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El ´fracking´ también podría afectar a la calidad del agua superficial



Un nuevo estudio publicado en la revista 'Science' alerta de que, además de contaminar las aguas subterráneas, la técnica de fractura hidráulica también podría aumentar la salinidad de las aguas cercanas a los pozos de extracción.


En las últimas décadas se han puesto en marcha nuevos métodos de extracción de hidrocarburos que permitan cubrir la escasez de petróleo crudo convencional. El más famoso de ellos es la fractura hidráulica o fracking, una técnica que accede al petróleo y gas atrapado en rocas muy compactas y que es imposible de extraer por los métodos convencionales.



En su libro Petrocalipsis, el físico e investigador en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC (Barcelona) explica que, para llegar a estas rocas, en primer lugar se recurre a perforaciones horizontales, que generalmente se extienden un kilómetro o dos en múltiples direcciones. Después viene la fractura hidráulica: “consiste en inyectar agua y arena a presión a impulsos repentinos que son prácticamente como explosiones con el objetivo de fracturar la roca compacta y así volverla porosa a la fuerza. Con esto se accede a una cantidad mucho mayor del petróleo almacenado en la roca, pero –aun así-, este tiende a quedarse pegado a la piedra y fluye poco, de modo que se precisa inyectar otras sustancias que favorezcan su drenaje para que el petróleo sea menos pegajoso y pueda, por fin, fluir hasta la superficie”.


Aunque todavía se necesita más investigación, algunos de los efectos del fracking sobre el medio ambiente son conocidos y están bien documentados: el desarrollo de esta actividad productiva requiere de la construcción de grandes infraestructuras que afectan al paisaje, la biodiversidad y los recursos naturales de la zona. Además, las explosiones producen la liberación de diversos gases – algunos potencialmente tóxicos- y contribuyen al efecto invernadero. Por ejemplo, un artículo que se publicó en la revista Climatic Change Letters estimaba que en pocos años la explotación de petróleo y gas no convencional dejará una huella de carbono muy superior a la del carbón, porque los elementos asociados a su exploración y uso son más difíciles de capturar que el dióxido de carbono, principal gas de efecto invernadero. Uno de estos gases es el metano y, según revelaba un estudio publicado en 2019 en la revista Biogeosciences, el aumento en el uso de la fractura hidráulica parece haber contribuido en gran medida al incremento de dicho gas en la atmósfera.


Contaminación del agua


El uso de diversas sustancias químicas durante el proceso de fracturación supone un elevado riesgo de contaminación de los acuíferos circundantes. Ahora, el nuevo estudio que se publica en la revista Science indica que la calidad del agua superficial también podría estar afectada como resultado de estas actividades. Según los autores, en las aguas superficiales circundantes se producen aumentos pequeños pero detectables en la concentración de sales, y los mayores impactos tienen lugar durante las primeras fases de producción. Sin embargo, los niveles más altos estuvieron por debajo de lo que la Agencia de Protección Ambiental de EE UU considera perjudicial para la salud.


Para llegar a sus conclusiones, el equipo de científicos combinó una base de datos geocodificada de 46 479 pozos de fracking en 24 zonas de Estados Unidos con 60 783 mediciones de la calidad del agua superficial de las cuencas hidrográficas cercanas y abarcando un periodo de once años. De esta forma pudieron examinar si las actividades de perforación y fractura hidráulica estaban asociadas con concentraciones elevadas de sal, en concreto bromuro, cloruro, bario y estroncio. Los resultados revelaron un aumento muy pequeño, pero constante, de bario, cloruro y estroncio, pero no de bromuro, en aquellas cuencas hidrográficas en las que se habían instalado nuevos pozos de fracking.


Es necesario realizar mediciones más cerca de los pozos


Los autores reconocen una limitación en su estudio, y es que la mayoría de las estaciones de monitoreo están lejos o incluso aguas arriba de los pozos, un factor que puede hacer que se infravalore el efecto de la actividad extractiva sobre la calidad de las aguas. “Las administraciones deberían colocar estaciones de monitoreo en lugares donde se puedan rastrear mejor los impactos sobre el agua superficial y aumentar la frecuencia de medición justo cuando se perforan nuevos pozos”, reflexiona Giovanna Michelon, investigadora en la Universidad de Bristol y coautora del trabajo. “Además, hay que rastrear más sistemáticamente las otras sustancias químicas que se encuentran en los fluidos de fracturación hidráulica”, explica, ya que estos fluidos contienen sustancias químicas que son potencialmente más peligrosas que las sales pero que no se suelen incluir en las bases de datos públicas, lo que hace inviable un análisis estadístico de muestras grandes de estas sustancias.


Otro artículo de opinión que publica la revista Science en el mismo número y que firman dos investigadoras en salud pública y economía de las universidades de Rochester y Kentucky también es crítico ante la falta de investigación y la aparente laxitud en la regulación relativa a esta actividad económica. “La evidencia de los impactos sobre el agua de las actividades de explotación no convencional de petróleo y gas, junto con los estudios de los impactos sobre el agua potable, proporcionan evidencia indirecta de que la contaminación del agua relacionada con estas técnicas influye en la salud. Se necesita evidencia directa”, explican. “En términos más generales, la investigación continua en este campo brindaría información sobre los beneficios para la salud del control de la contaminación de las aguas superficiales”. Las autoras indican que, aunque magnitud de los efectos que se describen en el nuevo artículo están por debajo de los umbrales de seguridad establecidos para el agua potable, realmente se desconoce el impacto sobre la salud y el medio ambiente de las emisiones químicas asociadas a los trabajos de fractura hidraúlica, por lo que se debería repensar toda la regulación.



En Europa, la situación con respecto a esta actividad es diferente. En nuestro país, por ejemplo, el proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética ya le ha puesto fecha de caducidad: “a partir de la entrada en vigor de esta ley, no se otorgarán nuevas autorizaciones para realizar en el territorio nacional, incluido el mar territorial, la zona económica exclusiva y la plataforma continental, cualquier actividad para la explotación de hidrocarburos en la que esté prevista la utilización de la fracturación hidráulica de alto volumen”, indica el texto, que también contempla un escenario para la reconversión de las explotaciones actuales una vez que finalice la concesión. MUY INTERESANTE

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