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Infodemia, el virus que nos está llevando al desastre

Por: Carolina Romero Jaramillo



Estamos en un delirio en el siglo XXI, el de la información, olas contradictorias vienen y van en redes sociales y medios de comunicación, todo el mundo opina, es una indigestión de información donde todo es verdad, la de quien escribe o publica, y todo es mentira, para algunos que leen o escuchan, mientras otros reafirman o contradicen. La OMS, durante la pandemia, acuñó el término “Infodemia” que refiere a la abundancia de información sobre un determinado tema. Ahora todos y todas opinamos sobre algo, en muchos casos las ideas son altamente contradictorias, sin ir muy lejos hay quienes opinan sobre el beneficio de ciertos alimentos. Para unos hasta el agua y las frutas son perjudiciales. ¿Con qué información nos quedamos hoy en día?


Las distintas estrategias del uso de la información para el conocimiento, por un lado, ha permitido grandes avances en las ciencias y en las tecnologías, así como importantes perceptos para la vida humana, para un desarrollo de la humanidad con justicia social y bienestar, pero hoy en día el problema no está en que la información no llegue a los pueblos, ahora el problema es el cómo y qué llega en abundancia, en un delirio que no permite distinguir la verdad de la mentira.



Recordando a Joseph Goebbels “una mentira mil veces dicha, se convierte en una gran verdad”, lo dijo durante su gestión como ministro para la Ilustración Pública y Propagando, durante la Segunda Guerra Mundial en el gobierno alemán, dirigido por Adolfo Hitler. Así, ya no es necesario esconder los libros, como alguna vez lo hizo la iglesia, o censurar artículos, documentales, cine, u otros lenguajes de las artes; el asunto está en cómo nos llega el conocimiento. Las bibliotecas están abiertas, llenas de materiales bibliográficos, está la internet y sus infinitas posibilidades a un segundo de dar sobre un enlace.


En algún momento el reconocido escritor, Carlos Fuentes, recordaba cómo en los años 50, 60 y antes, se esperaba semanas para que llegara el nuevo capítulo de una novela, la cual incluso le predestinaban la muerte al ver la facilidad moderna de tanto entretenimiento, claro, se equivocaba, la novela sobrevivió, pero se sigue en esa penuria y más aún la dificultad que también expresaba frente a que la información ya no la buscas, te atropella, te abarrota, te consume.


No necesitas buscar algo determinado, ya llega a la palma de tu mano, el terremoto, el asalto, la desventura de algún desafortunado, los amoríos de alguna o muchas celebridades, la privacidad se anula de manera incluso voluntaria a través de las redes sociales. Pero claro, cómo no tener esta maravillosa posibilidad de estar enterado, es definitivo conocer si hubo un terremoto, para saber si viene un maremoto; de algún atentado y actuar, o de alguna enfermedad y consultar o tratarla.


El asunto no es la información, es no saberla discernir, no reconocer qué es falso o manipulado, qué pretende vender, hacerme pensar o solo sentir y así dominar mis reacciones de tal manera que tome decisiones equivocadas que me lleven como individuo o colectivo a consecuencias fatídicas.


Actualmente, aunque si marca una brecha para quienes aún se les niega el acceso suficiente al carecer de herramientas tecnológicas y conexión estable, sí termina importando qué tanto acceso se tenga a la información y lo que se traduce en conocimiento. Pero, sucede que las Redes Sociales indican una diferencia significativa, abarrotan de información hasta indigestar el pensamiento, lo limita, no lo forma, lo confunde, pasa sin filtro a los intestinos, generando emociones: rabia, amor, rechazo, aceptación, lo que se ha convertido en un arma política efectiva.



Llevan a votar a sus electores desde las pasiones, bueno, siempre ha pasado que el agite emocional permite tomar posición por un candidato, solo que se ha exacerbado llevando a decisiones y posesionar liderazgos que buscan mancillar los derechos humanos, el reconocimiento de la diversidad y el respeto por la diferencia. Casi quieren regresar los pueblos a la lucha primitiva del más fuerte.


Lo urgente es formar en pensamiento complejo, ¿qué significa? Pues entender que la vida es compleja, llena de matices, narrativas, perspectivas, de diversidad de culturas, etnias, contextos; que la vida no es lineal, no naces, te reproduces, luchas y mueres. La vida se hace llena de contrastes, altibajos, donde nada es total, homogéneo ni idéntico. Por tanto, se debe conocer en complejidad la humanidad, las fórmulas que se manejan en distintos ámbitos, por tanto, se necesita una formación transcompleja, donde lo interdisciplinar prime. Entender el mundo desde ahí nos puede dar suficientes herramientas para la información no nos ahogue, hay que tirar el salvavidas de una Educación Transcompleja desde las escuelas y universidades, del encuentro comunitario vecinal, que permita seleccionar, contrastar, confirmar, dudar y darle lugar a la información que se plantea desde lo complejo, no lo totalitario que manipula.

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