Por: Andrés Raya Donet
En agosto de 1976, el historiador económico italiano Carlo M. Cipolla publicó un breve texto: Las leyes fundamentales de la estupidez humana. El folleto, que nació como una broma, a lo largo de los años se ha convertido en un verdadero long seller internacional. Es un tema que me divierte y apasiona. Ya lo traté hace años y hoy me parece de estricta actualidad.
A partir del análisis de los beneficios y perjuicios que el individuo obtiene para sí mismo y para los demás, Cipolla construye un esquema de abscisas y ordenadas donde ubicar los tipos humanos de inteligente, incauto, bandido y estúpido. El esquema muestra, entre otras cosas, que «el estúpido es más peligroso que el malvado«.
La estupidez, para decirlo como Cipolla, es «una de las fuerzas más poderosas y oscuras que impiden el crecimiento del bienestar y la felicidad humana”. En general, la estupidez es el fracaso de la inteligencia y contrariamente a lo que pudiera parecer no están a salvo de ella las personas extremadamente inteligentes. Más bien al contrario, las personas extremadamente inteligentes son las que pueden ser también extremadamente estúpidas. Por fanatismo, por error en la fijación de la meta, por la mezcla de los sentimientos en las acciones y los juicios.
De hecho, el académico afirma que la naturaleza distribuye estúpidos en casi todos los ámbitos, independientemente del tamaño de los grupos e incluso de su educación y entorno social. Ni siquiera los Premios Nobel están exentos de esta regla.
En el ensayo, Cipolla enuncia cinco leyes fundamentales que fijan las características de la estupidez humana.
Primera Ley Fundamental: Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima la cantidad de individuos estúpidos en circulación.
Segunda Ley Fundamental: La probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.
Tercera Ley Fundamental (Ley de Oro): Una persona estúpida causa daño a otra persona o grupo de personas, sin al mismo tiempo lograr ninguna ventaja para sí mismo o incluso sufriendo un daño.
Cuarta Ley Fundamental: Las personas que no son estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de las personas estúpidas. En particular, los que no son estúpidos olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y bajo cualquier circunstancia, tratar o asociarse con personas estúpidas representa infaliblemente un error muy costoso.
Quinta Ley Fundamental: la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
Con la Tercera Ley, Cipolla identifica dos factores útiles para investigar el comportamiento humano: beneficios y perjuicios que el individuo se procura a sí mismo o a otros. Wikipedia – en una reelaboración de los diagramas cartesianos de Cipolla – ha creado un gráfico, con el primer factor en el eje de las abscisas y el segundo en el eje de las ordenadas, y en el que se han colocados cuatro grupos de personas:
Inteligentes: obran por su propia ventaja y la de los demás
Ingenuos: se dañan a sí mismos beneficiando a los demás
Estúpidos: dañan a los demás sin beneficiarse o dañándose a sí mismos
Malvados: perjudican a los demás para sacar ventaja.
Cipolla observa que la mayoría de las personas no actúa de manera coherente (por ejemplo, «una persona inteligente a veces puede actuar como una ingenua, así como adoptar un comportamiento malvado«). La única excepción a la regla la representan las personas estúpidas que generalmente «muestran una propensión máxima a la coherencia total en todos los campos de actividad«. Dentro de la categoría, aquellos que «con sus acciones inverosímiles, no solo causan daño a otras personas, sino también a sí mismos”, son los super-estúpidos.
«La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de ser un malvado. El ingenuo está dolorosamente impregnado por el sentido de su ingenuidad. Por el contrario (…) el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye poderosamente a dar más fuerza, incidencia y efectividad a su acción devastadora«. Además, el estúpido siempre piensa que el estúpido es el otro.
Es casi imposible derrotar al estúpido porque, agrega Cipolla, en general “solemos ser atacados por sorpresa» y, en cualquier caso, «no podemos organizar una defensa racional» ya que el ataque en sí carece de «cualquier estructura racional«. Al causar daños a otras personas sin generar beneficios para sí mismos, los estúpidos hacen que la sociedad se empobrezca.
Según Cipolla, el potencial de una persona estúpida para crear daños depende de dos factores principales. Primero, el genético: haber heredado dosis notables del gen de la estupidez determina la pertenencia, desde el nacimiento, a la élite del grupo.
El segundo factor y más importante es la «posición de poder y autoridad que el estúpido ocupa en la sociedad«. Cuanto más alta es la posición ocupada por el estúpido, mayor es su poder devastador. El autor asegura que: «Dentro del sistema democrático, las elecciones generales son un instrumento muy eficaz para garantizar el mantenimiento estable de la fracción [de estúpidos] entre los poderosos«. Es más, es probable que el fenómeno empeore en las sociedades modernas, caracterizadas por la explosión de programas de radio y televisión y redes digitales, capaces de exacerbar la visibilidad de la categoría en cuestión.
Mala tempora currunt.
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