Ni el cambio climático es un cuento chino, como afirmó el inefable e inescrutable ex presidente de EE. UU. Donald Trump ni el Niño es un juego, como denominó la Ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible Susana Muhamad al anunciar el pasado 5 de octubre su fallida estrategia de atención y prevención de los incendios forestales, que proliferan en este momento en todo el país sin encontrar una respuesta eficaz por parte del Gobierno, que no se había preparado para enfrentar esta contingencia.
Para Donal Trump “El cambio climático es un invento que pretende proteger la naciente industria china, perjudicando la industria americana. Este fenómeno no está demostrado y no tiene un sustento real”. No obstante, fue nada menos que la Agencia Nacional de Evaluación del Clima, la que en su Informe cuatrienal, avalado además por la Academia Nacional de Ciencias, del cual le hizo entrega, la que le salió al paso a semejante exabrupto y lo refutó. Para dicha Agencia “la evidencia del Cambio climático abunda, desde lo más alto de la atmósfera hasta las profundidades de los océanos”.
El Cambio climático, entonces, es una realidad incontrovertible y se ha convertido en uno de los principales issues de la política pública en todo el orbe, tendiente a enfrentarlo, contrarrestarlo, mitigar sus devastadores efectos. Periódicamente se realizan las conferencias de las partes (COP), que organiza la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc, por sus siglas en inglés), para su monitoreo, evaluación y toma de decisiones, siendo la más importante de ellas la COP21, la que le dio vida al Acuerdo de París, mediante el cual 196 países adquirieron el compromiso de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), cuya acumulación en la atmósfera es la causante del aumento de la temperatura a nivel global, provocando fenómenos extremos tales como La Niña y el Niño. El primero viene acompañado de temporada lluviosa y el segundo de sequía.
Estos fenómenos extremos tienen tres características: la primera es que no son estacionales ni tienen periodicidad, razón por la cual son imprevisibles, es imposible preverlos, sólo se pueden pronosticar con algún grado de acierto y ello cuando la temperatura de los océanos, que constituyen el mayor disipador de calor del planeta, sube, lo cual es un indicio de su proximidad. En segundo lugar, son cada vez más frecuentes y en tercer lugar son cada vez más intensos y duraderos y por lo tanto sus estragos son cada vez mayores. El más reciente fenómeno de La Niña duró, por primera vez en lo que va corrido de este siglo, tres años.
Pues bien, el pasado 4 de noviembre la Ministra Muhamad declaró oficialmente el advenimiento de El Niño luego de que el Instituto de Hidrología y Meteorología (IDEAM) “luego de realizar seguimiento a la temperatura del océano Pacífico y establecer que durante cinco trimestres consecutivos se registraron valores superiores a 0.5º centígrados”. Aunque nadie puede asegurar hasta cuándo se prolongue, se estima que puede extenderse hasta abril o junio, siendo los meses de febrero y marzo los más impactantes, cuando se sentirá con mayor intensidad.
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