kpg o límite Cretácico-Paleógeno, es decir, el límite que se corresponde con el impacto de un asteroide hace poco más de 65 millones de años”, detalla Baiano. “Y así tener un pantallazo general de ese mundo perdido”.



Todavía quedan muchas preguntas a responder respecto a los últimos años de los dinosaurios. “Hay dos hipótesis en auge”, agrega el paleontólogo italiano especialista en dinosaurios carnívoros o terópodos.


“Una dice que había una alta diversidad de organismos al final del Cretácico y que el meteorito puso fin a eso. Mientras que la otra asegura que en realidad la diversidad venía bajando desde hacía varios millones años antes de la extinción masiva en la que desaparecieron casi el 70 % de los organismos que vivían en el planeta. Varios organismos ya se habían extinguido. Y el meteorito solo habría dado el golpe final. Estas hipótesis se basan en estudios realizados en el hemisferio norte. Esta es la primera vez que se busca entender de manera multidisciplinaria qué ocurría en esta región del planeta antes de la gran extinción”. SINC

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